En este 8 de mayo, celebramos el aniversario 270 del natalicio de Miguel Hidalgo y Costilla, el Cura de Dolores, al que nuestro país reconoce con justicia como el Padre de la Patria.

Nacido en la ciudad de Pénjamo, Guanajuato, el sacerdote y académico, formó parte de los conspiradores de Querétaro, que dieron inicio la Guerra de Independencia.

Fue criado en medio de la tranquilidad del campo por una madre humilde y virtuosa, el niño Hidalgo, cuyos primeros años se deslizaron en la hacienda de Corralejo, revelaba en sus ojos azules y en su vasta frente,una grande y noble inteligencia. Creciendo entre las labores campestres adquirió profundo amor a los rudos trabajos agrícolas y afectuoso cariño a los hombres que de ellos se ocupaban; más tarde esas tareas fueron el consuelo de su edad madura, y ellas servían de esparcimiento a su espíritu.

Después de haber recibido las órdenes, sirvió en varios curatos, de entre ellos el de Colima; para luego pasar a ocupar el de la congregación de Dolores y Villa de San Felipe.

A inicios del siglo XIX, y cuando ya hubo llegado a la edad madura, se le ve a Hidalgo dedicado en su curato de Dolores a la agricultura y a la industria, después de confiar al cuidado de un vicario las tareas de su ministerio.

Durante este tiempo, extendió el cultivo de la uva en la región, la que no podía aprovecharse para hacer vino, a causa de las prohibiciones del gobierno español; no obstante, se le reconoce como un importante impulsor de la vid en la zona centro del país.

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De igual forma, introdujo, enseñó y propagó la crianza del gusano de seda. Una industria que a mediados del siglo XIX alcanzó importancia para el desarrollo de la zona centro de la reciente nación. De acuerdo a historiadores de la época, en 1845 aún se conservaban en Dolores, en un sitio llamado las Moreras de Hidalgo, ochenta y cuatro árboles plantados por sus propias manos para el cultivo del opulento gusano, como también se conservaban, los caños que mandó hacer para el riego de todo el plantío. De esa industria logró obtener algunas piezas de ropa para su uso particular y otras para su madrastra, a quien consagró siempre una ternura filial.

Fundó también una fábrica de loza, otra de ladrillo, así como algunos talleres de diversas actividades, entre ellas el curtimiento de pieles. Asimismo, impulso la cría de las abejas para la producción de miel.

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Con su trato afable, su genio alegra y su modesta sencillez, conquistó, en muy poco tiempo, la simpatía y el amor de sus feligreses, y con solo estos elementos, dio un sorprendente impulso a la agricultura e industria de su parroquia.

El 5 de diciembre de 1810, el "Generalísimo de América” emitió un decreto en la ciudad de Guadalajara, para que las tierras se restituyeran a los naturales para su cultivo “sin que para lo sucesivo puedan arrendarse, pues es mi voluntad que su goce sea inicialmente de los naturales en sus respectivos pueblos". Con esta decisión se estaba elaborando el primer boceto de lo que sería, un siglo después, la reforma agraria

Vicente Riva Palacio en su libro México a través de los siglos, describe de manera precisa el carácter del Padre de la Patria y su compromiso con la gente del campo, cuando señala que: “Ese anciano de mediana estatura, de ojos azules, de frente despejada y de cabellos blancos, que, vestido sencillamente de negro, con un modesto sombrero redondo y un rústico bastón recorría los campos y se confundía con los labradores, compartiendo sus faenas y consolando sus pesares, era el mismo que en la noche, en el estrado, expresaba sus sentimientos con una elocuencia ardiente y apasionada y revolucionaba las conciencias con avanzadas e innovadoras teorías. Labrador en el día, pensador en el crepúsculo.”