El mantenimiento de actitudes y roles heredados de la familia tradicional sobre las nuevas estructuras familiares, provoca que a menudo la mujer sufra la llamada “doble jornada”, en la que tiene que hacerse cargo del desarrollo de su actividad laboral y, además, encargarse de manera principal de la realización de las tareas domésticas y familiares.

Los estereotipos tradicionales de género se manifiestan en las actividades que cada uno de ellos realiza, donde la mujer se encarga de forma mayoritaria de aquellas actividades más rutinarias y que mayor dedicación diaria requieren, mientras que el papel del hombre en las labores domésticas es secundario, de apoyo a su pareja, pero alejado de la corresponsabilidad familiar efectiva.

La mujer sigue siendo la principal responsable de las tareas tradicionalmente más vinculadas con el cuidado del hogar, como la limpieza, el cuidado de la ropa o la preparación de comidas, mientras que el papel del hombre en estas tareas es secundario, al menos en el tiempo invertido en su realización. Esta característica del uso del tiempo de los hogares indica una asimetría en el tiempo comprometido de hombres y mujeres.

La especialización de género en el reparto de las tareas en los hogares indica la necesidad de seguir avanzando en la generación de políticas públicas hacia la igualdad efectiva de las mujeres y los hombres, incidiendo especialmente en aquellos factores, tanto individuales como del hogar, que determinan el reparto segregado de las tareas.

El objetivo de las políticas públicas no tiene por qué ser la igualdad total del reparto de las tareas en el hogar, sino que deben asegurar la igualdad de oportunidades a la hora de realizar dicho reparto.

 

#IgualdadDeGéneroSRE

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