La piratería fue una actividad que se desarrolló desde la época clásica, sin embargo, su periodo de apogeo se presentó con el establecimiento de las rutas comerciales del Atlántico, en especial, con las redes de navegación entre España y sus posesiones de ultramar, por donde circulaban todas las riquezas sustraídas del Nuevo Mundo, principalmente la plata. Hay que recordar que España había obtenido grandes beneficios sobre los territorios explorados al oeste gracias a las Bulas Alejandrinas, razón por la que otras naciones quedaron excluidas del reparto colonial de América. 

Ante esta situación, determinados grupos consideraron la piratería como una práctica para hacerse de las riquezas de España. Algunos actuaban fuera de todo marco legal, los considerados propiamente como piratas, mientras que otros fueron apoyados por sus monarcas y contaban con una patente de corso que les daba el permiso para atacar los barcos de otros reyes, en especial las embarcaciones mercantiles. En ambos casos, estos grupos se dedicaron a navegar los mares en búsqueda de botines tanto abordando barcos como asaltando puertos.

Los primeros procesos contra piratas en la Nueva España se presentaron en el siglo XVI. La Inquisición fue la primera institución encargada de castigar este tipo de delito, ya que la mayoría de los que asaltaban las rutas marítimas y puertos de las colonias de España pertenecía a otras naciones como Inglaterra, Turquía, Francia, Holanda y China. Además, era común que profesaran otra religión, de ahí que también fueran tratados como herejes.

Uno de los primeros casos juzgados por la Inquisición se registró en el año de 1560, cuando un grupo de franceses fue capturado por orden del fraile Francisco Navarro por saquear, robar y provocar alboroto en territorios pertenecientes a España. Esta tripulación estaba compuesta por Juan Inglés, Guillermo Francés, Juan Oliver, Matorín Lefretier, Jaque Laoet, Luis Layera, Nicolás Feilie, Guillermo Caxiol y Lorenzo Geneset, quienes venían a bordo del barco capitaneado por Pedro Bruxel (imagen 1). Durante los interrogatorios se dejó ver que más allá de castigar los actos de piratería, estos individuos fueron condenados por herejía y luteranismo.

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Imagen 1. Lista de prisioneros franceses acusados de piratería, herejía y luteranismo, Yucatán, 1560

Pese a la mano dura que las autoridades españolas tuvieron desde un inicio contra los piratas, esta práctica no pudo ser frenada y los avistamientos y encuentros con piratas en las costas del Atlántico y del Caribe durante todo el siglo XVII y XVIII fueron constantes. En la zona del Pacífico se llegaron a presentar también ataques de piratas, en donde el Galeón de Manila y las rutas comerciales del virreinato del Perú fueron los más afectados.

La expansión de la piratería pronto llegó a otros espacios, como los puertos. En la Nueva España, Veracruz y Yucatán fueron las dos principales zonas que se vieron afectadas por la incursión de piratas, pues aprovechaban la falta de un ejército novohispano para asolar los puertos, a pesar de que cuando esto sucedía, las autoridades virreinales hacían un llamado a todos los civiles para tomar las armas y expulsar a los piratas de tierra firme (imágenes 2 y 3).

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Imágenes 2 y 3. Testimonio de Mateo de la Serna sobre los servicios que prestó en la defensa de Veracruz contra los piratas, México, 1653

Para contrarrestar las actividades delictivas de los piratas se optó por emplear diversas medidas de seguridad, una de ellas fue el sistema de flota o flotilla de navegación, encaminada a la protección de los barcos mercantes que salían del puerto de Veracruz hacia España. Esta flotilla se componía de por lo menos dos navíos de guerra, un patache y cuatro navíos mercantes (imagen 4).

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Imagen 4. Establecimiento de una flotilla compuesta por dos navíos de guerra, un patache y cuatro navíos mercantes, Ciudad de México, 1720

Estos barcos contaban con determinadas características para repeler los ataques piratas y de otros navíos enemigos. Los cañones fungieron como el principal sistema defensivo y ofensivo que utilizaban, generalmente los buques contaban con entre 10 y 80 cañones. Mientras que para repeler el abordaje, los soldados utilizaban mosquetes y lanzas de medialuna o chuzos (imagen 5).

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Imagen 5. Solicitud para fabricar armas de combate para repeler los ataques de piratas, Guadalajara, 1686

También se implementó un sistema de cacería de piratas, el cual consistía en perseguir, capturar y castigar a toda persona identificada como pirata. Esta medida resultaba mucho más complicada, pues para que los navíos de guerra españoles lograran su cometido necesitaban saber la localización de los asaltantes en alta mar, conocer el nombre del capitán del barco pirata y la ruta de saqueo que utilizaba. Una de las principales flotas encargadas de estas misiones fue la Armada de Barlovento, la cual nació en 1635 y desapareció cuando el imperio español comenzó a decaer.

Cuando los piratas eran capturados recibían castigos muy severos, con el propósito de escarmentar a todo corsario o pirata que estuviera dispuesto a atacar las rutas comerciales de España. Los castigos se asignaban dependiendo del cargo que ocupara el pirata en la tripulación, por ejemplo, los capitanes, cabos y oficiales eran pasados por las armas o sentenciados a la horca en presencia de sus marineros, mientras que todos los demás prisioneros eran condenados a las galeras (imágenes 6 y 7).

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Imágenes 6 y 7. Real Cédula firmada por el rey de España, en la que se establecen los castigos que deberán recibir los piratas, Madrid, 1690

A pesar de los esfuerzos, estos castigos no mitigaron la presencia de piratas en los mares de la Nueva España, por el contrario, evidenciaron la decadencia de la armada española que poco pudo hacer contra ellos y que sumado al surgimiento de nuevas potencias marítimas dieron fin al imperio colonial de España.

Referencia de imágenes

Imagen 1. Lista de prisioneros franceses acusados de piratería, herejía y luteranismo, Yucatán, 1560, en AGN, Instituciones Coloniales, Inquisición, vol. 32, exp. 1, f. 1f.

Imágenes 2 y 3. Testimonio de Mateo de la Serna sobre los servicios que prestó en la defensa de Veracruz contra los piratas, México, 1653, en AGN, Instituciones Coloniales, Indiferente Virreinal, caja 4504 exp. 55, fs. 1f y 1v.

Imagen 4. Establecimiento de una flotilla compuesta por dos navíos de guerra, un patache y cuatro navíos mercantes, Ciudad de México, 1720, en AGN, Instituciones Coloniales, Indiferente Virreinal, caja 2151, exp. 21, f. 1f.

Imagen 5. Oficiales Reales de Guadalajara al virrey de la Nueva España, en AGN, Instituciones Coloniales, Indiferente Virreinal, caja 4290 exp. 3, f. 1f.

Imágenes 6 y 7. Real Cédula firmada por el rey de España, en donde se establecen los castigos que deberán recibir los piratas, Madrid, 1690, en AGN, Instituciones Coloniales, Reales Cédulas Duplicadas, vol. 39, exp. 59, fs. 1f y 1v.

Referencia bibliográfica:

B. Casas, “Piratas y corsarios en el Golfo de México (siglo XVI)”, Antropología. Revista interdisciplinaria del INAH, Ciudad de México, INAH, núm. 66, junio 2002, pp. 53–69. [Consulta: 20 de enero de 2023]