Francisco I. Madero nació el 30 de octubre de 1873, en la hacienda El Rosario, ubicada en el Municipio de Parras, Coahuila. Proveniente de una de las familias más acaudaladas de su época, Francisco fue el mayor de los 16 hermanos del matrimonio de Don Francisco Madero Hernández y Doña Mercedes González Treviño.

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Fue un demócrata convencido, con una participación política decisiva durante el transcurso de la primera etapa de la Revolución Mexicana; a pesar de ello, en no pocas ocasiones se le  ha querido escatimar su reconocimiento, al considerarlo –entre otras cosas– de ingenuo, creyente del espiritismo o débil frente a sus adversarios. Lo cierto es que la figura de Madero es indiscutible, ya que al enarbolar la primera revolución del siglo XX, generó el cambio político-social que requería nuestro país.

La figura de Madero sigue siendo enigmática, es por ello que hoy te presentamos siete momentos o semblanzas de diversas voces que lo conocieron o que documentaron en torno a su vida, las que sin duda, contribuyen a delinear y conocer desde variados  ángulos, la personalidad de un personaje que es fundamental en la historia de nuestro país.

  • Habrá que ir a la bola. “Madero habría de recordar aquella noche en su casa, ante la mesa atestada de papeles y sobre la que ardía un quinqué. Deja de escribir don Francisco y voltea su silla giratoria hacia el sillón en que reposa, fumando cigarrillos de hoja, don Catarino Benavides.

—Tío, yo veo que el final de toda esta lucha por la democracia va a ser la revolución.

—De eso no te quepa la menor duda. Por la buena no vas a conseguir nada.

—Así me lo figuro. No creo que don Porfirio nos deje siquiera llegar al final, a las elecciones.

—Antes habrá atropellos, encarcelamientos y muertos; don Porfirio no deja la silla y mucho menos, a ti. ¿Tú has creído por un momento siquiera que eso pudiera ser?

—No, tío, nunca lo he pensado. Pero sí creo que para sacudirlo a él es necesario primero preparar a la opinión. Sacar a la gente del marasmo en que está sumida. Despertarla; y para eso sólo se necesita trabajar como lo estamos haciendo, en el terreno de la democracia, con libros, con periódicos, con discursos; fomentando clubes y haciendo propaganda.

—Y después, cuando pierdas, ¿qué?

—Eso es lo que estoy pensando. Habrá que ir a la bola. Es ese el único camino que, desgraciadamente, quedará. No veo otro.”

Francisco L. Urquizo en Viva Madero.

  • Excelente Deportista. “Este desmedrado escolar que nos pinta la pluma periodística, tan adversa eternamente para con él, no se compagina con el sano y resistente muchacho que en la realidad montaba tan diestramente a caballo, su deporte favorito, pues desde su más tierna infancia, según él, hacía con sus hermanos y parientes, grandes viajes. Una ocasión realizó una hazaña en San Sebastián: se fue a nado desde la playa hasta una de las islas que casi cierran la entrada de la bahía; hizo un recorrido de dos millas sin más descanso que el que encuentran los nadadores nadando boca arriba. Su tío don Manuel Madero, que lo acompañaba, se rindió y subió a bordo de un bote de remos, en tanto que él, Francisco I. Madero, llegó a la meta sin la menor fatiga.”

Alfonso Taracena en Madero. Vida del hombre y político.

  • Hasta tembló el día que Madero entró a la Ciudad de México. “El señor Madero entró triunfante a esta ciudad, el 7 de junio de 1911. Ese día, a las tres de la mañana, un fuerte temblor de tierra sacudió a la capital. El temblor me arrojó de mi cama. Toda la casa se sacudía violentamente. No podía correr, porque el movimiento me arrojaba al suelo. Las puertas se abrían y se cerraban con un estrépito furioso. Las campanas de las iglesias dejaban oír sus notas, que resonaban en nuestros oídos de una manera siniestra. El temblor no terminaba nunca. Ha sido el más largo y el más fuerte que yo he sentido en mi vida. En la calle había infinidad de personas, que, de rodillas, elevaban al cielo sus oraciones. Grupos de gentes se aglomeraban en las aceras de las calles para comentar el suceso. A esa hora ya comenzaban a escucharse los gritos de ¡viva Madero!”

Miguel Alessio Robles en Mi generación y mi época.

