El extenso patrimonio documental de la época novohispana que se resguarda en el Archivo General de la Nación (AGN) se organiza en fondos. Entre estos se encuentra el fondo Cultos Religiosos, cuya documentación está recopilada en un solo volumen y dividida en cuatro expedientes que dan cuenta de cómo se constituían las denominadas Escuelas de Cristo.

Las Escuelas de Cristo se originaron en España a mediados del siglo XVII y para las primeras décadas del siglo XVIII se instauraron en la Nueva España. El Convento de Nuestra Señora de la Merced fue la primera institución en establecerse dentro de la Capilla de San José en el año 1721 y fue instituida por y para españoles destacados. Sin embargo, con el pasar de los años se abrieron algunas más accesibles que se conformaban en su mayoría por trabajadores. Inicialmente recibían a 72 miembros, mismo número de discípulos que dice la Biblia que Jesucristo envió a predicar, pero rápidamente aumentó a más de cien agremiados por institución. En el artículo “Santas Escuelas de Cristo en la segunda mitad del siglo XVIII en la Ciudad de México” de la revista Fuentes Humanísticas, Alicia Bazarte y José Antonio Cruz no explican que estas escuelas tenían por objetivo “promover la ortodoxia doctrinal entre los distintos grupos sociales del virreinato, que debían someterse a mortificaciones físicas y hacer de la oración y reflexión sobre la muerte de Cristo su doctrina”.

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Imagen 1. Informe de las actividades realizadas en la Santa Escuela de Cristo del Hospital de Jesús Nazareno, 1799

La apertura de las Santas Escuelas de Cristo para los demás sectores sociales novohispanos fue una estrategia para contener las ideas que surgieron durante la Ilustración, pues se cuestionaron las ideas religiosas y se buscaron nuevas explicaciones sobre el universo, el hombre y el espíritu a través de la razón. Ante el nuevo conocimiento que se difundía en el mundo, esta escuela buscó implementar un modelo encaminado hacia una educación religiosa “racional” y más o menos “democrática” basada en la doctrina de San Felipe Neri, la cual consistía en vivir y orar en comunidad sin la obligación de realizar ningún tipo de voto o renunciar a sus propiedades, lo que posibilitó utilizar con más frecuencia una pedagogía enfocada en las masas y la implementación de su método de alcanzar la comprensión del espíritu cristiano.

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Imagen 2. Imagen en la que se muestra la manera en que se debía rendir culto a Jesucristo, la cual se encuentra en un expediente sobre la evangelización en la zona de Ocoyoacac, Estado de México, 1676.

Ante estas nuevas estructuras adoptadas y las reformas instauradas por la Iglesia sobre la autonomía del clero secular ante las congregaciones y hermandades, se promulgó una Real Cédula expedida por el Rey de España el 16 de mayo de 1797 en la que se les pedía a las autoridades civiles y eclesiásticas novohispanas brindar información sobre el número de Escuelas de Cristo que había en la capital, su sede y la cantidad de discípulos que tenía cada una de ellas, así como especificar si estaban o no fundadas bajo licencia del Ordinario, el clérigo que tiene el poder ordinario para ejecutar las leyes de la Iglesia, o si solo habían sido instauradas por un obispo de la localidad.

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Imagen 3. Real Cédula del 16 de mayo de 1797 en la que se le pide al virrey de la Nueva España que informe del número de Escuelas de Cristo que hay en la ciudad

Don Antonio del Puerto y Gómez, quien formaba parte del ramo de comercio de la capital novohispana, fue el responsable del levantamiento de este censo y de recaudar los informes remitidos por parte de los padres que estaban a cargo de las 12 escuelas que tenían una sede en la capital novohispana. Esta información permite tener una idea sobre el funcionamiento y las características generales de cada una de las instituciones.

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Imagen 4. Informe que da cuenta del censo levantado por parte de don Antonio del Puerto sobre el número de Escuelas de Cristo que hay en la ciudad, 1797

En cada escuela se constituía una administración que se componía por diputados eclesiásticos (dependiendo de la institución se podían sumar aquellos que se declaraban parte de la sociedad laica) y de un secretario fijo que tenía a su cargo el libro de acuerdos y el control de asistencia de los discípulos. A los aspirantes se les exigía que cumplieran con un reglamento que estipulaba lo siguiente: estar libre de vicios, distinguirse por su devoción y participación en la oración y dar el mejor ejemplo a sus semejantes. El principal funcionario era el denominado Hermano Obediencia, quien, además de evaluar a los discípulos, se encargaba de presidir y conducir las reuniones semanales cada jueves.

