Señor presidente, Dennis Francis, amigo:
Reciba, a nombre de México, nuestras fraternas felicitaciones por su elección al cargo. América Latina y el Caribe se siente plenamente representada bajo su presidencia, muestran el compromiso de nuestra región con los propósitos de esta entrañable organización.
Señor presidente, jefes de Estado, colegas ministras, ministros, excelencias:
Hoy, Naciones Unidas tiene ante sí un reto de enormes proporciones para cumplir con la esencia de su mandato, preservar a la humanidad del flagelo de la guerra, promover y proteger todos los derechos humanos, asegurar la vigencia del derecho internacional y promover el bienestar de las personas, con sostenibilidad ambiental.
Me emociona, profundamente, regresar a esta sede de la Organización de las Naciones Unidas, a la que serví con orgullo por décadas, en esta ocasión, representando al gobierno de mi país: México. Qué honor.
Un país que vive hoy un proceso de profundas y progresistas transformaciones. Me honra reportar su voz y representar a México en el mundo.
Reciban un saludo del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Nuestros pueblos enfrentan serias amenazas a la paz y a la seguridad internacional. Tenemos más de 50 conflictos armados y la proliferación de armas nucleares; el agravamiento de la multiplicidad de crisis, desde humanitarias hasta climáticas; la migración forzada de millones de personas; el incremento más alto de la desigualdad y la pobreza, con 165 millones de pobres en tres años.
El desafío de la salud, el riesgo de nuevas pandemias en un contexto, por cierto, de crecientes cuestionamientos sobre la pertinencia del multilateralismo y sus instituciones.
Pero, no cabe duda, que nuestra acción internacional pierde legitimidad cuando nuestras resoluciones, nuestras resoluciones no se traducen en beneficios concretos para las personas, para el planeta, para la prosperidad.
La Agenda 2030 requiere de una acción urgente para rescatarla. De acuerdo con las palabras del secretario general, António Guterres: la pandemia inhibió el avance hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Pero la trayectoria, antes de la pandemia no era alentadora, y el contexto actual de incertidumbre macroeconómica y geopolítica, exigen medidas ambiciosas e inmediatas.
Porque el estancamiento en el cumplimiento de los ODS no es una métrica abstracta, estamos hablando de centenas de millones de personas que viven en la pobreza, en la inseguridad alimentaria para niñas y niños, un medio ambiente en crisis.
El futuro de las personas y el planeta no depende del azar, depende de las decisiones y acciones políticas que tomemos, guiados por la Agenda 2030.
Y aquí, la desigualdad es el gran desafío, porque no basta con reducir la pobreza, se requiere un cambio de paradigma de desarrollo que redistribuya el poder y la riqueza, y que cierre las inaceptables brechas y asimetrías entre ricos y pobres, y entre países.
La igualdad no se trata solo de titularidad de derechos. La desigualdad es ineficiente desde el punto de vista económico, y por ello es necesario igualar para crecer, y crecer para igualar.
Porque ya no estamos en una época de cambios, estamos en un verdadero cambio de época, y esto requiere repensar el desarrollo, poner a la igualdad en el centro.
Y tanto a escala nacional como internacional, el logro de los ODS depende de una visión de justicia social y solidaridad, que incluye, por cierto, la movilización de recursos financieros necesarios y la reforma urgente del Sistema Financiero Internacional.
Ante este complejo contexto, México seguirá encontrando fuerza e inspiración para su acción internacional en los propósitos y principios de la Carta de Naciones Unidas, porque en el andamiaje institucional que hemos construido, casi ya a 80 años, hemos encauzado la cooperación internacional.
Y México ha liderado y seguirá proponiendo toda iniciativa que busque mejorar la vida de las generaciones presentes y futuras, propugnando por una paz y seguridad verdaderas y duraderas, un desarrollo sostenible, igualitario, resiliente, incluyente, con pleno e irrestricto respeto de los Derechos Humanos.
