Muchas gracias.

Muy buenos días, es un enorme privilegio estar aquí con ustedes en este Trigésimo Sexto Periodo de Sesiones de la CEPAL que tenemos el honor los mexicanos  de recibir  en nuestro país.

Saludo en primer lugar a la Secretaria de Relaciones Exteriores, a Claudia Ruíz Massieu, quien no solamente está aquí como Titular de la Secretaría, sino además como Presidenta de la Sesión de CEPAL. Muchísimas gracias Canciller por la invitación.

Por supuesto, a nuestra querida Alicia.  Es siempre un gusto verte, Alicia, más gusto nos da verte aquí en tu casa, en tu país, y es muy emocionante escucharte con tantas ideas, con tantas propuestas, críticas y provocadoras.

Saludo también, por supuesto, a la Doctora Mariana Mazzucato, con quien también habrá de hacer algunos comentarios.

Después de revisar este documento tan rico, tan diverso en la temática como es Horizontes 2030, pues es difícil reaccionar en un tiempo corto a todas las ideas que están ahí, así es que no pretendo hacer un comentario global, pero sí decir que tenemos enormes coincidencias con el diagnóstico que aparece en el documento.

En primer lugar me quiero referir a lo que CEPAL en Horizontes 2030 llama el sesgo recesivo. Aquí creo que vale la pena hacer una reflexión, porque si analizamos los datos macroeconómicos de los países desarrollados y en desarrollo, pero sobre todo los países desarrollados, lo que vemos es una disminución en la propensión a consumir.

Si, por ejemplo, en el caso de los Estados Unidos, ustedes analizan la recuperación del consumo a partir de la gran crisis de 2008-2009, observarán que es la recuperación en la tendencia de consumo más lenta que se tiene desde La Gran Depresión.

Es decir, hay algo que está ocurriendo en las economías desarrolladas, en el caso de Europa también, donde los consumidores no están teniendo esta propensión a consumir y, por el contrario, hay un incremento en la propensión al ahorro.

Esto puede tener muchas causas, el martes hacia Alicia alguna referencia a que puede la desigualdad estar jugando un papel en la disminución de la propensión a consumir, pero claramente hay un factor determinante que es la aversión al riesgo.

El evento de 2008-2009 es el evento macroeconómico más significativo que ha experimentado el mundo en décadas, y que, sin duda, ha marcado a una generación en su disposición a tomar riesgos; las empresas, pero sobre todo los consumidores, hoy tienen un menor ánimo para tomar riesgos, como por ejemplo la compra de una vivienda, o expandir sus niveles de consumo.

Y esto, lo que ha generado es una retracción de la demanda agregada a nivel global. Mucho de lo que estamos viendo de este sesgo recesivo, al final de cuentas es un tema de demanda, y creo que aquí la gran pregunta para las economías, particularmente las economías del G20, es cómo tener políticas macroeconómicas  que contrarresten la mayor aversión al riesgo.

En segundo lugar, Alicia se refiere de manera muy enfática a lo que llama el desacople financiero, y aquí, creo que tenemos que entender también los efectos que tuvo nuevamente la crisis de 2008-2009 sobre el sistema financiero internacional, particularmente la política monetaria.

Para nadie es un secreto que la política monetaria en las principales economías desarrolladas, particularmente en los Estados Unidos, el bloque europeo y Japón, hoy vive un periodo extraordinariamente inusual; la expansión monetaria que se generó para evitar que la gran crisis financiera se convirtiera en una segunda gran depresión, hoy está generando distorsiones importantes en el funcionamiento de los mercados financieros.

Mucho de lo que CEPAL describe como el desacople financiero, se puede rastrear a identificar tasas de interés reales negativas, e incluso en algunas economías, tasas de interés nominales negativas. Esto no es un escenario que pueda sostenerse indefinidamente, se están acumulando en el sector financiero global distorsiones diversas; por supuesto, hay una acumulación de liquidez que no se traslada necesariamente a los proyectos, pues porque tenemos tasas de retorno extraordinariamente bajas.

Aquí, lo que el mundo debe encontrar, es cómo restaurar la normalidad monetaria; y creo que este es uno de los retos más importantes que se han enfrentado en la economía global en décadas.

