Ante el asesinato de Álvaro Obregón, presidente electo, el 17 de julio de 1928 en el restaurante La Bombilla a manos del cristero José de León Toral, se desató una crisis dentro de la estructura del Estado, al quedar acéfala por la pérdida de su principal caudillo de la Revolución Mexicana, provocando la rebelión escobarista (1929).

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El cisma se presentó dentro del Ejército y el gobierno mexicano, mientras dos facciones se comenzaron a organizar ante la situación: los callistas y los obregonistas. La primera cerró filas en torno a Plutarco Elías Calles, mientras que la segunda consideró y defendió la idea de que tenían que encabezar, por “derecho hereditario”, el período gubernamental que conduciría Obregón. El enfrentamiento no se dio abiertamente, sino que ambas fuerzas comenzaron a maquinar la manera de llegar al alto mando del Poder Ejecutivo y desde ahí conducir los hilos del Estado.

El entonces presidente Elías Calles, consciente de la perturbación inminente que se presagiaba —lo cual no era un misterio para nadie—, en vísperas al proceso para designar al presidente provisional y definir la candidatura del candidato a la Presidencia de la República, para contender en las elecciones extraordinarias de 1929, anunció ante el Congreso, su proyecto para conjurar la crisis política. Claro, sin ignorar que su plan buscaba consolidarlo como Jefe Máximo, aprovechando la coyuntura por la muerte de uno de los principales caudillos de la Revolución Mexicana.

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La idea central de aquel discurso fue la propuesta de cambiar de un gobierno de caudillos a uno institucional, señalando que “la falta de caudillos va a permitirnos orientar, definitivamente, la política del país por rumbos de una verdadera vida institucional, procurando pasar, de una vez por todas, de la condición histórica del “país de un solo hombre”, a la de “nación de instituciones y de leyes”. Por lo cual propuso al Congreso la designación de un presidente provisional civil.

Esta invitación tenía como alcance llevar al licenciado Emilio Portes Gil —asignado días después de la muerte de Obregón como Secretario de Gobernación—, a la presidencia provisional y cerrar cualquier posibilidad de que los alineados obregonistas, entre ellos el general Manuel Pérez Treviño y el general Aarón Sáenz, llegaran al poder.

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Contar con la fuerza del Congreso no era garantía de un resultado favorable para su candidato, sino que también tenía que tener el apoyo del Ejército Mexicano. Por lo cual el 5 de septiembre de 1928, el presidente convocó, en el Castillo de Chapultepec, a los altos jefes militares con mando de fuerzas, para señalar la actuación que tenía que guardar el Ejército: cooperación, lealtad, desinterés en participar como candidatos y respeto a la decisión que tomarían las Cámaras, fue lo que pidió a los ahí convocados.

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Esta reunión no fue de carácter privado, pues asistieron reporteros a testificar la opinión que expresaron los principales generales sobre el plan del primer mandatario, dejando ver a la opinión publica la lealtad que guardaría el Ejército hacia la transición a un gobierno institucional de carácter civil. Calles consideró que la buena voluntad contaba más en aquella reunión que cualquier pacto o acuerdo firmado; los cuales “salen sobrando” cuando se carece de lo primero.

Al día siguiente, los periódicos, Excélsior y El Universal, dieron a conocer el acuerdo unánime alcanzado por todos los revolucionarios en relación a brindar su apoyo a la presidencia provisional del licenciado Emilio Portes Gil. Las notas se concentraron en recuperar las palabras que habían emitido algunos obregonistas ortodoxos, tal fue el caso de Excélsior, que publicó las palabras emitidas por los generales Pérez Treviño y Gonzalo Escobar. Curiosamente, éste último fue designado para dirigir las palabras al nuevo Presidente de la República:

Yo me siento positivamente orgulloso de haber sido designado para dirigir en estos momentos las palabras… Hago la aclaración sincera que esto correspondería al señor Secretario de Guerra, que es en este momento el representativo del Ejército… Ha tenido esta deferencia y yo he aceptado gustoso. El ejercito de la Nación, yo juzgo que es el defensor genuino de las instituciones de la Republica. El ejército, en estos momentos ve en el licenciado Portes Gil, electo presidente provisional de México, las instituciones de México... Pero repito, con la representación que tengo y con la mía particular, que el licenciado Portes Gil es aceptado y será respetado, no solamente por su encargo, sino por sus principios revolucionarios y porque es una garantía para la Revolución.

