Los primeros acercamientos entre México y Japón datan de principios del siglo XVII, durante la época virreinal. Esto fue posible gracias al establecimiento de la ruta comercial entre Filipinas y la Nueva España, producto de la buena voluntad y hospitalidad que dio el gobierno nipón a los náufragos del galeón de San Francisco que habían volcado cerca de las costas de Japón. Esta ruta permitió las primeras comunicaciones oficiales entre el Shogunato Tokugawa y el Virreinato de la Nueva España.

Sin embargo, uno de los principales problemas que se presentó dentro de este primer acercamiento fue el amenazante conflicto político-religioso que significaba la introducción del cristianismo a través de los extranjeros. Lo anterior se debía a que la gran mayoría del séquito del sogún eran practicantes del budismo y del confucionismo, de ahí que se recomendó al Shogun Tokugawa Ieyasu mantener una “oposición enérgica” hacia los cristianos.1 Este primer intento de establecer una relación económica entre Japón y la antigua Nueva España llegó a su fin con la implementación del Sakoku, una política que prohibió todo tipo de relación con cualquier nación extranjera que representara alguna amenaza de colonización religiosa, como fue el caso del Imperio español.

La segunda etapa de acercamiento entre México y el país del “Sol Naciente” se dio hasta la segunda mitad del siglo XIX. Tras la restauración de la dinastía Meiji se reactivaron las relaciones diplomáticas entre Japón y diversas naciones, entre ellas México. Este gobierno decidió enviar en 1874 una Comisión Astronómica encabezada por Francisco Díaz Covarrubias para estudiar el tránsito de Venus. Este viaje no sólo ofreció datos transcendentales para la astronomía mexicana, sino que también un acercamiento a la sociedad, organización, desarrollo y cultura nipona que por varios años se había mantenido en total secreto para nuestro país.

El interés que despertó el exitoso viaje de Covarrubias llevó al gobierno de Porfirio Díaz a entablar formalmente relaciones diplomáticas con Japón el 30 de noviembre de 1888 con la firma de un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación. Este tratado permitió que en 1891 ambas naciones establecieran de manera recíproca agencias consulares, lo que dio paso al envío de la primera legación acreditada por el gobierno mexicano en el Imperio japonés y viceversa. A través de la documentación del Archivo General de la Nación (AGN) se pueden conocer los primeros trabajos y acercamientos de esta legación con el gobierno japones.

Tal como se puede documentar en los expedientes de la caja 27 del fondo de Relaciones Exteriores,2 sabemos que uno de los principales intereses que tuvo nuestro país con el gobierno nipón fue la búsqueda del intercambio comercial. A partir de este acervo documental algunos investigadores3 han llegado a la conclusión de que la relación bilateral entre México y Japón respondió, en gran medida, al interés mutuo del desarrollo del incipiente y tardío proceso de industrialización que experimentaron ambos territorios hacia finales del siglo XIX.

De ahí que uno de los primeros temas que tocó el ministro José María Rascón, presidente de la legación mexicana en Japón, con el vizconde Takeaki Enomoto, ministro de Asuntos Exteriores de Japón, fuera el relacionado con el desarrollo industrial mexicano, considerado exitoso gracias a la “paz” alcanzada por el entonces gobierno, dando como mayor ejemplo el sistema ferroviario.4

Como respuesta, el vizconde Takeaki Enomoto se mostró dispuesto a fortalecer los lazos comerciales mutuos, así como sus deseos de establecer proyectos de migración a suelo mexicano. Este propósito se concretó a finales del siglo XIX con la llegada del denominado grupo Enomoto a la región de Chiapas, México.

Estas relaciones internacionales que se construyeron entre ambas naciones permitió también un notable intercambio cultural que fue ampliamente significativo para nuestro país. De tal modo, contribuyó al desarrollo de la literatura en México con autores como José Juan Tablada, quien introdujo el haiku dentro de la literatura hispana, o del poeta Efrén Rebolledo quien tras servir como embajador en Japón publicó su obra intitulada Nikko en 1910.

Bibliografía:

Haro, Francisco Javier; León, José Luis; Ramírez, Juan José, Historia de las relaciones internacionales de México, 1821-2010 (Volumen 6. Asia), México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 2011. Disponible en https://acervo.sre.gob.mx/images/libros/RI/vol_6_asia.pdf [Consulta: 2021-10-01]

Referencias de Archivo:

AGN, Relaciones Exteriores, Caja 27, exp. 2.

1 Acuerdo de no recibir enviados de la Nueva España, citado por WOLLHEIM Mauricio. Carta del Virrey de la Nueva España. Tokio, 12 de enero de 1893. En, AGN, Relaciones Exteriores, Caja 27, exp. 2, f. 192.

2 AGN, Relaciones Exteriores, Caja 27.

3 Véase Francisco Javier Haro; José Luis León y Juan José Ramírez, Historia de las relaciones internacionales de México, 1821-2010 (Volumen 6. Asia), México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 2011. Disponible en https://acervo.sre.gob.mx/images/libros/RI/vol_6_asia.pdf [Consulta: 2021-10-01]

4 José María Rascón, Entrevista con el ministro de Asuntos Exteriores de Japón, el vizconde Takeaki Enomoto. Tokio, Japón, 12 de noviembre de 1891. En AGN, Relaciones Exteriores, Caja 27, exp. 2, fs. 1-5.