Sin duda alguna, la goma de mascar –como se le dice en EE.UU.- o chicle –como se le denomina en México- es una de las golosinas con mayor presencia en el mundo, y aunque ambos países comparten historia en lo que se refiere a la invención, explotación y desarrollo económico de esta industria, lo cierto es que en un momento del tiempo, ambas caminos se bifurcaron.

Para los estadounidenses, el chicle se convirtió en un artículo de consumo masivo, que se distribuyó al mundo y que incluso, es considerado como un ícono de la cultura norteamericana. En el caso de nuestro país –fuente original de la base de goma natural- fue la Península de Yucatán, durante las primeras cinco décadas del siglo XX, de donde procedió la mayor producción, alcanzando una importancia estratégica y política, para posteriormente, ser una historia ignorada y una producción reducida, a pesar de los esfuerzos de las cooperativas chicleras que aún se mantienen.

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En esta historia de procesos paralelos de consumo y producción se registran importantes eventos que marcaron la diferencia entre estos recorridos. Aquí te presentamos siete hechos que son importantes en la narrativa de esta industria del chicle y el impacto para ambos países.

  1. La goma original y natural, que permitió el desarrollo de esta industria, proviene de la resina que se extrae del árbol de chicozapote que se encuentra sobre todo en la Península de Yucatán. De ahí que durante la primera mitad del siglo XX, nuestro país suministró los volúmenes requeridos por la industria norteamericana. De acuerdo a los investigadores Oscar A. Forero y Michael R. Redclift: “En 1942 México exportó a Estados Unidos más chicle que en cualquier otro momento de su historia: casi cuatro millones de kilos. De tal forma que el consumo masivo de nuestro vecino del Norte estuvo vinculado con el destino de las economías y los pueblos forestales, en especial, de lo que en aquel tiempo era el territorio de Quintana Roo”.
  2. Desafortunadamente -ante la elevada demanda- en la segunda mitad del siglo XX, el chicle fue reemplazado por una goma sintética, que se podía producir por encargo y que además, redujo el costo y por lo tanto el precio a los consumidores. En la actualidad, el mercado de la goma de mascar en el mundo se calcula en cerca de 17 mil millones de dólares estadounidenses, estimándose que sólo 3.5% de este total, corresponde a la goma natural o chicle.
  3. ¿Qué determinó el consumo masivo de la goma de mascar, más allá de que el masticar es un hábito presente a lo largo de la historia? William Wrigley -el fundador de la empresa que todavía domina la fabricación de goma de mascar- alguna vez dijo: "Cualquiera puede hacer chicle, venderlo es el problema". A partir de esta visión, desarrollaría una campaña de mercadeo como nunca antes vista. En la intersección de Times Square, en Manhattan, mandó a colocar pancartas y letreros eléctricos -gran innovación para la época-  y que por supuesto representó un enorme gasto. Asimismo, envió muestras gratuitas a millones de comerciantes y vendedores. El siguiente paso fue vincular el chicle –ya que en ese momento todavía utilizaba la goma natural del chicozapote- en la mente del público, con otras formas populares de recreación. Al desarrollar las primeras "tarjetas de goma de mascar", impulsó una campaña publicitaria acompañada de un equipo de beisbol. Con esto logró que el producto estuviera en la mentalidad de la sociedad norteamericana.
  4. En 1936, el presidente Lázaro Cárdenas dio a conocer las medidas que se implementarían sobre la reconstrucción integral de los territorios de Baja California y Quintana Roo, Reconocía que ambos territorios estaban desarticulados del resto de la nación y que por lo tanto, esta situación había sido aprovechada por naciones ambiciosas. Es así que durante 1937 promovió la Expedición Científica Mexicana, que tenía como objetivo conocer los recursos del Territorio de Quintana Roo e integrarlos a la economía nacional. La expedición presentó un informe que sirvió para la elaboración de un plan político-económico para Quintana Roo, cuyos objetivos se articulaban en la explotación forestal ordenada –en especial del chicozapote, el  hule y las maderas preciosas-, defensa de la soberanía territorial y el aumento poblacional de la zona.
  5. Con todas sus deficiencias y limitaciones, la explotación del chicle, contribuyó a que se habitara el territorio de Quintana Roo. Para el investigador Raúl Arístides Pérez Aguilar: “El proceso de poblamiento de esta zona de México tuvo características especiales, ya que en los albores del siglo XX gran parte de los habitantes constituía una población flotante, pues los hombres llegaban sólo durante el periodo de la explotación del chicle (de junio a febrero), y como no hallaban condiciones de vida urbana ni otra forma de trabajo (aunque algunos se dedicaban al corte de maderas de marzo a junio), se regresaban a su lugar de origen, o bien, optaban por Campeche o Yucatán, que ofrecían mayores posibilidades de desarrollo… la población que explotaba el chicle y se dedicaba al corte de madera sirvió para poblar la selva quintanarroense…” a pesar de la falta de caminos.
  6. Las condiciones de explotación a las que fueron sometidos los trabajadores chicleros es conocida por todos. En 1952, el director español Carlos Velo, presentó su documental denominado Tierra del chicle. En donde describe los peligros de los trabajos en la selva y la explotación de los chicleros por parte de las multinacionales extranjeras. Este trabajo del director Velo fue premiado en el IV Congreso Internacional de Filmes Educativos, 1953, en París, y en el Festival Internacional del Filme Campesino, el mismo año, en Roma.
  7. También se considera que la explotación del chicle contribuyó al desarrollo de la aviación es esta región. Tal como nos lo recuerda el investigador Pérez Aguilar, al señalar que: “Fue en la década de los treinta cuando algunos contratistas introdujeron el avión como medio de transporte en sus negocios de chiclería. A pesar de la pronta propagación del transporte aéreo, las arrias seguían siendo muy útiles para la extracción de la resina, pues había muchos lugares de difícil acceso. Con todo, la actividad chiclera de hecho fue el factor que desarrolló la aviación en el sureste de México”.

Hoy en día, el trabajo y esfuerzo de las cooperativas chicleras que aún se mantienen, están entrando al mercado, a través de la venta de un chicle que se caracteriza por ser goma natural, orgánico –certificado- y biodegradable. Un nicho de mercado que indudablemente debe ser explotado.

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Por su parte, el mercado de goma de mascar –la sintética- está dirigiéndose hacia los chicles funcionales, como aquellos que son sin azúcar y evitan las caries, los de nicotina, los que dan energía o los dirigidos a los diabéticos. Pereciera que nos estamos acercando al sueño de Charly y la fábrica de chocolates, cuando imaginaba un chicle que ofreciera una comida completa: sopa, guisado y postre.

En este 13 de enero, que se celebra el Día Mundial del Chicle, es importante recordar la historia de esta industria, que tiene como eje la saludable actividad de masticar, pero también, para no olvidar la importancia que en algún momento -este árbol nativo de nuestro país- tuvo en la economía de la región del sureste.