En el Archivo General de la Nación, dentro del fondo Movimiento Marítimo, se conserva la información de algunas personas de origen chino que ingresaron al territorio mexicano durante la segunda mitad del siglo XIX, teniendo como registro más antiguo el nombre de seis personas originarias de China que en 1874 ingresaron a México por el Puerto de Guaymas, Sonora.

Ahora bien, la migración China a México se comenzó a intensificar con el desarrollo de la incipiente industrialización de este país, por lo cual, un gran número de migrantes chinos que llegaron a México fueron trabajadores, sólo algunos, con el paso del tiempo, lograron establecer sus pequeños negocios independientes en esta nación.

Otra consideración importante de la migración China fue que un gran número de ellas y ellos ingresaron desde los Estado Unidos, ya que para aquella época en los estados del sur de aquel país, como California y Arizona, se había impulsado desde 1868 la libre migración de personas provenientes de China con el Tratado de Burlingame, por lo cual, una gran parte de la industria norteamericana que fue desarrollándose en el norte de México contrató trabajadores de origen chino, por ejemplo, en 1880 la compañía de capital estadounidense que financió la construcción del Ferrocarril de Sonora empleó trabajadores chinos para el levantado de las vías.(1)

La compañía del Ferrocarril de Sonora no fue la única que llegó a utilizar trabajadores chinos para las obras, pues la empresa Inter-Ocean Railroad Company que estuvo a cargo de las obras del Ferrocarril de Tehuantepec también hizo uso de la mano de obra de chinos.(2)

Este sistema de explotación que utilizaron las compañías ferroviarias norteamericanas sobre los migrantes chinos, se comenzó a adoptar en otros sectores del país, tal fue el caso de las fincas y haciendas de la región de Yucatán en donde se comenzó a demandar un mayor número de trabajadores, por lo cual sumaron la fuerza de trabajo de chinos norteamericanos como una solución, así en 1880 un grupo de hacendados de aquella zona de México contrató un centenar de colonos chinos, los cuales por contrato trabajarían durante tres años por un pago de 8 pesos al mes y 20 libras de arroz, asimismo, se les descontaría 2 pesos cada mes hasta cubrir la cantidad de 55 pesos correspondientes a los gastos del pasaje, más gastos adicionales.(3)

Como tal, la comunidad china que fue asentándose en México fue presa de las terribles condiciones de explotación laboral, mismas que ya sufrían en los Estados Unidos en donde, además, comenzaron a sufrir actos de discriminación y xenofobia; pues entre 1880 y 1882 se crearon las primeras leyes contra la inmigración en los Estados Unidos, siendo las personas originarias de China las primeras que históricamente fueron sumadas a la lista de inmigrantes de aquel país con la Ley de Exclusión de los Chinos, decretada en 1882 por el entonces presidente de los Estados Unidos, Chester A. Arthur.

Una de las principales justificaciones que el gobierno norteamericano manifestó para terminar con el Tratado de Burlingame fue que las personas de origen chino “robaban el trabajo a los estadounidenses” al cobrar salarios muy bajos, en pocas palabras, la clase política no castigó o reguló la explotación a la cual eran sometidas las personas de origen chino por ser migrantes, sino simplemente buscó un “chivo expiatorio” que justificara la falta de trabajo y los bajos salarios a los cuales podía acceder un obrero en aquella zona.

La situación no fue más favorable en México para los chinos, pues el mismo discurso norteamericano de xenofobia y discriminación hacía los trabajadores chinos fue retomado por un sector de la sociedad mexicana, en especial, la clase alta que llegó a consideran que era más adecuado explotar la mano de trabajo de los indígenas, ya que no se tendría que invertir en gastos de traslado o contratación de migrantes chinos. Hay que recordar que la persona que se encargaba de buscar a los trabajadores chinos era quien recibía este dinero, mismo que era proporcional al número de personas que entregaba al final.

Este tipo de discurso de xenofobia y discriminación llegaría también a presentarse dentro de la clase obrera mexicana, quienes ante la precaria situación económica y laboral que padecían a manos del sistema capitalista y dictatorial de aquellos años, comenzaron a considerar a las personas de origen chino un sector que se llevaba el poco trabajo que uno podía conseguir, tal como se puede constatar en la carta de un obrero que se conserva en el Archivo General de la Nación en el fondo Francisco I. Madero, caja 099, expediente 2.(4)

Las palabras del obrero llamado Francisco Bustos retoman parte de aquel sentimiento anti-chino que desde los Estados Unidos se fue propagando, por ejemplo, señalaba que los trabajadores de origen chino llegaban a ofrecer su trabajo por un pago más bajo que los mexicanos, por lo cual las empresas mineras e industriales preferían contratar la fuerza de trabajo de un migrante chino que de un mexicano.

Sin embargo, tanto el gobierno de Porfirio Díaz como el gobierno de Francisco I. Madero(5) rechazaron este discurso de xenofobia y discriminación hacia los trabajadores de origen chino, por lo cual en nuestro país, a diferencia de los Estado Unidos, se rechazó cualquier idea de prohibir o atacar la migración china, al sostener que el Estado Mexicano garantizaba en el artículo 11 de la Constitución de 1857 que “Todo hombre tiene derecho para entrar y salir de la República, viajar por su territorio y mudar de residencia, sin necesidad de carta de seguridad, pasaporte, salvoconducto u otro requisito semejante”.

Sin embargo, fue una realidad que el discurso de xenofobia y discriminación que algunos mexicanos manifestaron hacia las personas de origen chino ocasionaron grandes daños, como la lamentable matanza perpetuada entre el 15 y 16 de mayo de 1911 hacia la comunidad china de Torreón, que dejó como saldo cientos de muertos y heridos, y un hecho indeleble en la historia de México que da cuenta de los daños que la xenofobia y la discriminación puede ocasionar dentro una sociedad.

A pesar de las adversidades y condiciones laborales que padecieron los y las migrantes chinas en nuestro país, en aquella época, lograron establecer sus propias comunidades en donde mantuvieron su cultura, ideas, creencias y estilos de vida, mientras que a su vez contribuyeron con el desarrollo de este país.


 

(1)“Se espera la llegada de 600 chinos”, en, La Voz de México, Ciudad de México, 11 de abril de 1880.

(2)“El Ferrocarril de Tehuantepec”, en, La Voz de México, Ciudad de México, 18 de agosto de 1880.

(3)“Colonos Chinos”, en, El Siglo Diez y Nueve, Ciudad de México 14 de septiembre de 1880.

(4)Francisco Bustos. Se queja de que la emigración china ofrece su trabajo a menor sueldo que los mexicanos. México, 1911. AGN, fondos presidenciales/ Francisco I. Madero, caja 099, exp. 2.

(5)J.L. González. Exhortación de no restringir la inmigración china. México, 1912.AGN, fondos presidenciales/ Francisco I. Madero, caja 083, exp. 8.

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AGN, Movimiento Marítimo, vol. 62, fs. 203-206

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Francisco Bustos. Se queja de que la emigración china ofrece su trabajo a menor sueldo que los mexicanos. México, 1911. AGN, fondos presidenciales/ Francisco I. Madero, caja 099, exp. 2.

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