Mediante esta práctica los agricultores han generado, cultivado y mantenido en evolución constante una enorme diversidad de semillas (variedades) acorde a sus necesidades, que son el sustento de la agricultura y la alimentación de sus comunidades.
De manera continua, los agricultores, mediante la práctica milenaria de “seleccionar de su cosecha la semilla que utilizarán en la próxima siembra” mejoran sus semillas, adaptándolas a las cambiantes condiciones del clima y de los nuevos entornos ambientales y sus necesidades alimenticias. Estos agricultores han aprendido de sus ancestros a cosechar en el momento exacto y a seleccionar las mejores semillas para las próximas siembras.
Son estos hombres y mujeres, denominados custodios o guardianes de esa gran diversidad, quienes garantizan que las semillas nativas estarán en sus milpas y comunidades. Para esto promueven el intercambio de manera natural entre los agricultores y comunidades, así como el intercambio de conocimientos entre ellos y las futuras generaciones sobre como multiplicarlas y utilizarlas, en armonía con el entorno religioso, cultural y ambiental.