Dentro de todo proceso cultural podemos encontrar situaciones en donde lo tradicional se vuelve popular al ser interpretado por otros sectores que no forman parte de los productores oriundos y, viceversa, lo popular se vuelve tradición, es decir lo masivo puede arraigarse de manera particular en una localidad, región o, incluso, en una nación, el error es considerar que una cultura puede subsistir separada de las demás culturas, he ahí la cuestión planteada por Samuel Ramos sobre el gran mito del nacionalismo mexicano que se funda en “la creencia de un México que ya existe con su fisonomía nacional definida y al que sólo es preciso sacar a la luz del día, como se desentierra un ídolo”[1].

En el caso de la música mexicana se ha presentado el mismo proceso de la interpolación de lo tradicional a lo popular, el cual es más perceptible de identificar en el siglo XX ante la presencia de una mayor cantidad de fuentes documentales tales como partituras, periódicos, documentos, entre otros tipos de soportes resguardados en el AGN, que permiten reconocer tanto cantos tradicionales como populares que se volvieron representación de lo que fue considerado como propiamente mexicano.

Tal es el caso de la canción Cielito lindo, expresión popular mexicana que ha sido interpretada por la gran mayoría de los nacionales. Entre finales del siglo XIX y las dos primeras décadas del siglo XX fue creado este popular canto por Quirino Mendoza y Cortés, compositor mexicano que nació en 1858 dentro del seno de una familia campesina de Tulyehualco, Xochimilco y cuyo origen arraigado al campo lo llevaron a sumarse a las fuerzas revolucionarias del general Francisco Villa en donde formó parte de la banda de guerra; pues toda unidad militar integraba a sus filas un grupo de músicos para tocar en el cuartel.

/cms/uploads/image/file/542102/1.JPGQuirino Mendoza y Cortés, Partitura: Cielito lindo. AGN, Popiedad Artística y Literaria, caja 849, exp. 4729.  

El compositor tomará como referencia los cantos de tradición andaluz tales como El pésame de Medrano compuesto en 1702, en donde se canta en uno de sus versos las palabras: Por el Andalucía, / vienen bajando, / unos ojuelos negros / de contrabando.

Por lo cual El pésame de Medrano, así como otros cantos andaluces que tomaron como referencia de inspiración el paisaje y algunos hechos histórico de aquella región se volvieron de carácter tradicional en andaluz, sin embargo su popularidad los llevaría a ser conocidos en otras regiones entre ellas México; pues tal como señala el investigador  Arturo Ortega Moran: En la época colonial miles de andaluces brincaron el charco y llevaron con ellos sus cantos, y el de ojitos negros ladrones de corazones, no podía faltar[2].

La migración cultural andaluz derivó a que esos cantos tradicionales de aquella región fueran escuchados y asimilados por personas no oriundas de la famosa Sierra Morena de Andalucía, como fue el caso de Quirino Mendoza y Cortés, sin embargo, esto no desmerita el trabajo del compositor mexicano quien recuperó aquellas letras populares para crear una canción con sones tradicionales mexicanos; pues investigadores como Aurelio González,  Arturo Ortega Moran y Carlos Gomez Carro han reconocido algo particular y único en la música de Quirino, probablemente producto de lo que en su momento fue la música tradicional mexicana que conoció el compositor.

La canción Cielito lindo, que como se ha mencionado toma partes de las letras populares andaluces y de la música tradicional mexicana de aquella época, pronto alcanzó la zona del Bajío, en donde la figura tradicional del mariachi de Jalisco incluyó dentro de su repertorio esta canción que fue adquiriendo un carácter popular en nuestro país, para ejemplificar dicho proceso se ha recuperado una crónica del periódico El Informador[3] realizada por José M. Peña.

