Muchos han sido los viajeros que en el transcurso de casi cinco siglos dejaron testimonio escrito y visual acerca de nuestro país.  Desde su descubrimiento, fue un foco de atracción constante para los extranjeros, quienes desde distintos intereses y nacionalidades visitaron y examinaron nuestro territorio. El siglo XIX fue sin duda uno de los más prolíficos en la afluencia de estos personajes, cuyas ocupaciones y profesiones eran aún más diversas, así encontramos científicos, mineros, diplomáticos, militares, marinos, literatos, aristócratas, ingenieros, naturalistas, litógrafos, cortesanos, comerciantes, médicos, artistas y periodistas.

De entre este grupo, uno de los que destaca es Alexander von Humboldt, considerado un importante explorador y uno de los científicos más famosos de su época. Nació el 14 de septiembre de 1769, a las afueras de Berlín, Alemania. Fue educado por tutores particulares, quienes motivaron su afición por la naturaleza. Estudió en la Escuela de Minas de Freiberg y trabajó durante algún tiempo en el gobierno. A la edad de 27 años fallece su madre, dejándole una importante herencia que le da la posibilidad de llevar a cabo los viajes científicos que tanto había ansiado.

La expedición al nuevo continente le permitió recorrer diez mil kilómetros en tres etapas. Las primeras dos fueron en Sudamérica, realizando la travesía por Caracas, el Alto Orinoco, Bogotá, Quito y los Andes; mientras que en la tercera etapa recorrió el vasto territorio de la Nueva España. A lo largo de los cinco años que duró el trayecto por América, logró recopilar una gran cantidad de datos sobre el clima, los recursos naturales, la orografía, la flora y fauna, entre otros.

Humboldt llegó a las costas de Acapulco en el año de 1803, iniciando la travesía por nuestro país durante aproximadamente un año. La información acumulada la publicaría bajo el título “Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España”, considerado uno de los libros más influyentes no sólo del periodo colonial, sino también, durante el transcurso de la vida independiente.

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La Nueva España representó para Humboldt, uno de los espectáculos más impresionantes que hasta ese momento se habían visto, de ahí que llamara su atención y la de muchos viajeros más. Te presentamos algunas de las anotaciones que escribió en su célebre ensayo y en donde se observa la admiración por esta nueva tierra que ayudó a conocer.

  • Su llegada a nuestro país. “Llegué Méjico por el mar del Sur en marzo de 1803, y he residido en este vasto reino por espacio de un año. Como había hecho ya antes varias investigaciones en la provincia de Caracas, en las orillas del Orinoco y del Río Negro, en la Nueva Granada, en Quito y en las costas del Perú… me sorprendió ciertamente lo adelantado de la Nueva España con respecto de las partes de la América meridional que acababa de recorrer. Este contraste me excitaba a un mismo tiempo a estudiar muy particularmente la estadística del reino de Méjico…”
  • Nuestro país la joya de la corona española. “Entre las colonias sujetas al dominio del rey de España, Méjico ocupa actualmente el primer lugar, así por sus riquezas territoriales como por lo favorable de su posición para el comercio con Europa y Asia. No hablamos aquí sino del valor político del país, atendido su actual estado de civilización que es muy superior al que se observa en las demás posesiones españolas.”
  • Los factores que influyen en la agricultura de un país. “La fisonomía de un país, el modo con que están agrupadas las montañas, la extensión de las llanuras, la elevación que determina su temperatura, y la sequedad, en fin, todo lo que constituye la estructura del globo, tiene las relaciones más esenciales con los progresos de la población y el bienestar de los habitantes. Esa estructura es la que influye en el estado de la agricultura que varía según la diferencia de los climas.”
  • El impacto de las llanuras y valles que encontró en su viaje. “…en Méjico, el suelo presenta un aspecto diferente. Llanuras más extensas que las del Perú, aunque de no menos uniforme superficie, están tan inmediatas unas a otras, que en la loma prolongada de la Cordillera no forman sino un solo llano…”
  • De los cuatro valles que rodean a la Ciudad de México y su vocación agrícola. “En otra obra (en el Atlas unido a la Relación Histórica de mi viaje) presentaré el perfil de los cuatro llanos o mesas que rodean la capital de Méjico. El 1° que comprende el valle de Toluca tiene 2,600 metros; el 2° o sea el valle de Tenochtitlan, 2,274 metros; el 3° el valle de Actopan 1,966 metros, y el 4° el valle de Ixtla [Morelos] 981 metros de altura. Estos cuatro lechos se diferencian tanto por el clima como por su elevación sobre el nivel del océano, y siendo cada cual de ellos acomodado para diferente especie de cultivo, el último y menos elevado es propio para el de la caña de azúcar; el 3° al del algodón; el 2° al del trigo de Europa, y el 1°, el de Toluca, a plantíos de Maguey que se pueden considerar como las viñas de los aztecas.”
  • Del enorme potencial agrícola que Humboldt veía en nuestro país. “El vasto reino de Nueva España, bien cultivado, produciría por sí solo todo lo que el comercio va a buscar en el resto del globo; el azúcar, la cochinilla, el cacao, el algodón, el café, el trigo, el cáñamo, el lino, la seda, los aceites y el vino.”
  • Su admiración por los volcanes que encontró a lo largo de su recorrido. “En esta parte de la gran mesa de Anáhuac, entre la capital y las pequeñas ciudades de Córdoba y de Jalapa, se presenta un grupo de montañas que rivalizan con las más altas cumbres del Nuevo Continente. Basta nombrar cuatro de estos colosos, cuya altura no se conocía antes de mi expedición: el Popocatépetl (de 5,400 metros), el Iztaccíhuatl (o la mujer blanca de 4,786 metros), el Citlaltépetl (o el pico de Orizaba de 5,295 metros), y el Nauhcampatépetl (o el cofre de Perote de 4,089 metros).”

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En este día que celebramos el natalicio de Alexander von Humboldt, es preciso recordar que su obra está ligada permanentemente al desarrollo cultural, científico y material de nuestra nación. Y que su trabajo abarcó diversas áreas de la ciencia como astronomía, ciencias de la atmósfera, geociencias, botánica, antropología y demografía, por señalar algunas. 

Sin embargo, también debemos reconocer como señaló alguna vez el filósofo Samuel Ramos que: “Cuando Humboldt vino en 1803 a estudiar a México, se encontró con que los propios mexicanos ya habían empezado a estudiar, conforme a un método científico, y aprovechó cuanto dato pudo reunir en menos de un año para hacer su magnífico Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España. Esta obra es una sistematización de los datos para lograr el conocimiento de México en una síntesis general. Ciertamente es la obra de un alemán, que aplica el método y el rigor de la disciplina germánica. Su visión de México es la de un europeo, pero es de justicia hacer notar que en esa obra han colaborado secretamente los sabios mexicanos del siglo XVIII a quienes Humboldt, sin citarlos, debe mucha información sobre diversas cuestiones que trata en su libro.”