"Significativos brindis de los generales Gonzalo Escobar y Pérez Treviño" 6 de septiembre de 1928, Excélsior, p.10.

 

Todo parecía marchar en paz y acorde al plan; sin embargo, un sector obregonista comenzó a reorganizarse para retomar el control del sistema político. La noticia de la designación de Portes Gil motivó a un grupo de diputados y senadores a fraguar una rebelión militar. El 24 de septiembre de 1928, se informó al presidente Calles que los diputados José Dolores Miramontes y Ricardo Topete, habían manifestado su inconformismo en la Cámara de Diputados. Incluso, Topete había acusado abiertamente a Calles de ser el responsable intelectual del magnicidio de Obregón, por lo cual comenzaron a ser vigilados.

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Según lo rendido por el agente número 7, del Departamento Confidencial de la Secretaría de Gobernación, Miramontes se había presentado ante el general José Gonzalo Escobar, justo a su regreso de la Ciudad de México. En la tertulia —en la cual estuvo presente el agente encubierto, al ganarse la confianza de ambas partes—, el diputado expresó al general ideas de subversión con el fin de que:

Desconozca la declaratoria de Presidente provisional y ejecuten actos que tal vez lleguen hasta la rebelión.

Informe del Departamento Confidencial, Ciudad de México, 24 de septiembre de 1928, Archivo General de la Nación, Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales (DGIPS), caja, 178, exp. 2 , p. 118.

Otro involucrado en el informe del agente, era el exsenador José Prieto quien había resultado derrotado en las elecciones de Gobernador por el estado de Chihuahua. Tanto él como Miramontes guardaban algo en común, ambos habían sido derrotados en las elecciones estatales de Chihuahua de 1928, por lo cual habían quedado fuera del gobierno y probablemente provocar la inestabilidad en aquella región y en todo el país fue deliberado, como vía para alcanzar un puesto en el poder.

También aparecían en la lista: Juan T. Burns, quien había fungido como Cónsul General de México en New York durante el gobierno de Venustiano Carranza. Según el reporte, éste mantenía una estrecha comunicación con el general Escobar; Jesus M. Ferreira, comandante de la 5/a jefatura de operaciones militares en Chihuahua, quien actuaría en aquel estado bajo las ordenes de los generales Topete y Abelardo L. Rodríguez, aunque éste último desistiría de colaborar con la rebelión, dando aviso oportuno a Calles.

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A pesar de que los informes de los agentes daban seguimiento y conocimiento del cuartelazo que se estaba ideando en el norte por parte de la facción obregonista, no se hizo nada para impedirlo. Todo parece indicar que se buscó orillar a esa situación para aniquilar la oposición militar, limpiando con ello las filas del Ejército Mexicano de aquellos que habían violado el pacto del Alcázar de Chapultepec.

Cabe señalar que el gobierno mexicano había tomado la iniciativa de modernizar su armamento militar, antes del estallido de la rebelión escobarista. Manuel Ruíz Romero destaca que la Aviación Militar se mejoró con la adquisición de nuevas aeronaves, entre ellas, Douglas equipados con ametralladoras; Stearman de observación y alcance; Douglas O2-M2 equipados con dos ametralladoras; Waco y Vought ‘Corsair’, éste último considerado el Rey del aire.

Finalmente, el 3 de marzo de 1929, el pronunciamiento secundado por el Plan de Hermosillo desató dos puntos de insurrección: el primero en el Puerto de Veracruz, encabezado por el general Jesús M. Aguirre; el segundo se dio en la zona norte, donde el general Gonzalo Escobar se había pronunciado como líder de la rebelión en los estados de Coahuila, Chihuahua, Baja California Norte y Sonora.

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En menos de tres meses, los focos de rebelión fueron aplastados. Los resultados de esta contienda afianzaron el poder de Plutarco Elías Calles, como Jefe Máximo.

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