En 1861, Francia, España y Gran Bretaña firmaron el tratado de la Convención de Londres, con el fin de intervenir en México para presionar al Gobierno republicano, encabezado por Benito Juárez, de pagar la deuda externa. La intervención de las tres potencias no se concretaría, ya que Inglaterra y España desistieron de sus intenciones al llegar a un acuerdo con el entonces ministro de Relaciones Exteriores, Manuel Doblado.

No obstante, las fuerzas armadas francesas permanecieron en el territorio mexicano, pues Napoleón III continuó con sus ambiciones de instaurar un gobierno allegado a los intereses de Francia en nuestro continente, proyecto que fue retardado por la victoria de los liberales mexicanos, sobre los franceses, el 5 de mayo de 1862, en Puebla.

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Fue hasta junio de 1863, cuando el general Aquiles Bazaine entró a la Ciudad de México, como parte de la vanguardia del ejército francés. Al año siguiente, Maximiliano de Habsburgo aceptó ocupar el solio de lo que sería el efímero Segundo Imperio Mexicano. Durante tres años Maximiliano intentó administrar un territorio ingobernable, pues a la par que dictaba y promulgaba decretos, tenía que combatir a las reducidas pero fervientes fuerzas republicanas, las cuales se dispersaron por las regiones más inhóspitas del país, para una mejor defensa.

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Tal fue el caso del general Porfirio Díaz quien, tras escapar en 1865 del ejército francés, se lanzó a la misión de erigir su ejército, para lo cual recorrió los estados del sur y en unos cuantos meses revivió al Ejército de Oriente. Señala el historiador Alejandro Rosas, que a Díaz se le nombró jefe de un ejército inexistente: el de Oriente. Por lo que se dio a la tarea de levantarlo y organizarlo para continuar la resistencia contra los invasores.

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Entre 1865 y 1866, Carlos Oronoz, jefe militar imperialista, había logrado avanzar hasta Oaxaca para sofocar la resistencia y capturar a Porfirio Díaz. La estrategia resultó contraproducente, pues después de una serie de enfrentamientos en la región de la Mixteca, las fuerzas invasoras se fueron debilitando, terminando acorraladas en la ciudad de Oaxaca, por el coronel Félix Diaz.

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Durante el sitio, parte de la correspondencia militar del ejército imperial fue interceptada por las tropas republicanas; situación que fue de gran provecho pues, a través de la información incautada, se advirtió del arribo de 1,500 refuerzos austríacos y franceses. Conociendo esto, el general en jefe del Ejército de Oriente, tomó acción y planeó su estrategia.

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Considerando su desventaja en número y armamento —de acuerdo a la relación del general Francisco Leyva los efectivos militares ascendían a un total de 1,100 hombres —, Porfirio Díaz enfrentó al enemigo en el paraje conocido como La Carbonera.

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El 18 de octubre ordenó el avance de dos columnas de infantería —para cubrir ambos flancos—, y la movilización de la caballería por el centro, estrategia que terminó en un doble envolvimiento. El combate apenas duró una hora, pues las tropas austríacas y francesas, al quedar completamente anonadadas, se dispersaron y, a pesar de que intentaron reorganizarse, no lograron reponerse de la derrota.

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Como consecuencia, se consiguió debilitar la moral de las tropas de Carlos Oronoz y capturar a 500 prisioneros; así como adquirir armamento, municiones y vestimenta, lo cual se logró muy a tiempo, para tomar la ciudad de Oaxaca aquel mismo mes, pues obtener recursos era una de las cosas que más apremiaban, tal como lo dejó ver Leyva a Díaz.

En cuanto dinero, me es absolutamente imposible mandarle cosa alguna; porque aunque es verdad que ocupo esta ciudad y el radio en que mando es mayor, también lo son mis necesidades por la organización de toda la administración y por haber reunido las fuerzas que andaban diseminadas en todo el estado. He tenido la necesidad y también el sentimiento de dar de baja a 1,500 hombres de fuerza local, por falta de recursos. 

Carta de Francisco Leyva a Porfirio Díaz, 16 de noviembre de 1866, Colección Francisco Leyva, AGN.

Dentro de este acontecimiento se resalta el papel de todos aquellos que combatieron en aquella batalla decisiva para la nación mexicana, entre ellos el coronel Félix Díaz, hermano del general Díaz; el general Luis Pérez Figueroa, que junto con su brigada se incorporó posteriormente a la toma de Puebla; y el general Francisco Leyva, quien conformaría un amplio archivo —hoy en día preservado en el Archivo General de la Nación—, sobre el Ejército de Oriente y las campañas republicanas.