En este mes patrio, que celebramos diversas efemérides de singular importancia para nuestra cultura e identidad nacional, no podemos dejar pasar, una que está vinculada a uno de los deportes-espectáculo de enorme raigambre social y popular, nos referimos a la lucha libre.

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En 2016 –y como resultado de ser considerado uno de los deportes más importantes a nivel nacional y que por sus características, ha llegado a formar parte de la cultura mexicana– el Senado de la República declaró el 21 de septiembre como Día Nacional de la Lucha Libre y del Luchador Profesional Mexicano. Casi dos años después –en junio de 2018- el gobierno capitalino declararía a la Lucha Libre Mexicana como Patrimonio Cultural Intangible de la Ciudad de México.

Todos hemos visto alguna vez una lucha, ya sea en vivo o por televisión; todos reconocemos que hay dos bandos: los técnicos y los rudos; y de igual forma, todos reconocemos a una figura emblemática de esta actividad: al Santo, el Enmascarado de Plata. Pero, ¿cómo fue que llegó a tomar un papel tan central y convertirse en una de las manifestaciones más relevantes de la identidad y cultura del mexicano? Aquí te dejamos algunas claves.

  • Las raíces de la lucha libre en nuestro país, se remontan a la época de la Intervención Francesa, cuando se empezaron a desarrollar exhibiciones de lucha grecorromana protagonizados por deportistas europeos –en su mayoría franceses– en diversos sitios, entre ellos, el Palacio de Buenavista (hoy museo de San Carlos).
  • Durante el porfiriato, se hizo cotidiana la práctica y presentación de la lucha grecorromana en la Ciudad de México. Cronistas de este deporte, como Jorge Gómez Garnica, señalan que la primera presentación de la lucha grecorromana con un carácter popular, se realizó el domingo 18 de julio de 1897. Se trató de un encuentro entre los luchadores Rómulus y Billy Clark, en la ya inexistente Plaza de Toros de Bucareli. Este espectáculo, estaba dirigido para agradar a las clases altas de la época
  • Esa tarde, la lucha se alternó con una corrida de toros; pero lo significativo de esa lucha, es que congregó a una afición creciente, particularmente de las clases populares, quienes comenzaron a asistir a los encuentros y contiendas organizadas en distintos foros.
  • Se dice también, que en 1902 el primer campeón mexicano de lucha grecorromana, Enrique Ugartechea, debutó como profesional de la lucha y como actor de teatro, posteriormente, en 1917, sería el primer luchador mexicano en convertirse en actor de cine, participando así en la película Maciste turista.
  • De igual forma, en 1909 se exhibió una película del encuentro entre los gladiadores Fitzimons versus O´Brien. Los carteles de la publicidad estuvieron a cargo de José Guadalupe Posada, quien grabó la imagen de la tradicional llave conocida como: "abrazo de oso invertido".
  • En la tercera década del siglo XX, la lucha libre mexicana adquirió el perfil del catch-as-catch-can francés, que combinaba la lucha grecorromana con la lucha estadounidense. Esto no significa que sea una simple yuxtaposición de estilos y elementos exógenos; por el contrario, se trata de un proceso de apropiación a través del cual, se le confirió una dimensión histórica particular tras relacionarse y fusionarse con los usos y costumbres de la Ciudad de México, así como de sus elementos simbólicos, adquiriendo de esta forma una dimensión cultural propia.

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  • El 21 de septiembre de 1933, los señores Salvador Lutteroth González, Salvador Lutteroth Camou, Miguel Corona y Francisco Ahumada inauguraron la Arena México. Con este nuevo espacio, se iniciaría una aventura en la industria del espectáculo y el entretenimiento. El Coloso de la Doctores –como tiempo después sería conocido- fue fundamental para el florecimiento le la lucha libre mexicana.
  • Uno de los referentes de la lucha libre mexicana es el uso y simbolismo de las máscaras. No fue sino hasta 1934 cuando se presenta el primer luchador enmascarado en México, sin embargo, se retiró poco tiempo después. Se menciona que fue tanta la expectativa que generó, que Salvador Lutteroth comenzó a incluir luchadores enmascarados en los siguientes combates. El uso de las máscaras llevó a otro nivel a la lucha libre en México y la popularidad se incrementó cuando comenzaron apostarlas entre sí.
  • Para la década de los años de 1950, la lucha libre comenzó a cambiar, dejando de ser un espacio exclusivo de los hombres. Las mujeres irrumpieron, dejando atrás la función pasiva, de mirar, aplaudir y admirar. Fue así como Irma González, se convirtió en la pionera de las mujeres del pancracio. La participación femenina en este deporte, tomaría un importante auge en las postrimerías del siglo XX y a partir de ahí, se mantendrían en el cuadrilátero.

De acuerdo al investigador José Agustín Sánchez Valdez, “La Lucha Libre Mexicana es un deporte-espectáculo, que en un principio convocó a las clases populares de la Ciudad, pero que ahora, debido al auge y desarrollo de la industria de la cultura en nuestro país y en el mundo, ha logrado una aceptación general entre la población mexicana e internacional. Un deporte que es espectáculo porque incorpora elementos del drama barroco de la cultura mexicana y exagera sus formas visibles y que, al hacer tal incorporación, adquiere un carácter cultural que a su vez le confiere el estatus de tradición.”

¡Celebremos en este mes patrio otra gran tradición nacional, la lucha libre mexicana!