Dentro de la amplia gama alimentaria de la que goza México destacan platillos de gran importancia cultural, pues los ingredientes que se utilizan para su elaboración son conocidos desde tiempos prehispánicos y recae sobre ellos una larga historia de cómo han sido involucrados, poco a poco, con los recetarios coloniales y la herencia de los pueblos originarios de nuestro país.

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Los platillos con raíces prehispánicas han sido durante mucho tiempo en México, un pilar fundamental de la cocina tradicional, más aún, del considerado arte culinario mexicano, que permiten sincretismo entre el aspecto cultural de los alimentos, es decir, la connotación cultural que tienen muchos de ellos, y la diversidad de técnicas utilizadas para dar a cada platillo un toque especial.

Entre la cocina mexicana que rescata ingredientes de origen prehispánico hay algunos platillos que se han vuelto emblemáticos, tal es el caso de los romeritos, que se consumían de forma regular entre las culturas mesoamericanas y que, con el paso del tiempo, se fueron adaptando también a recetas traídas por los conquistadores españoles, generando así una fusión tanto de sabores como de significados y sentidos.

Se cree que el origen de los romeritos como platillo, también conocido como “revoltijo”, tuvo su origen en los conventos de las monjas instaurados en la época de la colonial, que debido a la carencia económica a la que se enfrentaban, se enfocaban en generar platillos que fueran ricos en sabor y que se pudieran hacer con elementos que tuvieran a la mano. En ese entonces, los nopales, las papas, el mole, los cacahuates y los romeritos eran productos de alta disponibilidad en la zona, con lo cual se procedió a integrarlos en un solo platillo, dando nombre también al revoltijo, pues era prácticamente la mezcla de todos estos elementos. Con el tiempo se fueron adicionando elementos como los camarones, el polvo de haba en forma de pequeñas tortitas, hasta llegar al platillo que conocemos hoy en día.

Este platillo era también bastante conveniente en las épocas de vigilia para las religiosas, pues al ser un alimento que no contenía carne, era perfecto para ayudar a sobrellevar los largos periodos de ayuno que se disponían para las celebraciones religiosas, especialmente para la Navidad y la Cuaresma, es por ello que este platillo puede encontrare en ambas celebraciones, además de que las épocas de recolección de los romeritos coinciden a la perfección con tales festividades.

Recorriendo un poco más la mirada al pasado de este cultivo, es interesante ver cómo la misma forma de producirlo ha cambiado. En tiempos prehispánicos, los romeritos eran una planta casi silvestre que se solía encontrar en las milpas, en donde convergen los cultivos de frijol, maíz y calabaza. Esta planta era más bien recolectada, y no sembrada. Se encontraba principalmente en época de lluvias, que era cuando el terreno se encontraba lo suficientemente húmedo como para permitir su desarrollo.

Los romeritos son una variedad de quelite, que deriva su nombre del náhuatl Qulitli”, que significa “hierba que se come”, y que actualmente es considerado una hortaliza de origen ancestral, pues como se ha mencionado con anterioridad, su consumo data de la época prehispánica.

De ello también deriva que en algunas regiones de México a los romeritos se les conozca con el nombre de quelites salados o romerillo. Es importante diferenciarlo también del romero de olor, pues los romeritos son brotes tiernos y carnosos que suelen ser de uso alimenticio, mientras que el primero tiene otras características físicas, por ejemplo, es más rígido y oscuro, pareciera ser más un arbusto o seto, su aroma es particularmente reconocible y las propiedades atribuidas a éste son de uso medicinal, derivado del conocimiento de la herbolaria.

Algunos ejemplos de quelites comestibles podrían ser las verdolagas. los quintoniles, el epazote, el pápalo, el huauzontle, la hoja santa y los chepiles, los cuales, junto con los romeritos, han sido catalogados como plantas de gran aporte nutrimental, especialmente ricos en minerales.

Ahora que conoces más acerca del origen de este delicioso platillo de temporada puedes disfrutar de él, conociendo las implicaciones culturales que ha tenido a lo largo de su historia, al mismo tiempo que das a tu paladar una explosión de sabores intensos, pues el mole, el camarón y demás ingredientes forman un deleite, que justifica con mucha razón la permanencia de este platillo como uno de los favoritos de los mexicanos.

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