El suceso bélico conocido como la batalla del Monte de las Cruces, ocurrida el día 30 de octubre de 1810, tiene un lugar destacado dentro de la historia de la lucha por la Independencia por varias razones, la más importante es que, tras el triunfo los insurgentes tuvieron el camino libre para ocupar la Ciudad de México, no obstante, por la decisión del principal dirigente -Hidalgo- se decidió no asaltar la ciudad. Diversos motivos se han elucubrado para explicar por qué Hidalgo decidió no tomar el centro económico, político y social de la en ese entonces Nueva España.

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Por ejemplo, en el tercer tomo de la obra monumental México a través de los siglos, Julio Zárate menciona “unos atribuyen tan inesperada resolución a la falta de plan, de sistema y de objeto determinado que caracterizó los actos todos de Hidalgo, al aturdimiento que produjo en su ánimo el espectáculo de los numerosos muertos (…), otros pretenden explicarla con la situación en que los rápidos movimientos de Calleja colocaron al ejército independiente y con la inacción de los partidarios de su causa en el seno de la misma capital (…), algunos la hacen consistir principalmente en la falta absoluta de parque y en la consideración que tuvo Hidalgo de que entregándose al saqueo de la opulenta ciudad las masas indisciplinadas que le seguían, la noble causa de la insurrección quedaría enteramente desacreditada”.

Para dar una respuesta “objetiva” Zárate refiere que Hidalgo remitió una carta, a un jefe insurgente, donde le explicó el porqué de la retirada de Cuajimalpa: “preciso es atender al único documento oficial que nos ha dejado el padre de la independencia relativo a su marcha hacia el interior 'El vivo fuego que por largo tiempo mantuvimos en el choque de las Cruces debilitó nuestras municiones, en términos que convidándonos la entrada a México las circunstancias en que se hallaba, por este motivo no resolvimos su ataque y sí retroceder para habilitar nuestra artillería (…) esta retirada, necesaria por la circunstancia, tengo noticia se ha interpretado por una total derrota, cosa que tal vez puede desalentar a los pusilánimes’”.

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Lo anterior es recuperado por Carlos Herrejón Peredo, en su libro La ruta de Hidalgo, quien menciona que “Allende y otros jefes deseaban proseguir a México, pero se impuso Hidalgo, quien prefirió retirarse argumentando que sin la seguridad de los partidarios de la ciudad que no se han comunicado y ante la falta de municiones, no es aconsejable arriesgarse, pues el enemigo con muy poca artillería ha hecho estragos. También le pesa ver a muchos de sus indios y castas resfriados, asustados y deprimidos. A las 11 a. m., se levanta el campamento en contramarcha hacia Lerma, adonde llegan al anochecer”.

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A las dos de la tarde del domingo 28 de octubre de 1810, los insurgentes, dirigidos por Miguel Hidalgo y Costilla, entraron a la ciudad de Toluca. Carlos Herrejón narra que “la impresión que tuvieron los toluqueños de aquel movimiento fue positiva: se admiraron del orden con que se condujeron los insurgentes y comentaron que eran ‘gente muy buena’”. El 30 de octubre, las fuerzas revolucionarias se encuentran en Santiago Tianguistenco y emprenden su camino hacía el Monte de las Cruces. Van juntos “Ignacio Allende y Mariano Jiménez, el primero asegura que en la Ciudad de México tiene muchos partidarios. Mientras el jefe realista Torcuato Trujillo, al amparo de la espesura del monte, prepara su defensa.

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A las 11 de la mañana, rompen el ataque los insurgentes al son de cornetas y tambores, estruendo que pronto se diluye en una inmensa gritería”. La batalla se desarrolló en desigualdad de condiciones para ambos bandos. Los insurgentes eran más de 70 mil, los realistas menos de cinco mil, pero bien entrenados y armados, la tropa de los revolucionarios en cambio estaba mal armada y era indisciplinada. Al final de la contienda, relata Carlos Herrejón, “murieron dos mil realistas y más de dos mil insurgentes. Cara victoria. Desde lo álgido de la batalla, muchos insurgentes han desertado, y más, al ver y sepultar a los muertos”. El camino a México fue, así, despejado.

Carlos Herrejón relata, en el libro citado, que “al día siguiente de la batalla Hidalgo, y las principales cabecillas de la insurgencia, esperan que los partidarios de la capital salgan en cualquier momento o manden alguna noticia. No sucede. Entonces, por la tarde, se decide que una comisión parta con bandera blanca, a llevar pliego de intimación al virrey Venegas, quien lo rechaza”.

Hidalgo, con el grueso de su ejército acampó en el sitio donde ocurrió la batalla y permanecieron inactivos los días 31 de octubre y 1 de noviembre de 1810. Estos días fueron de gran angustia y extremo sobresalto para los avecinados en la capital, especialmente para los españoles.

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El 2 de noviembre llegó la noticia a México de que el numeroso ejército independiente levantó su campo y retrocedía lentamente hacia Toluca. En México a través de los siglos se relata que ese día “se alejó el peligro; los ánimos espantados y presa del terror más profundo durante varios días comenzaron a serenarse, y la ciudad, capital del virreinato, como si despertara de opresora pesadilla, respiró más libremente y pronto recobró su aspecto normal y su animado y bullicioso movimiento”. Se añadió que “Aun hoy, tras los muchos años que nos separan de aquella época, no se ha logrado establecer las verdaderas causas que obligaron a los jefes de la revolución, vencedora hasta entonces, a retirarse rumbo al interior desdeñando alcanzar el fruto de sus precedentes victorias”.

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Al retirarse los insurgentes y no invadir a la Ciudad de México, despertaron las intrigas de las autoridades virreinales, quienes aprovecharon el repliegue de Hidalgo y sus huestes para iniciar una campaña “informativa”, señalando que ellos habían sido los vencedores de la batalla en el Monte de las Cruces. Por ejemplo, un año después el virrey invitó a los capitalinos a celebrar el “aniversario de gracias al Todopoderoso por los beneficios recibidos en la batalla del Monte de las cruces, que se ha de celebrar a la portentosa imagen de nuestra señora de los Remedios”.

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