La historia del cine nacional tiene su origen a finales del siglo XIX con la llegada de los hermanos Louis y Auguste Lumière, quienes llevaron a cabo la primera proyección cinematográfica en México. Los primeros filmes se caracterizaron por ser escenas cortas de la vida real, que habían sido capturadas gracias al desarrollo de la película de celuloide o nitrato de celulosa. A pesar de la sencillez de los filmes, la sociedad mexicana quedó asombrada ante la posibilidad de poder utilizar este nuevo inventó para inmortalizar determinados acontecimientos e incluso contar algunas historias, sin embargo, para aquella época las cámaras fílmicas sólo lograron representar el tedio y la monotonía de la vida política, siendo Porfirio Díaz el principal y único protagonista de las primeras películas grabadas en México.

Esta situación cambió con el estallido de la Revolución Mexicana. En este marco de circunstancias y acontecimientos —donde la ficción había alcanzado la realidad— varias producciones fílmicas se enfocaron en registrar la lucha por la democracia iniciada por Francisco I. Madero, así como el combate de Venustiano Carranza en contra de la dictadura del general Victoriano Huerta, a la par del registro de otros episodios que se presentaron entre las facciones revolucionarias encabezadas por Emiliano Zapata, Francisco Villa y Álvaro Obregón.

Con el fin de la Revolución Mexicana, que se dio con la llegada al poder del grupo sonorense integrado por Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Adolfo de la Huerta, una nueva etapa marcaría el sosiego de la vida cotidiana de la Ciudad de México y sus espacios recreativos. Para la década de los 20 proliferaron por las colonias de esta urbe diversos cinemas como el “Olimpia”, “Goya”, “Salón Rojo”, “Odeón” “San Juan de Letrán”, “Rialto”, “Venecia”, “Bucareli”, “María Guerrero”, “América”, “San Rafael”, “Briseño”, “Rivoli”, “Buen Tono”, “Mundial”, “Monumental”, “Isabel” “Palacio” y “Condesa”; que exhibían películas alquiladas o adquiridas a reconocidas casas productoras de los Estados Unidos como la Triangle Film, Paramount Pictures, Fox Film Corporation o, en su defecto, productoras europeas como la francesa Pathé.

Algunos otros cines llegaban a proyectar películas grabadas por productoras nacionales, destacando la película El automóvil gris (1919), la cual logró superar las expectativas que se tenían en aquella época de los filmes mexicanos, lo que le permitió ganar la aceptación del público y destacar como una de las mejores películas que llegaría a transcender a lo largo del tiempo.

Para la década de los 30 varias casas fílmicas ya se encontraban experimentando con el cine sonoro, lo que permitía contar de una manera novedosa las historias, dejando a un lado el uso de los rótulos o los músicos en vivo. Cabe señalar, que la llegada del sonido marcó para algunas personas el final de sus carreras al no lograr una transición fluida hacia una nueva etapa del cine, caso excepcional fue el actor Charles Chaplin que mantuvo el silencio hasta 1940, con el estreno El gran dictador.

No obstante, el cine nacional carecía de los recursos suficientes para poder competir con el cine internacional que se estaba desarrollando. Todo esto cambiaría en 1931, con el proyecto de la grabación, por segunda ocasión, de la película Santa, pero ahora con sonorización. La Compañía Nacional Productora de Películas, fue quien asumió el riesgo, pues nunca antes en el país se había intentado introducir el sonido en las películas. El director del proyecto, Juan de la Cruz Alarcón, viajó a Hollywood, Los Ángeles, en donde contrató a los hermanos Rodríguez Ruelas para sonorizar el filme, asimismo, sumó a la actriz Lupita Tovar y al actor Ernesto Gillén, quienes para aquel momento eran dos figuras destacadas de las versiones hispanas de las grandes películas de Hollywood.

La filmación de Santa, tendría lugar a partir de noviembre de 1931, teniendo como escenarios varios puntos de la Ciudad de México y como base de música las composiciones de Agustín Lara. El estreno se efectuó el 30 de marzo de 1932 en el Cine Palacio, algunos periódicos como El Universal anunciaron su llegada como un “imponente triunfo de la Compañía Nacional Productora de Películas”(1), mérito que no era para menos, pues para la primavera de 1932 la película Santa tuvo que hacer frente a otras producciones como Héroes de la Tachuela que contaba con las aclamadas actuaciones del dúo cómico Laurel y Hardy, quienes eran conocidos en México como “El Gordo y el Flaco”.

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Santa resultaría todo un éxito de cartelera, logrando mantenerse en exhibición por varias semanas, además, marcó un antes y un después para el desarrollo de la industria fílmica mexicana, ya que frenaría el avance de las productoras extranjeras que buscaban tener un mayor control en el mercado de películas comerciales hispanohablantes, lo que permitió que entre 1936 y 1956 la industria cinematográfica en México alcanzara uno de sus mejores momentos, considerado como la Época de Oro del cine mexicano.

 

(1) "Hoy en el Cine Palacio" en, El Universal, 30 de marzo de 1932. AGN, Biblioteca-Hemeroteca Ignacio Cubas.