  • El enojo de un embajador que estuvo detrás del golpe de estado. “Henry Lane Wilson, embajador de los Estados Unidos en México… era un devoto del imperialismo de su país…  Defraudado en sus esperanzas de llegar a ser, bajo Madero, una especie de procónsul… Wilson buscó por caminos más modestos lo que la grandeza no quería darle y fracasó. Un día, terminada la sesión del Consejo, Madero comunicó a sus ministros una noticia relativa al embajador. Les dijo que durante una visita que había hecho a su esposa la de Wilson, ésta acababa de solicitar que el gobierno de México auxiliara al embajador con algún negocio, algo que le produjera unos cincuenta mil pesos anuales pues el sueldo de representante de la Casa Blanca no bastaba para mantener la dignidad de tan alto rango. El presidente no se mostraba dispuesto a consentir en lo que Wilson pedía… Aquella negativa de Madero fue la peor afrenta que Wilson podía recibir.”

Martín Luis Guzmán en Febrero de 1913.

  • La vocación agrícola de Madero. “…ingresó, finalmente, en la Universidad de San Francisco de California, hasta concluir su educación, a los veinte años de edad, y establecerse en San Pedro de las Colonias para administrar las propiedades que tenía su padre en La Laguna. Cuentan los biógrafos de Madero que se entregó de lleno a las faenas agrícolas e implantó modernos sistemas de cultivo; examinó el modo mejor de aprovechar las aguas del río Nazas, que fertilizan los campos de Tlahualilo, en el Estado de Durango, y de La Laguna, en Coahuila, y conseguir su repartimiento, con equidad, entre los ribereños; en 1900 publicó, sobre ese tema, el folleto en que propuso la fábrica de una empresa a previsión de la sequía; y el Dictador [Porfirio Díaz], que no pudo adivinar al hombre capaz de arrebatarle su imperio, le dirigió una de sus cartas halagadoras felicitándolo por el proyecto.”

Manuel Márquez Sterling en Los últimos días del Presidente Madero. Mi gestión diplomática en México.

  • Cómo conocí a Madero. “…a las ocho en punto de la mañana nos presentamos en la casa de don Aurelio Bueno, en Tacubaya, que ocupaba el caudillo de la revolución, ya entonces investido con el carácter de candidato a la Presidencia de la República y sin duda, en aquellos días, el hombre más popular de México… Aguirre Benavides hizo la presentación. Desde luego, por su afabilidad y franqueza, me inspiró viva simpatía. Era todo bondad y sencillez… Conversamos ampliamente sobre el combate de Casas  Grandes. El señor Madero me explicó que él dirigió el combate desde la “Moctezuma”, montículo de ruinas nahuas la más inmediata a Casas Grandes… Luego agregó… Combatimos allí dos horas, hasta que llegó un refuerzo que después supimos estaba al mando de usted… Eso nos obligó a retirarnos... En este último combate fui herido en el antebrazo derecho… La conversación continuó cordial. Parecíamos dos camaradas que, habiendo luchado en bandos contrarios, completábamos nuestras impresiones parciales sobre un hecho de armas. Nos despedimos… y me quedó la gratísima impresión, que perdura aún, de haber conocido a un hombre bueno y probo.”

Vito Alessio Robles en Mis andanzas con nuestro Ulises.

  • Presentación de credenciales diplomáticas. “Al fondo, en el centro de su Consejo de Ministros, don Francisco I. Madero, de frac, pequeño y redondo, con la banda presidencial sobre la tersa pechera de su camisa, me aguarda en la verde y sedosa alfombra… Madero y yo nos estrechamos las manos y uno a uno presentóme a sus consejeros, entre ellos, al vicepresidente don José María Pino Suárez, que desempeñaba la cartera de Instrucción Pública. En seguida, ocupamos dos butacas de terciopelo colocadas, con ese objeto, detrás del presidente, y en un breve diálogo invertimos tres minutos mal contados. Ya sé —exclamó Madero— que es usted leal amigo de nuestra democracia y, a prueba mi discreción, repuse en elogio de las virtudes propias del pueblo mexicano… allí mismo, aleccionado por el diligente subsecretario, me dio cita para el nemoroso alcázar de Chapultepec en donde le haría, dos días más tarde, mi primera visita particular. En la expresión de su rostro, no se adivinaba el menor presentimiento del cercano desenlace; y ninguna sombra anticipada a la tragedia, flotó a mi vista por el dorado recinto.

Manuel Márquez Sterling en Los últimos días del Presidente Madero. Mi gestión diplomática en México.

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En este día que celebramos el natalicio de Madero, debemos recordar que su aporte fue vital, ya que ni aún con su asesinato, se pudo detener el proceso de cambio que su lucha, y la de tantos más, habían iniciado; por el contrario, en los años que siguieron se daría fin al antiguo régimen y con la promulgación de la Constitución de 1917, se sentarían las bases del nuevo régimen político-social para México.