Con el objetivo de derrumbar los mitos que existen sobre la violencia en el noviazgo, así como alertar a la comunidad universitaria sobre el riesgo que corren al caer en esa situación, se realizó la conferencia Violencia en el noviazgo, cultura de la paz y comunidad libre de violencia.

De acuerdo con Irene Regina Casique Rodríguez, investigadora del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, y encargada de la ponencia, “la violencia en el noviazgo es, desafortunadamente, una experiencia relativamente común. El problema está difuminado no sólo aquí en México, sino en todas las sociedades donde se han levantado encuestas sobre el tema. Ello nos debe impulsar a prestar toda la atención posible a la prevención y eliminación de esta situación”.

Añadió que la mayoría de las encuestas sobre violencia de pareja en México han capturado solamente información en torno a las agresiones ejercidas en contra de las mujeres, pero muy pocas han dado cabida a la que reciben los hombres por parte de sus parejas, aunque, admitió, “no se dan en la misma magnitud, sobre todo, no con las mismas consecuencias”.

La violencia en el noviazgo es todo acto, actitud o expresión que genera, o tiene el potencial de generar daño emocional, físico o sexual a la pareja con la que se comparte una relación afectiva íntima.

De acuerdo con la doctora Regina Casique, existen tres tipos de violencia que se ejercen en el noviazgo: emocional, física y sexual. Hay un cuarto tipo de violencia, que es la económica, pero como por definición los novios no viven juntos, es más difícil que se dé este tipo.

La más frecuente es la violencia emocional o psicológica y consiste en actos u omisiones que se expresan a través de prohibiciones, coacciones, condicionamientos, intimidación, amenazas, insultos o actitudes devaluatorias. Las agresiones de este tipo tienden a humillar, ofender, asustar y tienen graves repercusiones en la autoestima, seguridad y estabilidad emocional de las personas.

Por su parte, la violencia física es la que se comete directamente en el cuerpo de una persona, haciendo uso de la fuerza física o algún tipo de arma, objeto o sustancia y que puede provocar o no lesiones internas o externas.

Definió la violencia sexual como la tentativa o realización de un acto sexual no deseado, aquí entran las insinuaciones sexuales no deseadas o las acciones para comercializar y utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante la coerción, y agregó que “este punto es muy importante entre las más jóvenes, pues si tu pareja se niega a que se protejan [durante el coito], pero tú sí quieres, eso también constituye violencia sexual”.

De igual forma, comentó que la violencia en la pareja repite un mismo ciclo que se divide en tres estadios: el primero es la acumulación de tensión, que puede empezar con burlas sobre lo que el sujeto que sufre la violencia habla o hace. En esta parte del ciclo hay gritos y amenazas bajo la excusa de que haces las cosas mal.

En la segunda etapa [explosión violenta], sin importar si el sujeto ha hecho cosas para evitar el enojo de la otra persona, llega el momento de la agresión.

“En esta etapa ya no hay posibilidad de explicar por qué se dio el hecho violento. Independientemente de lo que haga la víctima algo genera el enojo y, por consiguiente, el acto agresivo”.

Por último, en la etapa llamada Luna de miel, el agresor promete que no va a volver a actuar así y la persona agredida cree que la relación cambiará y vuelve a confiar.

“Lo complicado de la violencia en el noviazgo es que se da dentro del marco de una relación afectiva, queremos a la otra persona y no deseamos perder ese afecto o ese sentimiento que sentimos, entonces nos aferramos, tanto el agresor como la víctima, en recuperar la relación.

“El problema es que este círculo de agresión y perdón nos hace caer en una espiral de violencia, donde los actos agresivos poco a poco se vuelven más frecuentes y con mayor intensidad”.

Vivir este tipo de violencia puede repercutir a largo plazo, con la llamada transmisión intergeneracional, pues “cuando somos niños y recibimos violencia por parte de nuestros padres o cuidadores o simplemente somos testigos de esa violencia, se incrementa la posibilidad de que seamos violentos con otros niños. Cuando crecemos, esa violencia sufrida potencia la probabilidad de ser agresores o víctimas”.

De acuerdo con la doctora Casique Rodríguez, las consecuencias de sufrir violencia emocional son muchísimas, entre ellas están la pérdida de la autoestima, miedo a expresar los sentimientos, depresión, ansiedad, tristeza, abuso de alcohol o drogas, fobias y trastornos de pánico, así como suicidio o ideas suicidas.

Debido a los estragos que ocasiona, la doctora exhortó a acabar con los mitos que giran alrededor de la violencia en el noviazgo, como que los celos son una expresión de amor, que la violencia de pareja es un asunto privado o que el valor de una persona está en función de tener pareja y de conservarla.

La conferencia Violencia en el noviazgo, cultura de la paz y comunidad libre de violencia, se realizó gracias al proyecto denominado Cultura de la igualdad de género en la Universidad Pedagógica Nacional.