La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la violencia como el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos o trastornos del desarrollo.

La violencia contra niñas, niños y adolescentes incluye violencia física, sexual y emocional, así como su abandono y explotación. La violencia contra este sector de la población puede ocurrir en el hogar y en la comunidad, perpetrada por personas cuidadoras, conocidas o extrañas.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), citado por la publicación Eme Equis, entre 2012 y 2017 fueron asesinados casi 2 mil 600 menores de 15 años, 42 por ciento por algún familiar, en sus hogares o por maltrato. Padres, madres y padrastros son los principales agresores.  En el apartado de mortalidad, se dio a conocer que:

  • 156 niñas, niños y adolescentes fueron asesinados por un familiar cercano.
  • 116 niñas, niños y adolescentes murieron por maltrato, abandono o negligencia.
  • Estados donde se registraron el mayor número de homicidios: Estado de México (220 casos), Chihuahua (75 casos) y Ciudad de México (69 casos).

Es necesario cambiar la idea de que los golpes son un camino de formación para la niñez y adolescencia. Ninguna forma de violencia es justificable.

La negligencia parental, es un tipo de maltrato infantil, ejercida por los padres y/o las madres, que priva a los menores del cuidado, protección y afecto que deben recibir de los adultos responsables que le rodean para un óptimo desarrollo integral.

La educación con gritos, insultos y golpes es perjudicial por diferentes motivos:

  • Crea daños en el desarrollo cerebral de las niñas y niños.
  • Fomenta mal ambiente en casa.
  • No se enseña a gestionar momentos de frustración.
  • Disminuye la confianza en las relaciones entre padres, madres, hijas e hijos.
  • Afecta la autoestima de este sector de la población.

La disciplina positiva es un estilo de crianza que persigue que los niñas, niños y adolescentes sepan afrontar con éxito sus desafíos vitales, sin violencia y desde el respeto, con base en la comunicación, el amor, el entendimiento y la empatía para disfrutar de las relaciones familiares.

Recomendaciones para fomentar relaciones sanas entre padres, madres, hijas e hijos:

  1. Practicar la escucha activa para comprenderlos y establecer un clima de armonía.
  2. Considerar los antecedentes que promueven una conducta determinada.
  3. Enseñarles autocontrol y responsabilidad.
  4. Reconocer sus buenas conductas y logros.
  5. Usar el diálogo y no la imposición con el fin de llegar a acuerdos.

La violencia recibida en la infancia tiene un impacto muy negativo en la vida adulta. Si se desea una sociedad sana y menos violenta, resulta de vital importancia que las personas adultas cambien su manera de tratar a las niñas, a los niños, y a los adolescentes.

Fuentes: