En 1849 en el Estado de Coahuila nació Manuel Acuña, recibiendo ahí sus primeros años de formación educativa para posteriormente trasladarse a la Ciudad de México para continuar con sus estudios en el campo de la medicina. No obstante, sería a su llegada a esta ciudad en donde el joven Acuña conoció y desarrolló su arte en la poesía sin descuidar su profesión. Disciplina y escritura, así fueron sus años en la Academia de Medicina, su talento pronto fue reconocido por literarios como Ignacio Manuel Altamirano. 

En 1872 el poeta, contando con 23 años, alcanzó su mayor éxito con su obra El pasado, ensayo dramático en tres actos que recibió una crítica favorable, así como la aceptación del público mexicano durante su presentación en el Teatro Principal. Las opiniones emitidas en los periódicos de aquella época dan una idea del deleite de los espectadores.  

El elogiado texto escrito por Acuña se preserva en el Archivo General de la Nación, cuyo tema que brota de la estructura del género dramático invita a una crítica sobre nuestro universo cultural literario con el fin de entender a la sociedad mexicana y cuestionar aquellas prácticas del pasado que siguen presentes a más de un siglo.  

El acto de la obra se desarrolla en la época de 1872 por lo cual se accede al contexto histórico-social del autor, lleno de específicos paradigmas masculinos y femeninos del siglo XIX que imponían determinadas reglas morales y sociales que el individuo debía corresponder de acuerdo con su género, esta circunstancia es utilizada  por el autor, quien nos introduce al tema de la “mujer caída” término utilizado para señalar a la persona de sexo femenino que por su situación económica y social se veía obligada a acceder al deseo sexual de un hombre, lo que colocaba a la mujer en una situación de violencia psicológica y física, ya que se le imponía una mancha de culpa moral que incitaba a que fuera proscrita por la sociedad masculina por ser una mujer que no había seguido las costumbres morales exigidas. 

El tema de la mujer caída que se entrega a un hombre sin establecer un matrimonio fue utilizado por varios autores del siglo XIX tanto en México como en otras partes del mundo. Tal como señala la investigadora Martha Elena Munguía Zatarain “un verdadero fantasma que recorrió prácticamente todas las literaturas occidentales” (1). Sin embargo, a pesar de la recurrencia del tema, los diversos escritores utilizaron una matriz literaria que plasmó el lado moral de la sociedad y reforzaba ideas sobre la aspiración nociva masculina hacia la mujer para ejercer su control en su actuar (2), imponiendo con ello un código social del papel de la mujer tanto en la vida pública como privada. 

Así tenemos que el personaje principal de la obra conocida como Eugenia será la mujer caída que a lo largo de la obra se ve atormentada mentalmente de esa culpa impuesta; mientras que en el acto segundo es forzada a salir de un baile ante el incesante hostigamiento del personaje Ramiro. 

A pesar de encontrar en parte del texto una defensa hacia la libertad de la mujer a través del personaje principal y David (esposo de la protagonista), ambos serán arrastrados a la culpa y castigo que la sociedad ha determinado, de antemano, a Eugenia; pues tal como señala Martha Elena (3) el simple hecho de ser mujer en aquel siglo establecía cargar con un ideal elevado hasta el grado de mito, que buscaba aseverar que las mujeres fueron creadas para ser hermosas, buenas, obedientes, asexuales, en pocas palabras el ángel del hogar, sin embargo como todo ángel podía caer en la imprudencia pues por varios años la sociedad sostuvo la inferioridad y debilidad psicológica de la mujer, es decir ese pasado relacionado a la creencia religiosa de la tentación de Eva.  

Quien dé lectura a El pasado deberá de considerar que al final de la obra encontrará un molde literario utilizado para reforzar la idea social masculina de ejercer un juicio de valor sobre toda mujer que no se apegaba al modelo establecido, pues fue usual que gran parte de los autores mexicanos del siglo XIX que escribían sobre la mujer caída dieran el mismo final, buscando a través del castigo rehacer el daño moral que la sociedad ya había impuesto a Eugenia por su pasado o simplemente por ser mujer. 

Acuña nos deja como final una tragedia a nivel de Romeo y Julieta de William Shakespeare ya que David, ante las críticas sociales que sobre su persona caían y ante la muerte de su amada esposa Eugenia, no tendrá más final que perecer en el último acto. Dicho desenlace denota que aquellos paradigmas impuestos que dictan lo correcto e incorrecto sobre el actuar del género femenino y masculino son, en pocas palabras, el malestar que llevan a la tragedia social, como el problema del machismo. 

Manuel Acuña creó una obra a partir de todos esos paradigmas de género, misma que pudo contemplar en escena como una de sus más reconocidas creaciones, sin embargo, factores personales llevaron a nuestro autor al suicidio a la edad de 24 años, dejando junto a su cuerpo una carta para señalar que “nadie más que yo mismo es el culpable” (4).  

 

  (1) MUNGUÍA ZATARAIN, Martha Elena. La imagen de la mujer caída en algunas obras de la literatura mexicana. Nóesis. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, vol. 25, núm. 49, enero-junio, 2016, p. 183.
  (2) Op. cit. p. 185. 
  (3)Op. cit. p. 186.  
  (4) ACUÑA, Manuel. "Carta del Suicida", en, Obras: poesía, teatro, artículos y cartas. México: Editorial Porrúa, 1949, p. 348.