Los recursos de la tierra -suelo, agua y biodiversidad- constituyen la base de la riqueza de nuestras sociedades y economías, ya que satisfacen las crecientes necesidades de alimentos, agua, combustible y otras materias primas que dan forma a nuestros medios de subsistencia y estilos de vida. Sin embargo, la forma en que administramos y usamos actualmente estos recursos naturales, amenaza la salud y la supervivencia continua de muchas especies en la Tierra, incluida la nuestra.

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Se considera que de los nueve límites planetarios utilizados para definir un espacio operativo seguro para la humanidad, cuatro ya se han superado: cambio climático, pérdida de biodiversidad, cambio de uso de la tierra y ciclos geoquímicos. Lo preocupante de estos límites rebasados, es que están directamente relacionadas con la desertificación inducida por el hombre, la degradación de la tierra y la sequía. Por lo que si persisten las tendencias actuales, es probable que  aumente el riesgo de cambios ambientales generalizados, abruptos o irreversibles.

La desertificación y la sequía no son fenómenos alejados a nuestra vida, por el contrario, están y seguirán generando impactos directos en diferentes áreas de nuestra existencia, a menos que reconozcamos, que conservar, restaurar y usar nuestros recursos terrestres de manera sostenible es un imperativo global que ya no puede esperar. Aquí te presentamos algunos datos y cifras a fin de que dimensionemos el tamaño del problema.

  • En la actualidad, existe un consenso científico a partir de evidencia sólida, que indica que el cambio climático inducido por el hombre ha llevado a un mayor riesgo de sequía. De tal forma que la desertificación, la degradación de la tierra y la sequía, ya afectan a más de tres mil millones de personas en el mundo, en su mayoría comunidades rurales pobres, pequeños agricultores, mujeres, jóvenes, pueblos indígenas y otros grupos en riesgo.
  • De acuerdo con un análisis de los informes nacionales presentados por la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD, por sus siglas en inglés) se estima -manera conservadora- que en promedio 20% del suelo mundial está degradada en cierta medida. Esta estimación representa casi 30 millones de kilómetros cuadrados, un área similar al tamaño del continente africano.
  • El número y la duración de las sequías ha aumentado en 29% desde el año 2000, en comparación con las dos décadas anteriores. Se calcula que de seguir esta tendencia, para 2040, uno de cada cuatro niños del orbe podría vivir en áreas con escasez extrema de agua, lo que indicaría que estamos amenazando su futuro.
  • La sequía es mortal, ya que desde 1970 y hasta 2019, este fenómeno ha provocado pérdidas humanas por un total de aproximadamente 650 mil personas. De las que, 9 de cada 10 se produjeron en los países en desarrollo.
  • La sequía afecta de manera principal a las mujeres y las niñas de los países emergentes y en desarrollo, ya que sufren mayores cargas y sufrimientos en términos de niveles de educación, nutrición, salud, saneamiento y seguridad, que con respecto a los hombres.
  • Un ejemplo de lo anterior, indica que la carga de la recolección de agua, especialmente en las tierras secas, recae de manera desproporcionada sobre las mujeres (72%) y las niñas (9%), quienes, en algunos casos, gastan hasta el 40 por ciento de su ingesta calórica transportando agua.
  • Las sequías tienen impactos profundos, generalizados y subestimados en las sociedades, los ecosistemas y las economías, y solo se contabiliza una parte de las pérdidas reales. Ejemplos en lo económico, señalan que el efecto de las sequías severas redujo el producto interno bruto de la India entre un 2 y un 5 por ciento; mientras que como resultado de la Sequía del Milenio en Australia, la productividad agrícola total –de dicha nación- cayó 18% en el período de 2002 a 2010.
  • En los últimos 40 años, alrededor de 12 millones de hectáreas de tierra se perdieron cada año, debido a la sequía y la desertificación.
  • Un tercio de las emisiones globales de dióxido de carbono, se compensa con la absorción de carbono por parte de los ecosistemas terrestres, sin embargo, esta capacidad es muy sensible a las sequías.
  • La megasequía en Australia contribuyó a los megaincendios entre 2019 y 2020, que dieron como resultado, la pérdida de hábitat más dramática para especies amenazadas en la historia, alrededor de 3 mil millones de animales murieron o fueron desplazados en estos incendios forestales.
  • En nuestro país, la situación de vulnerabilidad también está presente. De acuerdo a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales de (SEMARNAT), 26 por ciento del territorio nacional está en proceso de desertificación, en tanto que un poco más del 58 por ciento de la población total vive en zonas áridas.

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El estado de los suelos nos afecta a todos, por lo que su cuidado es una responsabilidad compartida. Solamente la colaboración, así como el impulso de acciones y medidas basadas en el conocimiento científico, pero, también, en el conocimiento ancestral de miles de comunidades     -que han vivido en equilibrio con la naturaleza- podremos aumentar la resiliencia a la sequía, prevenir futuros desastres y adoptar una gestión de la tierra más responsable que empodere a las mujeres, los jóvenes, los pueblos indígenas y las comunidades locales.

Es importante recordar este 17 de junio, Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, que ambos fenómenos representan importantes amenazas para la seguridad alimentaria, la nutrición y los sistemas alimentarios sostenibles en todo el mundo y que por más simple que parezca, la solución está precisamente debajo de nuestros pies.