La historia de la humanidad cuenta historias de personas, comunidades y naciones enteras que han luchado para hacer de este mundo un lugar con mayores libertades, justicia, equidad y  tolerancia. Estas luchas y conflictos han surgido lo mismo por personas de la misma familia que por continentes enteros. Siglos de conflictos armados, guerras y violencia nos han llevado a reflexionar constantemente en acciones para lograr hacer de este mundo un lugar menos desigual.

Uno de los avances sociales más significativos derivó en la construcción de un orden normativo mundial sobre el cual se cimientan los derechos humanos, que no son más que los derechos que tenemos todas las personas por el mero hecho de existir y que tienen como propósito que las personas vivamos dignamente en un entorno de libertad, justicia y paz.

Fue después de la Segunda Guerra Mundial y como fruto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció a través de 30 artículos un ideal común de convivencia fraterna para las personas, los pueblos y naciones. Hasta este documento la educación adquirió su carácter de derecho humano. Desde entonces, se ha ratificado en diversos tratados internacionales (como la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989) para promover la realización personal, fomentar el respeto de las libertades individuales y habilitar a las personas para que participen en sociedades que promuevan la tolerancia, la convivencia pacífica y el cumplimiento de otros derechos civiles, políticos, económicos y sociales en común.

Es así que el derecho a la educación va más allá del acceso a las aulas y la garantía de un lugar en la escuela, implica que las personas adultas sepan que existe un compromiso social en la transmisión de una serie de conocimientos y valores; implica formar a niñas, niños y adolescentes para seguir luchando por conquistar las libertades, la justicia, equidad y tolerancia conseguidas, así como para seguir luchando por que estos derechos no sean puestos a discusión o para beneficiar a sólo unas personas o grupos sociales.

Para que madres, padres, cuidadores, docentes y personas adultas puedan educar desde la perspectiva de los derechos humanos, es necesario conocer que el único límite de los derechos humanos se encuentra en los derechos de las demás personas, por lo que su participación va más allá del mero hecho de transmitir conocimientos, implica defenderlos frente a cualquier acto injusto de personas o autoridades.

Crear un mundo más justo en el que todas y todos nos reconozcamos merecedores de los mismos derechos, requiere una nueva perspectiva en la que antes de vernos con etiquetas sociales, culturales, generacionales e ideológicas, se anteponga la convivencia entre las personas. Los derechos humanos son parte de la vida, están presentes desde el primer respiro, hasta el último aliento; por lo que la educación basada en los derechos humanos debe estar presente desde la niñez, reforzarse en la adolescencia y practicarse en la vida adulta con las nuevas generaciones, para que éstas puedan continuar con la construcción de sociedades menos desiguales y un mundo más humano para todas y todos.

https://www.gob.mx/sipinna/articulos/ninas-ninos-y-adolescentes-somos-personas-los-derechos-humanos-tambien-son-nuestros?idiom=es

https://www.ohchr.org/sp/issues/Pages/WhatareHumanRights.aspx

http://www.cndh.org.mx/Que_son_derechos_humanos

https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/temas/derechos-humanos/

http://www.un.org/es/universal-declaration-human-rights/

http://www.unesco.org/education/pdf/34_74.pdf

https://www.gob.mx/sipinna/articulos/ley-general-de-los-derechos-de-ninas-ninos-y-adolescentes-ya-la-conoces-107204?idiom=es