Estos recursos están constituidos por la diversidad del material genético contenida en las variedades tradicionales y modernas, así como por los parientes silvestres. Además, estos recursos constituyen la materia prima a partir de la cual es posible obtener nuevas variedades, con el uso de técnicas tradicionales y biotecnológicas de mejoramiento genético (Ramírez, 2000).

Mesoamérica, que comprende el sur de México y el norte de Centroamérica, se ha reconocido como una de las cunas de la agricultura en el ámbito mundial y como centro fundamental de origen y diversidad de entre 60 y 100 especies vegetales cultivadas (Smith, 1995; Hernández, 1993; Harlan, 1992). En lo particular, México es considerado unos de los países “megadiversos” es centro de origen, diversidad y domesticación de diversos cultivos con importancia en la agricultura y alimentación (Perales y Aguirre, 2008; Boege, 2008), como el maíz, frijol, algodón, el chile, la calabaza, el nopal, entre otros.

La principal razón de esta amplia diversidad radica en que la República Mexicana se caracteriza por ser una de las zonas florísticas más ricas del mundo, entre otras cosas porque constituye el puente continental entre las dos Américas (Ramírez et al., 2000; Ortega et al., 2000). De las 128 especies vegetales más importantes del mundo, incluidas en la lista de la FAO (2006), poco más de 10% fueron domesticadas en México (Perales y Aguirre, 2008). La primer recolecta extensa en México de variantes de especies vegetales posiblemente domesticadas en el país fue hecha por el botánico ruso Vavilov (Vavilov y Dorofeev 1992), quien identificó más de 50 especies comestibles de importancia económica originarias de México y más de 20 especies de ornamentales. Por su parte Molina y Córdova (2006), reporta que, a la fecha, las especies autóctonas de interés antropocéntrico registradas en las estadísticas agrícolas nacionales son 50, de las cuales 24 corresponden a cultivos anuales y 26 a plantas perennes. Sin embargo, este grupo no incluye a muchas especies de interés regional o con algún valor de uso en las comunidades (Martínez et al., 2001; Mejía y Espinoza, 2003).

Dado que estos recursos naturales representan reservas de diversidad y adaptabilidad genética, con los que es posible amortiguar los cambios ambientales y económicos, la pérdida de este material, representa una seria amenaza a la seguridad alimentaria de los pueblos en el futuro. Por ello, la conservación y la utilización racional de los RGVAA pueden contribuir significativamente al desarrollo nacional, a la seguridad alimentaria y a la reducción de la pobreza, al ser la base del mejoramiento de la productividad y sostenibilidad agrícola (Ramírez, 2000).

Literatura consultada

  • Boege S. E. 2008. El patrimonio biocultural de los pueblos indígenas de México. Instituto Nacional de Antropología e Historia. Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Ciudad de México, México. 293 p.
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