El anhelo de transformación y el quehacer de nuestro gobierno se ha volcado, precisamente, hacia la transformación del modelo de desarrollo para construir más y mejores bienes públicos, garantizar derechos con responsabilidad fiscal sobre la base de una premisa básica: “Por el bien de todos, primero los pobres”.
Nuestro gobierno ha evidenciado la urgencia de recuperar el rol del Estado para regular las relaciones entre el mercado, el Estado y la sociedad, e implementar políticas estructurales transformadoras.
Se trata de devolver a nuestro pueblo la esperanza. La esperanza de un país más justo, igualitario, para no dejar a nadie atrás y a nadie afuera. Y, en ese sentido, en los últimos años se han logrado sacar de la pobreza a cinco millones de personas.
Experimentamos el mayor aumento en el salario mínimo de nuestra historia y una densa red de programas sociales que extienden los derechos a toda la población.
Pero aspiramos a una visión de igualdad entre todas las naciones, donde se cierren las brechas y asimetrías entre países. Apostamos a la eliminación de la cultura de los privilegios, privilegios que niegan derechos.
México reitera la importancia de la sostenibilidad ambiental, como parte estratégica del desarrollo y no como una externalidad; y la relevancia de transitar hacia políticas industriales y productivas verdes, azules, que generen empleo, que disminuyan la huella ambiental, pero, además, que incorporen la contribución y la complejidad de los ecosistemas y sus servicios a la economía y al bienestar.
Implementamos con fuerza el Acuerdo de Escazú y la defensa de los defensores del medio ambiente, los que dan la vida por la vida.
Firmamos el Acuerdo relativo al Uso Sostenible de la Diversidad Biológica, el que se llama BBNJ, por sus siglas en inglés, y hacemos votos porque entre pronto en vigor.
Queridas amigas y amigos:
El cambio climático es la mayor falla del mercado de todos los tiempos, así lo dijo Nicholas Stern, y hoy, es uno de los mayores riesgos globales. Las estimaciones de los costos, derivados de sus efectos, muestran que no solo va a afectar el crecimiento económico, sino a los sectores más vulnerables.
Reiteramos nuestro compromiso por avanzar con el Acuerdo de París, pero enfatizamos la importancia del financiamiento para enfrentar el cambio climático y darle prioridad a la adaptación, sobre todo, para apoyar a las naciones más vulnerables en nuestra región, el Caribe primero.
En complemento a esta Asamblea General, México participó y ha participado en la Cumbre de los ODS, el Diálogo sobre Financiamiento, la Cumbre sobre Acción Climática y la Reunión de la Cumbre del Futuro.
Abogamos por una profunda reforma de la arquitectura financiera internacional, que atienda las profundas asimetrías entre países, que ponga prioridad a los países altamente endeudados con nuevos instrumentos, con una redistribución de derechos especiales de giro para ampliar el espacio fiscal de países en vías de desarrollo o bien, el alivio de la deuda a cambio de servicios ambientales. Nos sumamos a la iniciativa de Bridgetown 2.0, propuesta por Barbados.
América Latina y el Caribe, aprendimos una muy dura lección durante la pandemia, por la falta de la solidaridad global, y la imperante urgencia que tenemos hoy día es de impulsar, desde la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, la CELAC, iniciativas como el Plan de Autosuficiencia Sanitaria, la Agencia Regional de Medicamentos y el Fondo de Adaptación Climática. Apoyamos, en ese sentido, a nuestro querido Ralph Gonsalves, como presidente de CELAC.
México busca acuerdos en todos los temas de la agenda multilateral porque nos interesa acercar posiciones sin excluir a nadie, pero vivimos tiempos inéditos que requieren la suma de más voluntades para darle voz a todos los pueblos del Sur Global, al que México pertenece por historia y convicción.
Por tanto, México está considerando participar en los debates y empeños del Grupo de los 77 más China, en aquellos temas y foros en los que podamos contribuir a fortalecer la posición negociadora del Sur Global. Pronto someteremos una propuesta al Grupo de los 77 más China para su consideración.
México, y quiero reafirmar ante ustedes, la vocación histórica de México por priorizar el diálogo, el entendimiento en favor de la paz y el arreglo pacífico de las controversias. Se trata de una vocación que se nutre en nuestras más hondas convicciones para la defensa decidida de las mejores causas de la humanidad.
En nuestra región, participamos como país garante de la Mesa de Diálogo de Paz entre el Gobierno de la República de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional.
Asimismo, participamos en la búsqueda de soluciones para el diálogo político en Venezuela, siempre apegado a principios constitucionales de respeto a la autodeterminación de los pueblos y la solución pacífica de las controversias y la no intervención.
México es anfitrión de las negociaciones entre el gobierno venezolano y la plataforma unitaria de Venezuela, facilitadas por Noruega.
Respaldamos la implementación de los acuerdos firmados en noviembre de 2022, en la Ciudad de México, y mantenemos las puertas abiertas para reanudar este proceso y alcanzar una solución en beneficio de todo el pueblo venezolano.
En relación con el conflicto entre Ucrania y Rusia, nuestra postura es inequívoca: condenamos la invasión de Rusia a Ucrania porque es violatoria de la Carta de las Naciones Unidas y del derecho internacional, y por el indecible sufrimiento de millones de personas, especialmente niños y niñas.
Reconocemos que todo Estado soberano tiene derecho a contar con los medios para recuperar su integridad territorial, pero es igualmente cierto que la carrera armamentista nos aleja cada día más de una solución pacífica. Tenemos que dejar de hablar de guerra y empezar a hablar de paz.
México continuará su lucha en favor del desarme y la no proliferación de armas nucleares, como lo acredita el Tratado de Tlatelolco y el Tratado de Prohibición de las Armas Nucleares, esenciales para prevenir y erradicar catastróficas consecuencias humanitarias.
Nosotros hemos declarado, y la Asamblea General, una gran amenaza en sí misma que es contraria al derecho internacional. Rechazamos, de forma contundente, el tráfico ilícito de armas de fuego, y simplemente les doy el dato: nosotros recibimos 200 mil armas de fuego, que se trafican cada año a México desde nuestro vecino del norte, las cuales, por cierto, caen en las manos de la delincuencia organizada, produciendo innumerables víctimas fatales. Es el otro lado de la moneda de las drogas.
México asume de buena fe sus compromisos en relación a combatir el tráfico de drogas, pero todo esfuerzo será limitado si los países de fabricación y de origen de armas traficadas no asumen su responsabilidad ante este flagelo.
Necesitamos medidas enérgicas para disminuir la amplia disponibilidad de armas de fuego. Las empresas y fabricantes y distribuidoras deben asumir su responsabilidad, y adoptar medidas diligentes para evitar que estas armas sean desviadas al mercado ilícito.
En nuestra región, en América Latina y el Caribe, estamos devastados por la situación de Haití, un país que se encuentra ahogado en la violencia de bandas de delincuentes que prospera en gran medida debido, precisamente, al tráfico ilícito de armas, a pesar de las sanciones establecidas por el Consejo de Seguridad en una resolución que facilitó México, y que esperamos que muy pronto el Consejo de Seguridad apruebe la resolución para que la comunidad internacional actúe decisivamente y apoye a este país a recuperar su estabilidad.
Aprovechamos, entonces, esta tribuna también para refrendar el compromiso de México con la solución de dos estados: Israel y Palestina, viviendo lado a lado en paz y con fronteras seguras. Y a reconocer el derecho del pueblo de Israel, pero no a expensas del pueblo palestino.
Pongamos fin a situaciones aberrantes, como: el continuo embargo económico que sufre Cuba, totalmente injustificado, contrario al derecho internacional y ajeno a valores y a la convivencia pacífica que prevalece entre los pueblos de América Latina y el Caribe. Demandamos que Cuba deje de ser considerada como un país que auspicia o alienta el terrorismo.
Hace 64 años, esta Asamblea General fue presidida por uno de los mejores diplomáticos mexicanos: Luis Padilla Nervo, y dijo, y cito: “La victoria no se decidirá en los campos de batalla sino en las conciencias de los hombres y mujeres debido al carácter de esta lucha, las mejores armas de las democracias son los principios morales, el escrupuloso respeto de los tratados, y el principio de que las dificultades y controversias de los países no se deben resolver por las armas sino mediante la negociación”.
