El combate por la reducción y pérdida de alimentos sigue siendo una batalla de enorme importancia para todo el mundo y ante la cual no debemos de claudicar, sobre todo, cuando hay sectores de la población global que no pueden tener acceso a estos; una paradoja que, sin duda, es preocupante e indignante.

/cms/uploads/image/file/777715/WhatsApp_Image_2023-01-20_at_15.40.41.jpeg

Hace apenas unos días, la Organización de las Naciones para la Alimentación y la Agricultura (FAO) publicó un informe sobre las condiciones de inseguridad alimentaria en la región de América Latina, en el que hace énfasis en el hecho de que la proporción de personas que padecen hambre en la región, registró -en especial entre 2019 y 2021- un incremento mayor que en el mundo.

Y aunque si bien es cierto que el contexto de los últimos años ha sido adverso (una pandemia mundial con su carácter disruptivo, los efectos del cambio climático, una guerra entre países que son importantes actores en el mercado mundial de algunos granos e insumos y una inflación galopante a nivel global), el caso es que la pérdidas y desperdicio de alimentos son un asunto en que como sociedad podemos actuar y tomar acciones.

Aquí algunos datos que nos indican que gran parte de esta problemática está relacionada -entre otros factores- con una cultura irresponsable en el consumo de alimentos y caracterizada principalmente por compras excesivas, condición que inicia en los hogares:

  • Si la pérdidas y el desperdicio de alimentos fueran un país, este sería el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero.
  • Se estima que en 2019, se generaron alrededor de 931 millones de toneladas de desechos alimentarios, de los que alrededor del 61% procedían de los hogares, el 26% de los servicios de alimentación y el restante 13%, de la venta al por menor.
  • Si estos datos, a los que llegó el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) son ciertos, todo indicaría que se está perdiendo  cerca del 17%  de la producción total de los alimentos a escala mundial.
  • De esta pérdida total, 11% correspondería a los hogares, 5% al sector de servicios de alimentos y 2% a la venta al por menor.
  • El desperdicio de alimentos per cápita en los hogares es muy similar en todos los países, independientemente del grupo de ingresos al que pertenecen, lo que  señala  que las medidas contra esta situación, son igualmente necesarias en la mayoría de los países.
  • De acuerdo con las estadísticas observadas por el PNUMA, se calcula que el desperdicio per cápita de alimentos en los hogares de los países de ingreso alto es de 79 kg, en los de ingreso medio alto de 76 kg, en tanto que para los de ingreso medio bajo se contabilizó en 91 kg. En el caso de los países de ingreso bajo, no hay un cálculo, ya que los datos fueron insuficientes.
  • A pesar del esfuerzo que hizo el PNUMA para generar una metodología de cuantificación, se considera que todavía se sigue subestimando la magnitud del desperdicio generado por los consumidores, tanto en lo que respecta en los hogares, como en lo que sucede en los servicios de alimentos.
  • Aun así, los nuevos datos aportados parecen duplicar a las anteriores estimaciones realizadas por otros organismos multilaterales. Lo que nos lleva a la necesidad, de seguir fortaleciendo e impulsando esta metodología, con el fin de que nos permita dimensionar el tamaño real del problema.
  • Entre las limitaciones que el PNUMA encuentra a su metodología, está el que aún no se dispone de suficientes datos sobre la proporción comestible de los desechos alimentarios, como para poder elaborar un análisis comparativo entre países de diferentes grupos de ingresos.
  • No obstante, a pesar de que en los países de ingreso bajo predominan las partes no comestibles (huesos, pepitas, cáscaras de huevo, etc.), el desperdicio de alimentos total en estas zonas es suficiente para que resulte importante plantear enfoques circulares u otras estrategias de separación de desechos alimentarios.

/cms/uploads/image/file/777716/WhatsApp_Image_2023-01-20_at_15.40.41__1_.jpeg

Como lo han señalado múltiples organismos multilaterales, la reducción de la pérdidas y desperdicio de alimentos ofrece varios beneficios para las personas y el planeta, de entre los que destacan contribuir a la reducción del hambre; mejorar la seguridad alimentaria; combatir el cambio climático; y, mitigar la presión sobre la tierra, el agua, la biodiversidad y los sistemas de gestión de desechos.

Hace no mucho, el profesor Andrea Segrè -cuyas aportaciones han sido fundamentales para entender este problema- advertía que antes de pensar en aumentar la producción, se debería prevenir el desperdicio de alimentos; y fue categórico cuando expreso: "Tenemos que enseñar a los ciudadanos que la comida representa un valor y que tiene un impacto en el medio ambiente y en nuestra salud".

Así que pensemos en ello, cuando la próxima vez vayamos hacer las compras de alimentos. No podemos seguir por esa misma vía.