Los niños representan uno de los vehículos más importantes de las comunidades indígenas y rurales para transmitir saberes y conocimientos sobre su entorno natural, los cuales les son útiles para su existencia, expresó en entrevista, Aurora Montúfar López, especialista en arqueobotánica del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a propósito de la celebración del Día del Niño.

Jugar con los frutos de ciertas plantas; diferenciar entre la flora comestible y no comestible; imitar a sus familias cuando elaboran artefactos con fibras vegetales, u otros materiales naturales; y participar en los rituales religiosos de la comunidad son algunas de las maneras en las que los niños aprenden a reconocer la importancia de la naturaleza en su vida social y cultural, así como a reconocerla, protegerla y hacer uso de ella en beneficio de su comunidad, de acuerdo con la especialista.

“Ellos se crean un concepto de conservación de su entorno natural –agregó. El conocimiento que adquieren a muy corta edad, en cuanto a su entorno natural y a sus usos rituales o prácticos, lo van a transmitir de mayores las nuevas generaciones, porque son los papás quienes enseñan a los niños a distinguir las plantas que son útiles, ya sea por su importancia medicinal o por su relevancia comestible, de las que no lo son o de las que tienen otros aspectos utilitarios. Entonces, el niño va aprendiendo a valorar y conservar la naturaleza que lo rodea”.

 

Los niños en el ritual de petición de lluvias de Temalacatzingo, Guerrero

Aurora  Montúfar ejemplifica con la activa función social que tienen los niños en el ritual de petición de lluvia, de la comunidad nahua de Temalacatzingo, Guerrero, donde los niños reciben y transmiten saberes sobre el entorno natural y sus aspectos simbólicos y religiosos.

De acuerdo con la arqueobotánica, los niños participan en el ritual de petición de lluvia, en el que la comunidad se vuelca para colectar flores que adornan la Santa Cruz. La celebración comienza desde el 25 de abril, el Día de San Marcos, a las 03:00 horas, pero las familias trabajan desde un día antes en la casa del mayordomo y es notable la presencia de los niños, que van aprendiendo los simbolismos de ciertas plantas en sus rituales religiosos.

“Me llama la atención porque en este ritual participan los niños, que son hijos de agricultores y, como tales, requieren de la lluvia para la producción del maíz.

Al término del ritual se reparten los adornos que constituyeron la ofrenda y los niños tratan de ganar una de esas flores para llevarla a su casa y ponerla detrás de nuestra puerta, para su protección y salud, así como para obtener el beneficio de la lluvia en sus cultivos, según explica la especialista.

El caso de la comunidad nahua de Temalacatzingo es un ejemplo claro de cómo los niños ayudan a conservar la cosmovisión de sus comunidades, a partir de su relación directa con la naturaleza.

 

Los niños hacen figurillas de masa de amaranto de los dioses

En el referido ritual –añadió-- desde la época prehispánica, existe la tradición de recrear dioses como Huitzilopochtli, en masa de amaranto y maíz que se hacía al amparo del humo del copal. Entre las figuras que se forman destacan unos angelitos de masa, animales, granizo y una gran serpiente.

“Pero lo interesante es que los niños son quienes, dirigidos por un adulto, deben participar en la elaboración de esos angelitos, porque son los que van a traer la lluvia; y de acuerdo con la tradición mesoamericana, los angelitos equivalen a los tlaloques, que son los ayudantes de Tláloc encargados de repartir la lluvia por la tierra en vasijas”, explica.

Para Aurora Montúfar, estas concepciones cosmogónicas son trasmitidas de los abuelos a los nietos, pues son ellos quienes les cuentan estas historias y heredan así su cosmovisión. “Es una forma de transmitir el conocimiento oralmente y la aprenden físicamente mediante el ritual”, indica.

 

Niños, naturaleza y oficios

Aunque la participación ritual no es la única manera de los niños de adquirir conocimientos sobre la naturaleza que los rodea, sino también a través del juego, pues “hay plantas que tienen frutos en forma de canicas, como la piocha, que los niños las recolectan y juegan con ellas; o los coyoles de las zonas tropicales que los usan para sus juegos, así aprenden de su entorno natural”.

El juego también es importante para dar continuidad a las tradiciones en los oficios o en la creación de cierto tipo de arte popular.

Por ejemplo, “en las zonas donde hay artesanos que se benefician de las plantas para hacer ciertos artefactos, como las canastas o los petates, los niños aprenden a conocer la palma, cada uno de sus tipos, y después participan tejiendo ellos mismos elementos como los que hacen sus papás, pero en chiquito, en juguetes#.

Indicó que gracias a la relación que los niños tienen con la naturaleza que los rodea, y la participación activa en su comunidad, los infantes adquieren conocimiento no sólo sobre su entorno, sino sobre sus oficios, sus rituales y, sobre todo, adquieren un ejemplo de vida que les da identidad.

Información: GOE

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