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En un día como hoy -8 de septiembre- pero de 1768, nació en la Ciudad de México -y no en Morelia como erróneamente se ha dicho- María Josefa Cresencia Ortiz Téllez-Girón, mejor conocida como Josefa Ortiz de Domínguez, la Corregidora, patriota y heroína de la Independencia.

Muy joven queda huérfana, por lo que quedó a cargo de su hermana María Sotero Ortiz. Cuentan que su hermana, al no tener los medios para sostenerla, pidió dinero prestado a varias personas para que pudiera vivir como pensionista en el Colegio de San Ignacio de Loyola -el célebre Colegio de las Vizcaínas- en donde estuvo aproximadamente dos años.

Es aquí donde conoce al que sería su esposo, Miguel Domínguez, quien visitaba asiduamente a la junta directiva del colegio, ya que era el apoderado legal de una persona que había legado un sustancial recurso económico para el sostenimiento del plantel. En 1791 se casaron y procrearon 14 hijos.

En 1802, el virrey Félix Berenguer de Marquina, designó a Miguel Domínguez como el corregidor de la ciudad de Querétaro, por lo que la familia se trasladó a esta ciudad. Los primeros seis años de su permanencia no registraron nada notable, sin embargo, para 1808, la idea de establecer una junta colonial que gobernara la Nueva España      -en ausencia de Fernando VII- se había extendido en todas partes y ganaba adeptos, incluido el Corregidor Domínguez y el propio Virrey José de Iturrigaray. 

Para 1809, la conspiración se había ramificado a otras regiones del país, siendo la casa del Corregidor y su esposa el lugar donde se llevaban a cabo reuniones para preparar el levantamiento. Una vez traicionados y descubierta la insurrección, se produce el famoso y conocido pasaje que muestra el compromiso de Josefa Ortiz con la causa, ya que a pesar de haber sido encerrada por su esposo, logra avisar a Ignacio Pérez, quien se encarga de informar a Allende e Hidalgo del peligro que corrían. Este acto permitió que no se frustrase la conspiración de Dolores -como había sucedido antes con la de Valladolid- y que se adelantase la fecha de la insurrección, que estaba señalada para los primeros días de octubre de 1810.

Pero su papel en la Independencia no sólo se redujo a ese acto -que algunos malintencionados de la época lo llamaron “rapto de entusiasmo”- muy por el contrario, su adhesión a la gran causa de la libertad fue el producto de una legítima convicción de la justicia y de su deseo de libertad que germinaba en ella y en otras tantas mujeres que hoy sabemos, participaron en la gesta independentista y que no dudaron en dar su vida o ir a prisión.

En los años que siguieron, Josefa Ortiz siguió siendo vigilada por las fuerzas realistas, pero aun así continuó sirviendo a la Independencia de diversas maneras, al grado que, para terminar el año de 1813, volvió a caer sobre ella una tercera acusación. Finalmente, en 1816 fue de nuevo encerrada en el convento de Santa Catalina y el 16 de noviembre de ese mismo año, sentenciada a cuatro años de reclusión. Según parece, su entereza nunca se doblegó durante su cautiverio; sólo una sola vez lloró, y esto fue al saber que su esposo había quedado ciego a causa de las cataratas que padecía.

La llegada del nuevo Virrey Apodaca le permitió quedar en libertad por decreto el 17 de junio de 1817. La confianza que inspiraba a los patriotas era tan grande y su constancia y decisión tan notorias, que todavía después de efectuada la Independencia, su casa siguió siendo el punto de reunión, pero esta vez de los republicanos, quienes tenían un nuevo motivo: combatir la nueva tiranía impuesta por Iturbide al declararse Emperador de México en 1822.

Incluso, se dice que cuando recibió el nombramiento de dama de honor de la emperatriz Ana -esposa de Iturbide-, se negó a aceptarlo con frases sumamente enérgicas. Tampoco espero retribución alguna por lo brindado a la causa, de tal forma que, en 1824 cuando se reunió con la junta de recompensas, declaró de un modo terminante que ella no solicitaba ningún premio por sus servicios.

Josefa Ortiz, a causa de su participación en el movimiento insurgente, fue privada de su libertad, considerada enferma mental y difamada, al igual que muchas otras mujeres que participaron en la Guerra de Independencia y que como ha dicho de forma acertada Carmen Saucedo Zarco “dieron tanto de que hablar”. En este mes de la Patria, recordemos su natalicio. 

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