México aspira a hacer un actor que promueve la paz por el derecho, y haremos todo lo que esté a nuestro alcance para apoyar los esfuerzos genuinos de diálogos entre las partes en conflicto y para conducir, por cierto, a la solución pacífica, porque la política exterior de México se basa en la renuncia de la guerra como política, como instrumento de política internacional.
Y como bien dijo nuestro célebre diplomático Genaro Estrada, así lo dijo: “La política exterior se basa en la renuncia de la guerra”.
Y por eso, en el hall de la entrada, aquí, cuando ustedes entran a esta Asamblea, se encontrarán una loza de obsidiana, que es una piedra sagrada que los aztecas llamaban Itztli, convencidos de que su origen era la huella de los rayos al golpear las rocas de los volcanes, la síntesis de lo celestial y lo terrestre. Y esta pieza incluye una placa grabada que define el cimiento de nuestra diplomacia.
La pronunció, hace 156 años, el primer presidente indígena de América Latina: Benito Juárez, y él dijo: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Con esta visión humanista, México encara el reto, el gran reto, de la movilidad humana. Nos ha puesto la geografía, ineludiblemente, en un lugar muy complicado, pero México tiene una brújula muy clara: humanizar la migración, porque la migración debe de ser una opción y no una obligación, porque cuando una persona migra, debe de hacerlo de manera segura, ordenada y regular.
Porque el fenómeno migratorio, sin precedentes, concierne a toda la comunidad internacional, a todos en su conjunto. Por eso, México insiste en la urgencia de atender las causas estructurales y profundas de la migración.
Reafirmamos la importancia de apoyar a las comunidades de origen y sumar voluntades y recursos para lograrlo. Se requiere el apoyo y la contribución de todos los países y, especialmente, de aquellos países receptores que se benefician del trabajo y las aportaciones de las personas migrantes. Aquí en Estados Unidos, por ejemplo, nuestros migrantes aportan más de 500 mil millones de dólares en impuestos.
Es fundamental, entonces, evolucionar hacia modelos de gestión migratoria que ofrezcan espacios de inserción laboral y financiera, seguras y formales, que faciliten la integración en las sociedades de acogida, modelos que protejan los derechos humanos de las personas migrantes en todo el ciclo de la migración.
Porque como bien lo señaló el secretario general, a 75 años de la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es momento de ponerle fin a la persecución y demonización de los migrantes. No aceptamos, por cierto, y conectado a ello, que se ponga en duda el carácter progresivo de los estándares internacionales en materia de igualdad de género ni el respeto a la diversidad sexual, que nos ha costado tanto edificar.
Abogamos por avances en igualdad de género, evitar retrocesos con acciones contundentes e innovadoras. Nada sobre nosotras sin nosotras. México fue el primer país del sur en proclamar una Política Exterior Feminista, porque estamos empeñados en que las estructuras cambien, aquellas que impiden el adelanto de las mujeres y el pleno goce de sus derechos y de sus autonomías.
Ello implica la promoción de la participación sustantiva de las mujeres en la toma de decisiones y la transversalización de la perspectiva de género en todos los espacios, foros, organismos y acuerdos internacionales; porque cada vez que rompemos el techo de cristal, logramos un avance civilizatorio.
El tema de esta 78ª Asamblea General es pertinente y preciso: reconstruir la confianza, reactivar la solidaridad mundial, y este debe ser el eje de nuestros esfuerzos.
El majestuoso espacio en el que nos encontramos reunidos, no debe hacernos olvidar la crisis de confianza que enfrentan las instituciones internacionales y, en especial, las Naciones Unidas.
Nuestras deliberaciones deben reflejarse en resultados concretos, y eso es importantísimo, porque debemos incorporar a las ciudadanas y ciudadanos que representamos como sujetos activos. Y debemos estar muy atentos, porque el multilateralismo no puede perderse y no puede perder su rumbo en la polarización y las rivalidades geopolíticas.
