En la década de los ochenta del siglo pasado, los menores infractores eran vistos de dos maneras por los medios de comunicación mexicanos: por un lado, se percibían como casos perdidos para la convivencia social; por otro, como víctimas indefensas redimidas por su miseria y protegidas en exceso. Por tal motivo, en 1984 la Dirección General de Servicios Coordinados de Prevención y Readaptación Social del gobierno del Distrito Federal llevó a cabo un estudio multidisciplinario con 151 menores que fueron internados en la Escuela Orientación para Varones debido a sus conductas infractoras. El estudio analizó las causas y las consecuencias de la participación de menores en delitos mediante diversas fuentes de información, como entrevistas a los menores y sus familias, revisión de expedientes técnicos y visitas domiciliarias. Además, se utilizaron instrumentos de medición como cuestionarios y estudios psicológicos.

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La prioridad consistió en identificar las causas que llevaban a los menores a convertirse en infractores y comprender las razones detrás de sus delitos. Con ello, se buscaba dirigir la atención hacia las circunstancias de vida que propiciaban la participación de los menores en prácticas ilícitas. A través del estudio de este grupo poblacional, se encontró que las causas de la existencia de los menores infractores se encontraban en las siguientes características:

  1. Los menores provenían de hogares caracterizados por su disolución, desintegración, falta de completitud, desorganización o inexistencia de morada.
  2. El entorno escolar facilitaba la exposición de los menores a situaciones próximas a la realización de conductas infractoras. En el estudio, se observó que era habitual que los estudiantes en los centros escolares consumieran bebidas alcohólicas y fármacos, lo que contribuía a la deserción escolar. Este fenómeno se reveló como un factor decisivo para la inserción de los jóvenes en prácticas delictivas.
  3. La alimentación se consideró un factor de gran relevancia, se vinculó al desmesurado crecimiento poblacional. Esto se interpretó como una causa de la criminalidad en el sector infanto-juvenil, ya que la escasez de alimentos influía en la decisión de incurrir en las “conductas antisociales” de los menores.
  4. Las relaciones sociales de los menores se consideraron determinantes en la orientación de su vida. Aquellos que trabajaban en entornos como la calle, era probable que establecieran vínculos con individuos “vagos”, “malvivientes”, “delincuentes” y “alcohólicos”. De acuerdo con el estudio, esto podría llevarlos a exponerse a agresiones sexuales violentas, perversiones sexuales y exhibicionismo.
  5. Las unidades habitacionales se encontraron como un lugar donde los menores fácilmente se relacionaban con “prácticas antisociales” como la costumbre de compartir largas horas de “vicio y ocio”.
  6. A los medios de comunicación masiva se les atribuyó responsabilidad por la promoción del alcohol y el cigarro, factores de consumo primordiales como agentes de la criminalidad.

El análisis de los resultados presentó el siguiente perfil criminológico: se trata de jóvenes solteros de género masculino con edades comprendidas entre los 16 y 18 años. En el 73% de los casos, los jóvenes eran residentes en la capital, mientras que el resto provenían de diversas entidades federativas, destacando un 20% en el Estado de México y Ciudad Nezahualcóyotl. En el Distrito Federal, destacaban las delegaciones de Gustavo A. Madero, Cuauhtémoc y Álvaro Obregón.

Los resultados indicaron que, aunque cualquier persona, independientemente de su género, edad, o nivel de educación, podría involucrarse en conductas “desviadas”, la repetición de acciones infractoras parecía estar asociada al aprendizaje, la asimilación y la identidad delincuencial. Es decir, se observó que los grupos delictivos brindaban aceptación, cohesión y comprensión a aquellos individuos que no habían encontrado estos factores cruciales en su entorno familiar y social para la formación de la personalidad durante su infancia. Uno de los aportes más significativos de este estudio en esa época fue demostrar que la “tendencia antisocial” no solo se alimentaba de las prácticas y relaciones sociales de la juventud, sino que también se encontró un factor importante en las condiciones de vida durante la niñez en México.

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En el fondo documental “Miguel de la Madrid” del acervo del Archivo General de la Nación se encuentran análisis, expedientes e investigaciones relacionadas con los perfiles criminales de los menores en el país, lo que nos proporciona un referente de los cambios, causas y consecuencias de la forma de vida de las infancias y juventudes involucradas en actos delictivos.

 

Fuente Primaria:

AGN, Archivos presidenciales, Miguel de la Madrid Hurtado, Unidad de la crónica presidencial, 0.4 Secretaría de Gobernación, 0.4.04.04.00 Dirección General de Servicios Coordinados de Prevención y Readaptación Social, caja 01, exp. 03.

AGN, Archivos presidenciales, Miguel de la Madrid Hurtado, Unidad de la crónica presidencial, 0.4Secretaría de Gobernación, 0.4.04.04.00 Dirección General de Servicios Coordinados de prevención y readaptación social, caja 01, exp. 04.