Claramente, la economía desarrollada que está tomando el liderazgo por sus condiciones de demanda interna, es la economía de los Estados Unidos, pero sin duda, esto es un evento de riesgo para los países en desarrollo, incluyendo por supuesto a la América Latina.

La normalización de la política monetaria en los Estados Unidos es algo que no solamente es inminente sino que es profundamente deseable, sabemos que las tasas de interés en Estados Unidos deben de regresar a la normalidad para evitar que se sigan acumulando  desequilibrios en el sistema financiero global, sin embargo, esto representa un reto para los flujos de capitales y la disponibilidad de inversión para la región latinoamericana.

Coincidimos plenamente en señalar cómo el cambio climático –me gustó la frase que dijo Alicia- es tal vez, la mayor falla del mercado de la historia y por lo tanto la urgencia de establecer políticas públicas coordinadas para enfrentar el cambio climático y creo que aquí tenemos oportunidades no solamente retos, como bien lo ha dicho Alicia, y claramente el gran reto que es la desigualdad.

La desigualdad, no solamente como un objetivo de política pública, sino como un instrumento para crecer. “No solamente crecer para ser más iguales sino ser más iguales para crecer”

Y ante esto permítanme hacer con ustedes una reflexión. Permítanme presentar para la discusión una pregunta ¿ante el diagnóstico que nos presenta la CEPAL, necesita América Latina más mercado o menos mercado?, ¿Necesitamos ir a una economía donde se fomente la libre competencia, donde se fomente el sistema de precios? o, ¿debemos ponerle límites al mercado?

La respuesta que damos desde México es con convicción, América Latina y México necesitan, sin lugar a dudas, más mercado, no menos y decía Alicia y permítanme ilustrarlo de esta manera, una de las cosas que propone CEPAL es acelerar la eficiencia schumpeterial.

Para quienes no son economistas, Schumpeter, aquel importantísimo economista que acuñó la frase de la “destrucción creativa” este proceso mediante el cual lo nuevo sustituye a lo viejo en un proceso de innovación, de creación de valor agregado y sobre todo de productividad y la pregunta es ¿cuál es el sistema económico que es más eficaz para generar esta eficiencia schumpeteriana, esta destrucción creativa?

La historia económica de la humanidad nos lo dice con enorme claridad: es la economía de mercado. Es la economía de mercado que a través del libre juego de la oferta y la demanda, donde el sistema de precios transmite correctamente los incentivos y refleja (…) de los bienes y servicios que asigna correctamente los recursos.

Ante los enormes retos que tenemos: el cambio climático, la desigualdad y sobre todo, la innovación tecnológica, las economías que tengan mayor capacidad de reasignar recursos de manera eficiente, son las que van a resultar ganadoras. Sólo las economías que tengan eficiencia para que los recursos humanos, materiales y financieros se destinen a los sectores dónde van a ser más productivos, van a poder ganar en el siglo XXI y estas van a ser las economías de mercado donde los mercados funcionen apropiadamente.

Si ustedes están de acuerdo conmigo que para lograr estas eficiencias, ésta adaptación a lo nuevo que requiere América Latina necesitamos más mercado, Entonces la pregunta es: ¿Qué le hace falta a nuestra economía de mercado, a la economía de mercado latinoamericano? Y aquí creo que hay dos elementos en los cuales tenemos una enorme oportunidad de política pública que es hacer que nuestros mercados sean más abiertos y más incluyentes.

¿A qué me refiero con que sean mercados más abiertos?

La economía de mercado funciona cuando hay competencia, cuando no hay competencia y prevalecen los oligopolios y prevalecen los privilegios y las barreras a la entrada, la economía de mercado no genera el resultado que puede generar, al contrario, genera rentas, genera actividades sumamente improductivas, genera rezagos, bienes de mala calidad, inhibe la innovación, y desafortunadamente muchas de nuestras economías adolecen de enormes barreras a la entrada.

