Este debate de la Asamblea General de la ONU responde a la realidad geopolítica cambiante, en la que surgen nuevos actores y nuevas amenazas a la paz y la seguridad internacionales, a las que debe hacer frente la comunidad internacional.

Desde siempre, México ha sido un aliado del multilateralismo y en especial de la ONU como vía y el foro privilegiados para atender los desafíos internacionales. La solución pacífica de las controversias, uno de los ejes centrales de la labor de la ONU, es un punto en que los intereses y los principios de política exterior de México coinciden.

Otro caso emblemático en la promoción de la paz y seguridad internacionales, es la decisión tomada por el Presidente Peña Nieto de reanudar la participación de México en las Operaciones de Mantenimiento de la Paz de la ONU.

Actualmente, observadores militares mexicanos están desplegados en tres Misiones de la ONU; y próximamente, también enviaremos observadores militares a la Misión de la ONU en Colombia, una vez que se alcance el acuerdo de paz.

Asimismo, México promueve, junto con Francia, una iniciativa para conseguir que los miembros permanentes del Consejo de Seguridad se abstengan voluntariamente de hacer uso del veto en casos de crímenes de guerra, de lesa humanidad o de genocidio. Esta inicitiva parte de nuestra convicción de que el poder de veto es una responsabilidad, no un privilegio.   

México también ha impulsado la necesidad de analizar, sustantivamente, las Misiones Políticas Especiales de la ONU desde su aspecto político y financiero. Estas Misiones son mecanismos ad hoc con los que cuenta la ONU para atender o prevenir crisis, tales como los buenos oficios o Enviados Especiales del Secretario General de la ONU.

Finalmente, México considera indispensable que se incorpore, de manera transversal y consistente, el enfoque de avance y empoderamiento de las mujeres en toda la agenda de las Naciones Unidas.    

En el debate, convocado por el Presidente de la Asamblea General, Sr. Mogens Lykketoft, la Canciller Ruiz Massieu refrendará que en el siglo XXI, la legitimidad y capacidad de acción de las Naciones Unidas para promover y mantener la paz dependerá, cada vez más, no sólo de la voluntad de los gobiernos, sino de sus sociedades y de la promoción del desarrollo de las mismas. México no escatimará esfuerzos para conseguir este objetivo.