Nacido el 8 de diciembre de 1882 en Fresnillo, Zacatecas, desde su niñez aprendió el arte de la música, el cual fue perfeccionando. Primero, en 1900, cuando ingresó al Conservatorio Nacional de Música. Posteriormente, en 1904, viajó a Italia, para estudiar en el Liceo Musical de Bolonia. Al concluir, residió en Alemania de 1906 a 1908, en donde perfeccionó sus conocimientos en el piano. Esta estancia en Europa marcó su concepción nacionalista, pues tal como reconoce Eric Hobsbawm, estamos hablando de dos potencias que se estructuraron a partir de principios nacionalistas. Además, su pronto acercamiento a la cultura del romanticismo germano, determinó su estilo estético en sus primeras composiciones.

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A su regreso a México, cerca de 1910, comienza su búsqueda de un movimiento nacionalista dentro de la música mexicana. La dictadura encabezada por Victoriano Huerta, que se visualizó como una continuación del porfiriato, le permitió al sector intelectual del Ateneo Mexicano, asociación a la cual perteneció Manuel M. Ponce, continuar definiendo un proyecto cultural en el cual se pudiera definir lo propiamente de esta nación.

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Dentro de este proyecto se intentó encontrar una música con la cual se pudiera reconocer lo mexicano. Ponce fue una pieza clave de ese movimiento, que se presentó en aquel arte, durante los momentos culminantes de la Revolución Mexicana y que, posteriormente, se continuaría construyendo en el periodo posrevolucionario.

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El compositor reconocería en la música popular de este país el carácter de lo mexicano; al considerar que es en los cantos del pueblo donde se puede encontrar la manifestación melodiosa de la esencia de una nación. Sin embargo, hacía falta la mano del ilustre artista para aprovechar esas melodías e insertarlas a la altura de una sinfonía, de una ópera o de música de cámara. 

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“El pueblo canta, porque necesita esa exquisita forma de expresión para externar sus más íntimos sentimientos. Es el desahogo del alma popular que sufre y calla; y no hace uso de las palabras únicamente, porque sólo la música puede interpretar sus más recónditas emociones. Por eso, la música es la más antigua y la más dulce compañera de la humanidad... Glinka y los cinco rusos han dignificado esplendorosamente los cantos populares de su patria... Ojalá que algún día asome por el otro hemisferio de nuestro horizonte musical, la aurora esperada de arte propio”.

En 1911, señalaría Manuel M. Ponce, emprendió la tarea de intentar recoger los cantos folclóricos de nuestro país para generar una música referente a nivel internacional. Este proyecto no pasó desapercibido por el Gobierno Federal, y en enero de 1914, a través de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, se le proporcionaría 250 pesos mensuales, para que recopilara música popular mexicana. De esa manera podría aprovechar para componer nuevas melodías, en diversos estilos.

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En abril de ese mismo año, el compositor envió su primer informe sobre la comisión que había iniciado. Señaló aquellas canciones que había podido escribir entre febrero y marzo de 1914, entre ellas se encontraba "Las mañanitas", obra que le permitió demostrar aquella idea de tomar los cantos más populares y bajo un arreglo estético de la academia obtener una obra para piano. En palabras de su autor: "Hay entre estas canciones de compás ternario, una en que la inspiración del anónimo autor popular, alcanzó un grado de belleza verdaderamente notable; me refiero a las mañanitas, canto popular de melodía nobilísima y de corte beethoviano. La misma popularidad de esta canción, me exime describirla aquí".

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Además de esta comisión, había sido considerado para integrar otros proyectos, como colaborador en un libro sobre la Historia de la Música Mexicana. Ambos ejes de trabajo para encontrar un sonido nacional llegaron a su fin junto con la caída del gobierno encabezado por Victoriano Huerta. Para el gobierno revolucionario que había tomado la capital del país en agosto de 1914, hubo otras prioridades, por lo cual fue declarada insubsistente la comisión. Sin cabida en el nuevo gobierno, al ser asociado con el huertismo, optó por exiliarse, permaneciendo en Cuba de 1916 a 1918. 

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A su regreso, Ponce seguiría impulsando este movimiento nacionalista dentro de la música, exponiendo gran parte de sus ideas en varias publicaciones, entre ellas la revista Cultura, en donde colaboró con varios artículos relacionados a la música popular y parte de las composiciones que había realizado en 1914. Posteriormente, lanzó su propia publicación Revista Musical de México. En el primer número explicó las razones de por qué aquel primer movimiento, para generar una música propia de México, no había dado los resultados esperados: 

“En la historia de la evolución del arte musical, encontramos con frecuencia largos períodos de estancamiento, siglos enteros de paralización en el área creadora de los músicos, etapas infecundas en las cuales no aparece ningún genio capaz de descubrir nuevos derroteros ni empujar, con su poder innovador, el carro del progreso… La música, en estos tremendos cataclismos, sufre a su vez en su desarrollo evolutivo; pero, se observa con frecuencia, que, después de las conmociones causadas por las guerras, la música sigue su marcha ascendente con más segura orientación, con más luz en sus horizontes.”

Nuestro compositor consideró que la Revolución Mexicana favoreció una revaloración de los valores culturales de la música nacional, al propiciar el conflicto nuevos paradigmas para definir lo mexicano. Sin embargo, al finalizar la etapa más sangrienta de la revolución y al consolidarse un grupo de poder como cabeza del nuevo proyecto de nación, fueron retomados algunos de los ideales de aquel primer movimiento nacionalista que se vio interrumpido por haberse presentado justamente en una etapa convulsa. 

En el caso de la música, Carlos Chávez retomaría el ideal de Ponce, de generar una música mexicana, a partir de las raíces culturales folclóricas del país, único espejo que reflejaba los sonidos verdaderos de lo mexicano. Aunque para esa segunda etapa del nacionalismo musical mexicano, que se comenzó a desarrollar posterior a la Revolución, los intereses del músico habían cambiado.    

El 24 de abril de 1948, Manuel María Ponce Cuéllar dejaría este mundo y un gran legado musical para la nación, preservado actualmente en el Archivo General de la Nación.

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