En la agenda de reforma estructural, de reformas estructurales tan profunda que ha impulsado el Presidente Enrique Peña Nieto en México, tal vez el elemento, el común denominador más importante es fomentar la competencia, les pongo como ejemplo tres sectores:

El primero el sector telecomunicaciones, donde a través de modificaciones muy radicales a la Constitución y a la leyes se ha abierto el sector de las telecomunicaciones a la competencia y lo que estamos viendo es que hoy en México se está realizando una inversión histórica en telecomunicaciones y los precios, por ejemplo, de telefonía móvil están cayendo de manera muy acelerada.

El año pasado la telefonía móvil en México tuvo una reducción en promedio de costos del 18% para la población, para las familias y para las empresas, aquí es un caso muy evidente donde la competencia en un sector que además hoy es crítico, un sector transversal para toda la economía, hoy está generando productividad, está generando innovación.

Un segundo caso es el sector financiero, donde en México se llevó a cabo una reforma financiera, se modificaron muchas leyes, 34, se hicieron modificaciones muy profundas pero con un objetivo fundamental, que exista más competencia entre los bancos en México y lo que estamos logrando es que en México haya más crédito y sea más barato, así de simple.

Los datos ya lo acreditan, la penetración del crédito como porcentaje del PIB a partir de la aprobación de la reforma financiera ya es de 7 puntos adicionales y continúan disminuyendo las tasas de interés reales, al tiempo que se fortalecen los balances de los bancos. Esto es otra vez un ejemplo de que la competencia permite beneficiar al consumidor.

Y por supuesto el sector energético, donde no solamente teníamos un régimen de monopolio, sino de monopolio público que es talvez la antítesis más alta de la competencia, hoy México se ha abierto por completo tanto en electricidad como en petróleo y gas y estamos en un periodo talvez de los de mayor actividad y de atracción de inversiones al sector energético en la historia de México y donde también empezamos a observar ya caídas en los precios al consumidor.

Se están generando eficiencias para la economía, es decir, estamos apostando a abrir una economía donde el mercado no necesariamente era propenso a la competencia, a quitar barreras a la entrada y hacerlo más competitivo.

La reforma en materia de competencia donde se creó una institución autónoma con mucho mayores facultades, empieza a generar ya en México investigaciones específicas que abrirán sectores a la competencia.

Y el otro elemento es que los mercados sean incluyentes, una economía de mercado no funciona donde una parte muy importante de la población no está en el mercado realmente.

Y aquí hay dos elementos clave:

El primero es la informalidad, quien está en la informalidad está fuera del mercado, esa no es la economía de mercado que queremos, queremos mercados formales y por lo tanto los esfuerzos que se han hecho en la región para incorporar a la formalidad a millones de ciudadanas y ciudadanos tienen que continuar.

En México a raíz de la reforma hacendaria hemos logrado, y de otros esfuerzos de política pública, hemos logrado revertir una tendencia que teníamos de casi 15 años de crecimiento de las tasas de informalidad. Finalmente está descendiendo la informalidad, está creciendo la base de contribuyentes, está creciendo por supuesto la incorporación a la formalidad.

Y la exclusión financiera es otro elemento sin el cual no funcionan los mercados, en sociedades en las cuales tenemos millones de familias, de personas que no tienen acceso al crédito, al ahorro, a los seguros médicos, a los seguros de vida, no podemos decir que eso sea una economía de mercado que función.

Tenemos que tener políticas públicas específicas para atraer al sistema financiero a quienes hoy están fuera, tener un sistema financiero genuinamente incluyente, y aquí tenemos una gran oportunidad que es la tecnología, la tecnología particularmente de las telecomunicaciones y el acceso móvil a las telecomunicaciones que nos está permitiendo abrir oportunidades de acceso financiero que antes no existían.

A final de cuentas lo que queremos son mercados en los cuales el esfuerzo, la creatividad, el empeño de los emprendedores esté orientado a crear valor, no a la captura de rentas. Queremos una economía de mercado donde lo que distinga a los ganadores de los perdedores es quién tuvo la mejor idea, quién tiene la mejor propuesta de un nuevo producto o servicio y no quién tiene las mejores relaciones públicas o los mejores contactos como desafortunadamente ocurre muchas veces en las economías latinoamericanas.