Si las Naciones Unidas no cumplen con su mandato de paz y desarrollo, alimentaremos la insatisfacción y el desconcierto y sufrirán las instituciones internacionales que hemos construido.
Apostamos por un multilateralismo cercano a la gente, oportuno y eficaz, comprometido con la provisión de bienes públicos globales; apostamos por lo colectivo, por lo de todos. El multilateralismo es una herramienta para el desarrollo y la labor de las Naciones Unidas debe crear una paz justa, ampliar libertades, construir igualdad, profundizar la democracia. En definitiva, crear esperanza.
El compromiso político es clave para transitar a un nuevo multilateralismo que nos permita reestructurar las relaciones de poder económico y social internacional, donde los temas de desarrollo generen espacio frente al énfasis excesivo y exclusivo de un neoliberalismo mercantilista. Aspiramos que esta misma visión prevalezca entre las naciones para lograr un mundo más justo, donde se reduzcan, precisamente, las asimetrías.
Proponemos un multilateralismo más cercano a las necesidades de la gente, congruente con los principios y propósitos de Naciones Unidas, contundente, oportuno y eficaz; porque, amigas y amigos, los desafíos que encaramos son enormes. Sobre la mesa está, ni más ni menos, que la incertidumbre sobre nuestra sobrevivencia. No hay tiempo para modestias graduales que, a veces, solo son coartadas para mantener el statu quo.
El actual modelo de desarrollo global es insostenible. La promesa de un progreso inevitable e ilimitado se ha topado con el muro inconmovible de la naturaleza. El 2030 está a la vuelta de la esquina y los mínimos esenciales que convenimos en el 2015, están frustrados.
Por eso, debemos contagiarnos de rebeldía y sentido de urgencia. Es en esta generación y en sus líderes, sobre quien recae la responsabilidad irrenunciable de atajar el desastre que la ciencia nos ha descrito. Y no será con pequeños pasos que lo lograremos, no será con la parca timidez que intenta, discreta, no incomodar la estructura de poder que nos ha llevado a este punto.
Será con saltos audaces y valientes, será con el coraje de decir y hacer de un mundo igualitario y justo, donde los derechos no sean mercancías, ni la naturaleza víctima inevitable de nuestros patrones de producción y consumo.
Que la obscena concentración de la riqueza y corrosiva influencia en la distribución del poder, no son compatibles con el proyecto humano; porque hace 78 años dimos forma a esta institución, aterrados ante el precipicio, cuando contemplamos la posibilidad de sucumbir todos en el juego de la guerra.
Hoy, el precipicio se acerca, intimidante y real, y acaso más feroz; por eso nuestros esfuerzos han de estar a la altura.
Amigas y amigos:
A mediados del siglo XX, esta organización ensayaba sus primeros pasos. Las huellas devastadoras de la última guerra mundial se mantenían muy frescas, y un joven diplomático mexicano, borroneaba los párrafos del ensayo fundamental sobre los rasgos de identidad de mi patria. Esas cuartillas llevarían por título: “El laberinto de la soledad”, y su autor ganaría, más tarde, el Premio Nobel en reconocimiento a su obra universal. Ese era Octavio Paz.
Y quiero concluir esta intervención citando sus líneas de aquel momento, y él decía:
“Todo ha pasado como no debería haber pasado, decimos para consolarnos. Pero somos nosotros los equivocados, no la historia. Tenemos que aprender a mirar cara a cara la realidad. Inventar, si es preciso, palabras nuevas e ideas nuevas para estas nuevas y extrañas realidades que nos han salido al paso. Vivimos, como el resto del planeta, una coyuntura decisiva y mortal, huérfanos de pasado y con un futuro por inventar. La historia universal es tarea común. Y nuestro laberinto, el de todos los hombres y mujeres”.
Y para esta tarea: garantizar a las nuevas generaciones un mundo y una vida posible para salir juntos de este laberinto, cuenten hoy y siempre con la voluntad fraterna y comprometida de México.
Muchas gracias.