Después de la suspensión de las ediciones de 1940 y 1944 a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, se retomó el camino olímpico en plena recuperación del episodio bélico.

Luego de una larga pausa de 12 años, Londres espero y acogió la cita en 1948, ya que tiempo atrás había sido designado para albergarla en 1944.

La austeridad fue de las principales características de estos Juegos tras los estragos que dejó la guerra, pues para ese año, la ciudad inglesa no contó con nueva y gran infraestructura más que una adaptación del estadio de Wembley, proveyendo minuciosamente elementos básicos como comida y ropa, pues había un ambiente aún con olor a batalla.

Pese a la escasez, los vetos de Alemania y Japón en momento de posguerra y la negativa de Unión Soviética a participar, Londres batió récord y fue la sede, hasta el momento, que reunió a más países con un total de 59.

No obstante, para México, 1948 constituyó una importante cosecha de medallas, pues significó la mejor participación con cinco metales desde su debut oficial.

El ecuestre fue la disciplina que brilló con dos oros, uno por parte de Humberto Mariles y el otro fue por equipos, combinado que también obtuvo bronce, y Rubén Uriza logró la plata. Joaquín Capilla subió al podio en el segundo puesto en la disciplina de clavados.

Para 1952, tocó el turno de Helsinki para ser anfitriona de los Juegos Olímpicos tras una nueva postulación, luego de que las condiciones mundiales le impidieron serlo en 1940. El número de países asistentes creció considerablemente y la capital finlandesa recibió a 69, mientras la delegación mexicana se conformó de 72 deportistas, 69 hombres y apenas tres mujeres.

En esta edición, Alemania y Japón regresaron a los Juegos tras la guerra, además, significó la primera aparición de naciones como Israel, recién constituida, y la Unión Soviética, en un evento que se caracterizó por importantes récords.

Por su parte, México tuvo casi una inadvertida participación, pues la única medalla que logró fue gracias a Joaquín Capilla, abanderado del conjunto tricolor, quien obtuvo plata por segunda ocasión consecutiva en el máximo evento, en la disciplina de clavados en la plataforma de 10 metros.

Los Juegos Olímpicos llegaron por primera vez a otro continente, Oceanía, después de haberse realizado 10 veces en Europa y dos en América, para disputarse el encuentro de Melbourne 1956, del 22 de noviembre al 8 de diciembre.

Fue la primera vez que la Unión Soviética lideró el medallero por encima de Estados Unidos.

La ciudad australiana ganó la designación a otros países como Argentina, México y Estados Unidos; sin embargo, fue la primera vez que la sede fue compartida con otro país.

Suecia acogió con antelación las competencias de ecuestre, las cuales se realizaron en Estocolmo, pues en dicho territorio oceánico había una ley sanitaria que exigía una cuarentena de seis meses a los animales, por lo que no se pudo lograr el ingreso de los caballos al país.

En cuanto a la natación, se introdujeron el cronómetro digital semiautomático y el estilo de mariposa; en esgrima se innovó con el florete electrónico.

Melbourne también sufrió boicots debido a que varias naciones se opusieron a participar, pues las guerras y desacuerdos continuaron en varias partes del mundo. China se negó a asistir tras el reconocimiento de Taiwán; lo mismo sucedió con España, Holanda y Suiza por conflictos en Hungría, mientras que Egipto e Irak tampoco asistieron por la presencia de Israel.

Para México, el héroe fue una vez más Joaquín Capilla, quien evitó que la delegacional nacional regresara a casa con las manos vacías, pues el clavadista se adjudicó las medallas de oro y bronce en la plataforma de 10 metros y trampolín de tres metros, respectivamente. Además, Capilla fungió nuevamente como el abanderado de la comitiva.

En 1960, la justa olímpica regresó a Europa. Roma fue anfitriona de 83 países entre agosto y septiembre.

México participó con 62 hombres y siete mujeres en una justa en la que sólo pudieron adjudicarse una medalla de la mano del clavadista Juan Botella, que se colgó el metal de bronce.

En la capital de Italia sonó por primera vez el himno oficial de los Juegos Olímpicos, siendo también una entrega recordada por sus históricos y memorables escenarios para desarrollar las competencias como las Termas de Caracalla, la Basílica de Majencio, Foro Itálico, entre otros, aunado a unas modernas construcciones como lo fueron la Villa Olímpica, el Palacio del Deporte y el Velódromo.

Roma 1960 también fue clave debido a que fueron los primeros Juegos que se transmitieron en vivo gracias a la cadena televisiva de Europa y las cintas eran enviadas por vía aérea a Estados Unidos y Japón. También se estima que la prensa se empezó a hacer presente: más de dos mil hombres cubrieron principalmente para diarios, radio y televisión.

Con una inversión aproximada de tres mil millones de dólares, Tokio finalmente fue sede en 1964, reconocido por protagonizar los “Juegos Perfectos”, debido a que la cuantiosa suma permitió la construcción o remodelaciones de instalaciones caracterizadas por la tecnología, modernidad e innovación.

La capital nipona vio nacer a disciplinas olímpicas como el judo y voleibol, éste último fue el primer deporte donde las mujeres pudieron competir por equipos, ya que en París 1924 sólo fue una disciplina de exhibición.

Tokio 1964, que recibió a 93 países, fue la primera justa olímpica en ser transmitida en directo y a color por vía satélite para Europa y Norteamérica, pues la venta de derechos televisivos por más de un millón y medio de dólares contribuyó, en gran medida, a su financiación.

También se caracterizó por la implementación de la cámara lenta en algunas competencias.

Para México, el único deporte que subió al podio fue el boxeo. Juan Fabila Mendoza se colgó la presea de bronce en la categoría gallo.