Empecemos por lo primero, ¿qué entendemos cuando hablamos de adolescentes? Para ello, es importante tomar en cuenta que las personas atravesamos varios momentos de desarrollo a lo largo de nuestra vida: Niñez, adolescencia, juventud, adultez y adultez mayor. En todos estos momentos vivimos cambios, tenemos aprendizajes, experimentamos emociones y sensaciones, de tal forma que ninguno es más importante que otro.

En la adolescencia y juventud, todas las personas vivimos de manera similar grandes, importantes y acelerados cambios, aunque no los vivimos de la misma manera, al mismo tiempo o con la misma intensidad. Tampoco es igual, para todas las personas, cómo estos cambios nos hacen sentir, ni tampoco cómo reaccionan las personas adultas con las que convivimos.

Sin duda, tantos cambios son un reto para la vida. Hay nuevas capacidades, sensaciones, formas de entender las cosas y ver el mundo, nuevos deseos y necesidades día a día. Los adolescentes se van adaptando a las cosas que cambian en ellas y a su alrededor, al mismo tiempo se abren muchas oportunidades para construir nuevos proyectos, elegir el rumbo propio y ampliar el sentido de su vida.

En resumen, los adolescentes se encuentran en un momento de desarrollo como otros que ya vivimos o vamos a vivir a lo largo de nuestra vida, se presentan muchos cambios, pero no siempre los vamos a vivir de la misma forma.

Ahora bien, hablemos acerca de cómo los adultos nos relacionamos con los adolescentes. En ocasiones la forma en que los vemos es desde una postura preconcebida e idealizada y puede estar cargada de una visión negativa. Como menciona Chaves (2005) es común que las personas adultas perciban a los adolescentes como:

  1. Adolescentes inseguros de sí mismos, esto nos enfatiza a los adultos (que somos representados como personas seguras) porque les mostramos cómo deben hacer las cosas y queremos indicarles el camino de sus vidas.
  2. Adolescentes desinteresados, esta idea está presente principalmente en los ámbitos escolares y en algunas familias, son identificados como personas desinteresadas en lo que se les ofrece. Esto es interpretado como un rechazo a lo que se les da, aunque valdría la pena pensar en lo que les damos.
  3. Los adolescentes como seres del futuro, en ocasiones, los jóvenes son pensadas como parte de un tiempo que no existe. El pasado no les pertenece porque no estaban, el presente no les pertenece porque no están listos y el futuro es un tiempo que todavía no se vive, ahí son puestos y así quedan eliminados del hoy.

Pero, ¿cómo cambiamos esta forma de pensar?, ¿existe otra manera de relacionarnos que no discrimine, minimice o criminalice? Creemos que sí, una forma de relacionarnos diferente, se denomina enfoque de juventudes, así en plural. Principalmente se trata de cambiar la mirada para reconocer los aspectos positivos de los adolescentes, es decir, implica cambiar la percepción en la relación entre el mundo adulto y el mundo adolescente.

En ese sentido la manera de relacionarnos podría ser en el marco de una postura de igualdad y equidad. A continuación, podremos identificar algunos principios que se consideran en el enfoque de juventudes:

  1. Adolescentes sujetos de derechos, debemos empezar por reconocerles desde su condición de sujetos de derechos, sus potencialidades y capacidades para participar activa y protagónicamente en su propio desarrollo y el desarrollo de sus familias, comunidades y su país.
  2. Adolescentes como los protagonistas de sus propias ideas, habrá que disponernos a conocer y reconocer desde el respeto, no solo los derechos de los adolescentes, sino también sus pensamientos, ideas, necesidades, aspiraciones, preocupaciones, posibilidades, talentos, destrezas, situaciones y deseos en la gestión de políticas.
  3. Adolescentes participando activamente, se buscará que las relaciones intergeneracionales se basen en la inclusión, el respeto, la igualdad, el cuidado mutuo, el aprendizaje, la solidaridad y la convivencia armónica, dejando de lado relaciones de dominación y subordinación entre generaciones y posibilitando espacios de conocimiento mutuo y de intercambio de ideas, valores, experiencias, conocimientos y competencias para el enriquecimiento personal y grupal, así como la construcción de una sociedad orientada al bienestar común aprovechando el potencial de todas las personas.

Teniendo en cuenta lo que se ha mencionado hasta el momento, es importante profundizar en los diferentes estilos de crianza para acompañar y educar a los adolescentes, nos gustaría hablar particularmente de un concepto particular: La disciplina positiva.

Los adultos cumplen un papel fundamental en la crianza y educación de sus hijos, esto sin duda es una gran responsabilidad y representa un desafío. Cuidar de un niño o adolescente es un reto para el que nadie está preparado. La disciplina positiva es un enfoque que implica un proceso de consciencia y autocuidado a través del cual los adultos generan espacios seguros y protectores y relaciones afectivas con los niños y adolescentes de cuyo cuidado son responsables, para garantizar su desarrollo pleno y su protección. Cuando se educa desde la disciplina positiva se tienen principios claves:

  1. Las conductas del niño o adolescente siempre tienen un propósito: como satisfacer necesidades básicas, conectar emocionalmente con alguien, sentirse amado y respetado, para dar voz a sus deseos o anhelos.
  2. Excluye cualquier forma de violencia física o emocional: Los límites deben imponerse con firmeza y afectividad, respetando los derechos del niño o adolescente, sus necesidades emocionales y preservando el vínculo afectivo que existe en la familia.
  3. Busca siempre soluciones a los problemas que se planteen y en la reparación del daño producido: No te centres en los detalles de porqué ha ocurrido o en quién tiene la culpa de lo sucedido sino en cómo solucionarlo.
  4. Ve los errores como una oportunidad de crecimiento, de aprendizaje y para fortalecer el vínculo afectivo: Todos se equivocan, pero esos errores enseñan y es importante saber aprender de ellos. Por eso no se contemplan los castigos, se establecen consecuencias lógicas y naturales propias de la vida.

Para poder construir relaciones positivas con las personas adolescentes, es necesario que modifiquemos la forma de percibirlas. Es necesario que fortalezcamos los vínculos afectivos a través de la comunicación profunda y empática que permita respetar las necesidades de todas y todos. 

Referencias

  • Aldeas Infantiles SOS LAAM. (2017) Enfoque de juventudes. Una aproximación desde los derechos humanos, las diversidades y el desarrollo de las personas adolescentes y jóvenes.
  • Aldeas Infantiles SOS México (2020) Guía práctica para la prevención del maltrato infantil durante el aislamiento por el COVID-19.
  • Chaves, M. (2005) Juventud negada y negativizada: Representaciones y formaciones discursivas vigentes en la Argentina contemporánea. Última década No. 23, PP 9-32