Por eso es clave que si queremos combatir la desigualdad fomentemos la competencia, tengamos mercados verdaderamente abiertos e incluyentes. Porque a final de cuentas, insisto, el cambio tecnológico lo tenemos que ver no como una amenaza sino como una gran oportunidad.

Alicia nos ponía en la lámina, nos decía todas estas nuevas tecnologías, por ejemplo, la inteligencia artificial, el aprendizaje de máquinas, la nanotecnología. Yo creo que no debemos de verlo, y aquí hablo no solamente como Secretario de Hacienda de México sino simplemente como habitante de este planeta, lo tenemos que ver como una gran oportunidad.

Creo que desde la invención de la máquina de vapor no habíamos estado frente a una transformación productiva como la que estamos observando. La pregunta es ¿cómo vamos a convertir esto en una oportunidad? Y esto solamente lo vamos a lograr si tenemos un sistema económico que tenga una gran capacidad de adaptación, que tenga agilidad para mover los recursos humanos, materiales y financieros, a donde deben de estar para ser productivos en este nuevo entorno y eso es una economía de mercado que funciona.

Es una economía de mercado donde los precios realmente transmiten las señales correctas para la asignación de recursos, donde se protegen los derechos de propiedad, donde se cumplen los contratos y donde el comercio predomina sobre las decisiones burocráticas.

Finalmente, una reflexión sobre el entorno. Creo que los gobiernos de América Latina tenemos que enfocarnos hoy en día en tres grandes prioridades. La primera: la estabilidad, es un entorno sumamente complejo, la desaceleración del crecimiento, la caída de los volúmenes de comercio, la caída del precio de las materias primas, incluyendo el petróleo, representan un reto muy importante para la economía de la región y tenemos que proteger sobre todo en primer lugar la estabilidad. Sabemos, lo hemos aprendido de manera muy dolorosa en la región, cuando se pierde la estabilidad es cuando realmente nos metemos en problemas de pobreza y de destrucción de valor.

Por lo tanto, tenemos que cuidar la estabilidad y eso implica que tenemos que evitar episodios o crisis de balanza de pagos. Significa que tenemos hoy que tener políticas fiscales responsables, creíbles y que trabajen de una manera armónica con la política monetaria, y la política monetaria tiene que tener credibilidad y para eso se requiere plena autonomía de los bancos centrales en América Latina, como afortunadamente la tenemos en México.

Segundo, éste no es momento para aflojar el ritmo del cambio estructural. Al contrario, aquí hay una oportunidad para acelerar el cambio estructural, un cambio estructural que esté fundamentalmente orientado a reducir las barreras de entrada a los mercados, a fomentar la competencia económica.

Y tercero, creo que las economías de América Latina tenemos que atrevernos a hacer política industrial de mercado. Una política industrial donde no se pretenda que el Estados sustituya las decisiones de mercado pero donde sí generemos incentivos específicos para que los mercados puedan dirigir su capacidad creativa a donde más la necesitamos.

Les quiero poner un ejemplo y con esto termino. En México acaba el Congreso de la Unión de aprobar una Ley Federal para el Establecimiento, por primera vez en nuestra historia, de Zonas Económicas Especiales. Zonas Económicas Especiales para el Sur del país, porque la apuesta para desarrollar los estados pobres del país no puede seguir siendo solamente el asistencialismo y las estrategias de contención política, necesitamos apostar a integrar al México pobre, al México del sur a la globalidad, a la competencia y a la productividad. Y para eso hay herramientas que han funcionado en otros países que implican incentivos fiscales, que implican el uso de políticas industriales específicas, creación de infraestructura, y una gran participación del sector privado para generar una nueva vía de crecimiento económico que sea incluyente, pero sobre todo productivo. A este tipo de iniciativas es a los que se ha referido el Presidente de la República y se refiere el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 como democratizar la productividad.

Felicito a todo el equipo de CEPAL y principalmente a nuestra querida Alicia por este extraordinario documento que amerita una profunda reflexión en cada uno de sus capítulos, pero sobre todo que nos debe de llevar del análisis a la acción; una acción para crecer con igualdad y sobre todo fomentar la igualdad para crecer de manera más incluyente y crecer más.

Muchas gracias y muchas felicidades.