/cms/uploads/image/file/751076/WhatsApp_Image_2022-09-22_at_1.47.55_PM__1_.jpeg

La noción del héroe, como espíritu del pueblo, ha estado presente a lo largo del tiempo y en todas las culturas. Se dice que su representación social manifiesta, en buena medida, las necesidades socioculturales y los cambios cada vez más vertiginosos de las sociedades. En este caso, “Santo” o también conocido como el “Enmascarado de Plata” es un buen ejemplo de ello.

Rodolfo Guzmán Huerta -el nombre real del Santo- nació el 23 de septiembre de 1917, en Tulancingo, Hidalgo, fue el quinto de siete hijos, sus padres fueron Jesús Guzmán Campuzano y Josefa Huerta Márquez. A la edad de cinco años llega a la Ciudad de México y al año siguiente entraría a la escuela primaria. Como todo niño se vio fascinado por un espectáculo que comenzaba a tener auge: la lucha libre.

Si bien la lucha libre estuvo presente desde el siglo XIX, no fue sino hasta la segunda década del siglo XX cuando en pequeños espacios improvisados e incluso teatros acondicionados se inician algunas exhibiciones, sobre todo en las colonias más populares de aquellos tiempos.

Sin embargo, sería hasta el 21 de septiembre de 1933, cuando iniciaría la historia formal de la lucha libre. Ese día en la Arena México -espacio exclusivo para este deporte- se llevó a cabo el primer encuentro oficial entre luchadores profesionales, uno de ellos mexicano -traído de EE. UU.- “Yaqui Joe” contra el norteamericano Boby Sampson.

Para el pequeño “Rudy” -como le llamaban- los jardines a la salida de la escuela, fueron los primeros espacios en los que jugaba a las luchas con sus compañeros. Posteriormente, recibiría clases de judo por parte de un joven estudiante, iniciando así, la instrucción formal para el que sería uno de los más grandes ídolos de la lucha libre.       

Dicho por él mismo -en una entrevista- debutó a la edad de 16 años como profesional bajo el nombre de “Rudy Guzmán” en junio de 1934, en la Arena Peralvillo, por esta aparición en el cuadrilátero le pagaron 7 pesos. En los siguientes años seguiría luchando bajo diferentes nombres -Hombre Rojo, Enmascarado, Murciélago II y Demonio Negro- pero a pesar de su talento, no lograba alcanzar el reconocimiento que tanto ansiaba.

Se dice que un buen día, un réferi y cazatalentos -o matchmaker como dicen los gringos- le sugirió que debería de cambiar y buscar una personalidad que fuera vistosa. Para algunos, el nuevo nombre lo tomaría del personaje de las novelas policiacas y de una serie de televisión llamado Simón Templar, alias “El Santo”, mientras que otros, sostienen que se inspiró en un luchador estadounidense que se hacía llamar “Máscara de Hierro”, por lo que él eligió ser el “Enmascarado de Plata”.

Sin importar cuál de las dos interpretaciones sea la correcta, lo cierto es que el 26 de julio de 1942, “Santo” debutaba en el universo de la lucha libre. Esa noche, en la Arena México, participaría en una “batalla campal” con otros siete luchadores. Al final, quedarían dos en el ring, “Santo” y Ciclón Veloz, por lo que se enfrentaron para obtener un solo ganador, que sin duda fue el “Enmascarado de Plata”.    

Se mantuvo como un luchador rudo hasta el año de 1962, cuando tomó la decisión de convertirse al bando técnico. La obtención de varios campeonatos mundiales y el orgullo que sentía de defender al país, lo convirtieron en un héroe nacional, razón que lo llevó a pasarse al lado de los luchadores buenos; después de todo, era demasiado querido para ser odiado.

A lo largo de su carrera obtuvo un importante número de campeonatos: los cinturones nacionales de peso welter, medio, semicompleto y de parejas; además de los campeonatos mundiales National Wrestling Alliance (NWA) de peso welter y medio. A esto habría que añadirle 16 máscaras y 21 cabelleras.

En 1958 debutaría como actor de cine, con la cinta “Santo contra el cerebro del mal” filmada en Cuba. En total, fue el protagonista de 52 cintas, en las que combatió científicos locos, extraterrestres, monstruos, personajes de ultratumba y mafiosos. A pesar de que las cintas fueron de bajo presupuesto, frente al público tuvieron un gran éxito convirtiéndose en películas de culto y con doblajes en otros idiomas. De igual forma, incursionó en los cómics con la misma aceptación.

Muchos han tratado de explicar su popularidad y transformación a ídolo y leyenda como resultado de la cultura de la mercadotecnia. No hay duda de que los procesos a través de los cuales este personaje -surgido de la lucha libre mexicana- alcanzó la cualidad de mito moderno, tienen que ver con esta imagen multimedia (presente en la historieta, el cine y la televisión).

No obstante, tampoco podemos olvidar que “Santo” forma parte del espíritu de la época, cuando en el seno de una población eminentemente migrada, se busca y genera una nueva simbología identitaria, que encuentra en determinadas prácticas su respuesta, una de ellas fue la lucha libre. De esta forma, se produce el desplazamiento de íconos de raigambre nacionalista como el charro, por otros como el luchador, convirtiéndose el “Enmascarado de Plata” en el protagonista de un espectáculo que congregó a un sector cada vez más amplio de la población y en el que su carisma le imprimiría, además, un sello adicional.

Es muy probable que, por eso, el grito de ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!, forma parte ya de nuestra cultura.

/cms/uploads/image/file/751077/WhatsApp_Image_2022-09-22_at_1.47.55_PM__2_.jpeg