Restablecer el simbolismo del águila real en el escudo de una nación que acababa de lograr su independencia, respondió en los albores del siglo XIX a la necesidad imperiosa de los insurgentes de recuperar el cordón umbilical del México independiente con el México prehispánico.

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Posada sobre un nopal, el águila sagrada representaba a Huitzilopochtli, dios solar y de la guerra, a quien también se identifica con el sol, al ser el ave que vuela a mayor altura, tal como lo hace el astro, y es la representación misma del dios tutelar de los mexicas.

 

Huitzilopochtli dio a los antiguos mexicanos las señales del sitio exacto donde habrían de erigir la gran Tenochtitlan. Y de ese pasaje guardado en la memoria de los tiempos, bajo el reinado del rey tenochca Moctezuma, un artista anónimo esculpió el Teocalli de la Guerra Sagrada, donde en una cara aparece el tlatoani (Moctezuma) y el numen Huitzilopochtli flanqueando una imagen solar, y en el anverso un águila parada sobre un nopal surge de Tlaltecuhtli, la Tierra, en medio del lago de Texcoco.

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El dominico fray Diego Durán relata  en su Historia de las Indias de la Nueva España e islas de la tierra firme que en la imagen del águila plasmada en el Teocalli de la Guerra Sagrada de su pico surge el atlachinolli, símbolo de la guerra, que bien puede confundirse con una serpiente. Ahí se unen los componentes del emblema de Tenochtitlan: el águila, el nopal y la ausencia-presencia del ofidio.

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Señala el Códice Durán que el ave aprisiona entre sus garras pájaros que devora con su pico, pero también advierte de la figura de la serpiente, ya que en una lámina presenta un águila que devora pájaros y otra que agarra una serpiente. El antropólogo Eduardo Matos Moctezuma esclarece estos pasajes de la historia en su artículo El águila, el nopal, ¿y la serpiente? De la realidad al símbolo; del símbolo a la realidad, donde rememora además el inicio de la lucha armada en 1810, cuando Miguel Hidalgo y Costilla porta el pendón con la imagen de la Guadalupana. Luego, al recaer el mando en José María Morelos, este adopta además la efigie del águila parada sobre el tunal, como lo atestigua una bandera de su ejército de 1812.

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Se sobrepuso así el águila y el nopal, figuras evocadoras de antiguas creencias, porque redimirlos respondía a la necesidad imperiosa de los insurgentes de volver a instaurar el cordón umbilical del México independiente con el México prehispánico, negado y destruido por los españoles. Esta es una de las razones principales para que el antiguo símbolo de Huitzilopochtli y de la ciudad tenochca fuera elegido para ocupar su sitio en la bandera y el escudo de México.

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Al llegar a su fin la guerrra de Independencia el 24 de febrero de 1821 y formarse el Ejército Trigarante, Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero adoptan la bandera de franjas diagonales con los colores que hasta hoy prevalecen –verde de la independencia, blanco de la pureza de la religión y rojo de la unión, con una estrella cada uno—, pero el 2 de noviembre del mismo año, también por decreto, aparecen los mismos colores pero en posición vertical, y sobre el blanco el símbolo tenochca del águila sobre el nopal portando una corona imperial. La corona desaparecería también por decreto dos años después.

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Los hitos de la historia del lábaro patrio con el águila al centro registran el año 1892, cuando Porfirio Díaz decreta colocar al águila real de frente sosteniendo a la serpiente con la garra derecha y una rama de oliva debajo del nopal.  Permaneció así hasta que Venustiano Carranza decretó el 20 de septiembre de 1916 incorporar al águila de perfil parada sobre un nopal y sosteniendo en el pico una serpiente de cascabel, ornada por un semicírculo de hojas de laurel y encino.

El escudo que apareció impreso por primera vez en la edición original de la Constitución de 1917 lo realizó Jorge Enciso, artista que abrevó en el cosmopolitismo de finales del siglo XIX y se nutrió en los aires nacionales de principios del siglo XX. Enciso laboraba en la entonces Dirección General de Bellas Artes y era inspector de la oficina de Monumentos Artísticos e Históricos, donde se hunde una de las raíces del actual Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Auxiliado por otro artista, Antonio Gómez, Enciso giró hacia la izquierda y colocó de perfil el cuerpo del águila que había logrado transitar como centro de nuestro emblema bajo muy distintas modalidades en todos los gobiernos mexicanos anteriores al nuevo Estado revolucionario. Incorporó la iconografía del México antiguo al plumaje del águila, lo que redundó en el moderno acento primigenio de la entrañable escena fundacional a la que remiten el águila y la serpiente.

En 1973 Luis Echeverría Álvarez ordenó el diseño actual que presenta un ave más esbelta y erguida, de penacho erizado, sosteniendo en el pico una serpiente de cascabel, las alas más juntas y un nopal extendido de manera horizontal enraizado en la tierra que emerge del agua. La guirnalda de encino y laurel unidos con festón tricolor complementan el cuadro estético y simbólico.

El águila real voló así a través de la historia, desde el mito fundacional de Huitzilopochtli, hasta las alturas del escudo nacional.