El relato gira en relación con la verbena del pueblo de Atemajac, Jalisco, que en palabras de nuestro cronista se vaticinaba desde el inicio como lo que sería una gran fiesta popular exitosa, teniendo como saldo sólo seis muertos y tres heridos. Regresando al relato se tiene que el señor Peña, al entrar a un establecimiento se situó en un rústico “aguaje” lugar favorable para dar un vistazo sobre todos los presentes de la verbena. Puso especial atención a tres músicos que por su imagen calificó como "mariachis", resuelto se lanzó a entablar una conversación con el líder de la agrupación que respondía al nombre de Tarasio Martínez, quien confesó ser el mejor de Ixtlahuacán del Río[4], pues no había quien le ganara para organizar gallos[5].

Indagando el cronista un poco más sobre Tarasio, quien antes de ser mariachi había conducido el arado por los paternos lares y pasado por el grado de sargento en las filas revolucionarias, conoció que había llegado hace cuatro días a Atemajac a razón de "que esto se ponía bueno y como hay que buscar el fierro donde se pueda, pues aquí me tiene usted tocando". Respuesta que llevó a la siguiente pregunta ¿qué sabía tocar este mariachi?:

-Cronista: El repertorio de ustedes ha de ser vasto ¿no es verdad?

-Tarasio: ¿Cómo dice usted, jefe?

-Cronista: Digo que ustedes han de saber tocar muchas piezas.

- Tarasio: Pos… sí. Como allá en mi pueblo tocamos en los bailes.

Está ingenua y sencilla conversación entre el cronista y el mariachi, permite deducir algunas consideraciones sobre la migración cultural, elemento clave para entender cómo representaciones tradicionales de una localidad pueden ser conocidas en otras comunidades, lo que conlleva a la creación de expresiones artísticas populares, pues tal como señala Samuel Ramos el “arte se ha encargado de amplificar, como una caja de resonancia, las dimensiones de lo pintoresco”[6].

Primeramente, Tarasio antes de dedicarse al arte de la música se había sumado a las filas revolucionarias, situación que le permitió conocer diversos cantos tradicionales de específicas regiones. En segundo lugar, nuestro mariachi tenía que ganarse la vida de un lugar a otro para conseguir el fierro[7], esto mismo le permitió ir recuperando letras tradicionales de localidades aisladas.  Por último, Tarasio, con gran orgullo aseguraba ser el mejor "gallo" así como tener un amplio repertorio de canciones para armonizar bailes, razón para deducir que nuestro mariachi reconocía aquellos cantos tradicionales que habían adquirido un carácter popular. Se puede señalar que el “mariachi” se volvió el ente encargado de llevar la música tradicional del pueblo de un lugar a otro dando paso a la consolidación de una música popular representativa de la región del Bajío.

Fue cuestión de tiempo para que la canción Cielito lindo fuera incluido dentro del catálogo de un mariachi y con ello ser insertado dentro de los cantos populares de aquella región, no obstante, el fenómeno de la popularidad que alcanzará esta canción junto con el mariachi se explica con la paulatina explotación de ambos elementos a través de los medios de comunicación como el cine, la radio y la televisión, causando que ambas expresiones fueran consideradas representativas de la imagen y sonido de lo propiamente mexicano. 

/cms/uploads/image/file/542104/1.JPGPedro Infante como el mariachi Pablo Mendoza en la película ¡Gitana tenías que ser! (1953).

[1]RAMOS Samuel. El perfil del hombre y la cultura en México. Séptima edición, Madrid, España: Colección Austral, agosto del 2001, p.91.  

[2] ORTEGA MORAN, Arturo. Cápsulas de lengua: Las palabras y sus historias [en línea]. Monterrey, México: Cápsulas de lengua, 2014, p. 38, Consultado en https://bit.ly/32wkpB8

[3] PEÑA, José M. “De Verbena”, en, El Informador. Jalisco, México, 27 de agosto de 1922, año V, tomo XVIII, núm.1786, p.1-2.  

[4] Tierra natal de Tarasio Martínez.

[5] Dentro de la jerga del mariachi significa “Serenata callejera, en general a una novia o prometida”.

[6] RAMOS Samuel. Op. cit. p. 91.

[7] Palabra coloquial para referirse a la cantidad mínima de dinero, especialmente las monedas.