Es un hecho que no habrá una economía fuerte y favorable, ni tampoco posibilidades de mejorar las condiciones de vida de amplias capas de la población mundial, si no contamos con un planeta saludable. Dentro del marco de deterioro ambiental al que nos hemos acercado, el sector forestal puede asumir una tarea sustancial, no sólo para afrontar la degradación ecológica, sino también para promover economías inclusivas, resilientes y sostenibles.

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En la actualidad, los bosques dan sustento a alrededor mil millones de personas a través de alimentos como hierbas, frutas, frutos secos, carne e insectos. Un ejemplo de esto, es que en algunas regiones del mundo –en particular en las zonas tropicales remotas– el consumo de carne silvestre cubre entre 60 y 80% de las necesidades diarias de proteínas. A esto habría que añadir la enorme cantidad de plantas con valor medicinal que crecen en los bosques y que hoy forman parte de medicamentos farmacéuticos.

Al mismo tiempo, los bosques son el hábitat de 80% de las especies de anfibios, 75% de las aves y 68% de los mamíferos; se calcula también que los bosques tropicales son el hogar de 60% de todas las especies de plantas vasculares en el orbe.

Y aun cuando más de 700 millones de hectáreas de bosques –cerca de 18% de la superficie forestal total– se ubican en áreas protegidas, la biodiversidad forestal continúa siendo amenazada por la desforestación y la degradación. Las cifras indican que, en el periodo de 1990-2020, se han perdido cerca de 420 millones de hectáreas de bosques debido a la deforestación.

En tiempos recientes, existe el consenso de que una de las vías o mecanismos para que el sector forestal contribuya a la transición de economías sostenibles, radica en la necesidad de restaurar las tierras degradadas y ampliar la agroforestería, lo que, de acuerdo a especialistas, podría impulsar la productividad agrícola en otros mil millones de hectáreas.

La agroforestería, de acuerdo al Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad de la UNAM, es aquella gestión y manejo de la tierra que integra la retención o introducción de árboles y arbustos perennes en parcelas agrícolas, en las que además coexisten cultivos, animales silvestres y/o domésticos, con beneficios económicos y ecológicos. Este tipo de sistemas  es una labor que ha sido mantenida e impulsada, sobre todo, por la pequeña agricultura. Esta condición es relevante, si consideramos que los pequeños productores, las comunidades locales y los pueblos indígenas poseen o gestionan casi la mitad de los territorios forestales y agrícolas del mundo (alrededor de 4,350 millones de hectáreas) y que por lo tanto, son esenciales y no se les puede obviar, si queremos lograr los cambios a favor del planeta.

La agroforestería en nuestro país no es un conocimiento nuevo, por el contrario, cuenta con una importante tradición que ha prevalecido durante muchos años en las prácticas de la agricultura de subsistencia, tradicional, campesina e indígena. Por estas razones, te presentamos cinco prácticas agroforestales, dentro del amplio número que se han registrado a lo largo del territorio nacional.

  • El tlacolol es un sistema agroforestal que se práctica por comunidades nahuas en el Estado de Guerrero, en el cual generalmente se cultivan durante el ciclo de temporal diversas variedades de maíz, frijol y calabaza; se alternan períodos cortos de cultivo con periodos largos de barbecho que permiten la recuperación de la vegetación y de la fertilidad del suelo. Se acostumbra a dejar en pie algunos tocones y árboles porque facilitan la recuperación de la vegetación, o bien porque protegen o favorecen la propagación de otras plantas que son valoradas por sus usos y funciones. Este sistema se ha asociado a climas cálido subhúmedo y templado, dominados principalmente por bosque tropical caducifolio.
  • El sistema milpa-cactáceas columnares es practicado en el Valle de Tehuacán, donde los bosques de cactáceas columnares son clareados para practicar la agricultura por parte de comunidades de origen indígena como los nahuas, popolocas, ixcatecas, mazatecas, entre otras. Se ha incorporado el policultivo de milpa, que incluye variedades criollas de maíz, fríjol y calabaza. Es una práctica común la tolerancia de especies útiles de cactáceas columnares, agaváceas y otras especies nativas en el perímetro de las parcelas, en pequeñas franjas o islas de vegetación e incluso como individuos aislados en el centro de las parcelas. Muchas de las plantas que se han encontrado en este sistema son nativas y su uso está vinculado como alimento, forraje y combustible.
  • El kuojtakiloyan, palabra náhuatl que significa “bosque que produce” o “bosque útil”. Es un sistema agroforestal de comunidades nahuas de la Sierra Norte de Puebla, que maneja plantas silvestres y cultivadas y en donde las características estructurales de los bosques originales son preservadas, aunque la composición de las especies ha sido modificada. Se produce en mayor medida café y forma parte de un paisaje regional que incluye milpas, tierras en barbecho, tierras en pastoreo y remanentes de bosques templados y bosques mesófilos. Las especies que brindan sombra para el café y otras que se desarrollan en este sistema, dan como resultado una rica composición florística que incluyen plantas que son empleadas como alimento, ornamentales, combustibles y aquellas otras que son comercializadas como especias o frutales.
  • Otro tipo de sistema agroforestal son los cacaotales. El cultivo y domesticación del cacao tiene una gran tradición en nuestro país, de ahí su carácter sagrado, ritual, social, medicinal, gastronómico, como tributo y como moneda de intercambio, desde antes de la llegada de los españoles. En nuestros días los cacaotales en el Soconusco y la Chontalpa constituyen ejemplos notables de bosques manejados donde además del cacao, se mantiene un elevado número de especies vegetales nativas e introducidas, animales domesticados y silvestres, lo que imita un bosque, pero que en realidad tiene una alta dominancia de especies útiles en su composición. La diversidad de especies de árboles y vegetales cultivados y manejados, además de proporcionar sombra, ofrecen a la vez, madera, fruta y usos medicinales.
  • El metepantli. En Tlaxcala se desarrolla una práctica agroforestal conocida como metepantli, palabra que deriva del náhuatl metl, que significa “maguey”, y pantli “espacio entre”, aunque también se le ha dado la acepción de “pared de magueyes”. En este sistema, los campesinos cultivan zonas que contienen una serie de plantas como los magueyes, además de árboles frutales. Entre las especies más utilizadas que se pueden observar están el maguey manso, aunque pueden existir otras especies de magueyes; árboles como el sabino, encino y pino; mientras que en árboles frutales destacan el tejocote, capulín y especies como el durazno y el chabacano; además de especies de arbustos como palo dulce e incluso nopales. Los árboles y arbustos generalmente son resistentes a la sequía, mientras que los magueyes, al tener amplias raíces superficiales y aglutinantes, cumplen la función de prevenir la erosión y acumular humedad.

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Los sistemas agroforestales en México –como en el mundo– han demostrado su pertinencia para atenuar los efectos de la erosión, cubrir las necesidades de sombra, proveer de hábitat a especies útiles, mantener o incrementar la fertilidad del suelo, disminuir el efecto de los huracanes en los cultivos, ayudar en el control de las quemas y a favorecer la biodiversidad de especies, ofreciendo a su vez numerosos beneficios a los seres humanos a escala local, regional y global.

En este Día Internacional de los Bosques es necesario que se reconozca, que estos sistemas constituyen una verdadera apuesta, que busca resolver los problemas de abasto de alimentos y materias primas de una manera amigable con los ecosistemas planetarios. Para lo cual, se deben impulsar los mecanismos que permitan maximizar las sinergias entre los sectores agrícola y forestal.