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Imagen 5. Informe de las actividades realizadas en la Santa Escuela de Cristo del Hospital de Jesús Nazareno, 1799

En estas escuelas, los oratorios debían tener en el altar un crucifijo de gran tamaño, una imagen de la virgen, una de san Felipe Neri y de otros santos patrones para poder llevar a cabo las sesiones semanales. En estas reuniones se realizaban los actos de oración, pues era una de las principales virtudes que debían adquirir los aspirantes para lograr el amor de Dios. También existían prácticas como la “del banquillo”, en la cual uno de los participantes debía sentarse en un banco que estaba frente al altar y confesar públicamente sus pecados.

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Imagen 6. Portada de un documento que habla de la capilla Santa María de Nativitas en el barrio de Santa María Concepción Tlacuilolan, 1574

Asimismo, en los informes podemos encontrar detalles singulares que presentaban algunas de estas escuelas, tales como el privilegio de los varones, pues a excepción de las escuelas del Espíritu Santo y del Hospital de Jesús Nazareno, no hay registro de que se permitiera el ingreso de mujeres. Cabe destacar que solo se tiene conocimiento de una licencia pedida por la Santa Escuela de la Santa Cruz para inscribir a dos mujeres, Gertrudis Padilla y Petra Villalba, quienes participaban en actividades como dar gracias e indulgencias.

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Imagen 7. Licencia hecha por la Santa Escuela de la Santa Cruz para inscribir a Gertrudis Padilla y Petra Villalba, 1799

La Santa Escuela de Jesús Nazareno era de las más numerosas y en ella se intentaron reformar algunos puntos debido a la inasistencia de los congregados, así pues, se decretó la expulsión de aquellos que tuvieran de 6 a 8 faltas, sin opción de volver a ser aceptados. En la Santa Escuela de María de la Asunción admitían adeptos sin distinción de clases, como en todas las demás, debido a la pobreza de la gente; dentro de la Santa Escuela de Santa María, sus miembros debían contar con el permiso de la esposa o amo y en lo que competía a las constituciones de la Santa Escuela de Cristo del convento del Espíritu Santo, se hacía hincapié de que, en caso de que algún discípulo fuera delincuente, sería sancionado por el maestro y por el Hermano Obediencia.

Con la llegada del siglo XIX y con el inicio del movimiento de independencia, las prácticas espirituales y corporales llevadas a cabo por los miembros de las Escuelas de Cristo se fueron erradicando; sin embargo, algunas resistieron hasta mediados de siglo. Finalmente, fue el arraigo del catolicismo el que terminó por decretar el fin de estas instituciones.

Fuentes consultadas:

Bazarte Martínez, Alicia y José Antonio Cruz Rangel, “Santas Escuelas de Cristo en la segunda mitad del siglo XVIII en la Ciudad de México”, Fuentes Humanísticas, Universidad Autónoma Metropolitana, vol. 21, núm. 38, enero-junio, 2009, México, pp. 179-199. [Consulta: 25 de noviembre del 2022]

Referencias de imágenes:

Imagen 1. Informe de las actividades realizadas en la Santa Escuela de Cristo del Hospital de Jesús Nazareno, en AGN, Archivos Coloniales, Cultos Religiosos, vol. 1, exp. 3, f. 160f.

Imagen 2. Imagen en la que se muestra la manera en que se debía rendir culto a Jesucristo, la cual se encuentra en un expediente sobre la evangelización en la zona de Ocoyoacac, Estado de México, AGN, Mapas, Planos e Ilustraciones (MAPILU), registro 2277v.

Imagen 3. Real Cédula del 16 de mayo de 1797 en la que se le pide al virrey de Nueva España que informe del número de Escuelas de Cristo que hay en la ciudad, en AGN, Archivos Coloniales, Cultos Religiosos, vol. 1, exp. 1, f. 4f.

Imagen 4. Informe que da cuenta del censo levantado por parte de don Antonio del Puerto sobre el número de Escuelas de Cristo que hay en la ciudad, en AGN, Archivos Coloniales, Cultos Religiosos, vol. 1, exp. 1, f. 8f.

Imagen 5. Informe de las actividades realizadas en la Santa Escuela de Cristo del Hospital de Jesús Nazareno, en AGN, Archivos Coloniales, Cultos Religiosos, vol. 1, exp. 3, f. 160v.

Imagen 6. Portada de un documento que habla de la capilla Santa María de Nativitas en el barrio de Santa María Concepción Tlacuilolan, AGN, Mapas, Planos e Ilustraciones (MAPILU), registro 0950f.

Imagen 7. Licencia hecha por la Santa Escuela de la Santa Cruz para inscribir a Gertrudis Padilla y Petra Villalba, en AGN, Archivos Coloniales, Cultos Religiosos, vol. 1, exp. 1, f. 49f.