El 4 de octubre se celebran a nivel internacional, dos fechas de suma importancia: El Día Mundial de los Animales y el Día Mundial del Hábitat.

Aunque llevan consignas diferentes, es clara la alusión al respeto a toda forma de vida y a condiciones dignas de todas las personas que habitan en el planeta.

El origen del Día de los Animales, comenzó como una conmemoración a San Francisco de Asís, quien argumentaba que el hombre debía conocer su lugar en la creación, y que no se podría conseguir un desarrollo integral como persona, sin respetar el valor de los animales. Posteriormente este día fue utilizado como bandera para apoyar movimientos que protegen a los animales que se encuentran en peligro de extinción, ya que la mayoría de ellos han llegado a esta situación, por la explotación irracional de sus pieles o productos derivados para el consumo humano.

Fomentar iniciativas que cuiden de los animales y sus entornos es una realidad que debemos tener en cuenta en el ámbito agrícola y ganadero. Por ejemplo, es necesario cuidar de animales que actúan como polinizadores y propician el crecimiento adecuado de los cultivos. Y de igual forma, es necesario promover sistemas de ganadería sin sufrimiento. Recordemos que el bienestar de los animales es un factor determinante para el adecuado rendimiento de los productos que de ellos se derivan.  

Por otra parte, el primer lunes de octubre de cada año se estableció como Día Mundial del Hábitat, con el fin de reflexionar y reconocer los avances, así como los desafíos que guardan los asentamientos humanos (hábitat); pero también, para seguir impulsando el derecho básico de todos a una vivienda adecuada.

Este año, el tema es: “Acelerar la acción urbana para un mundo libre de carbono”; lo que resulta ser de singular trascendencia si consideramos que las ciudades son responsables de alrededor del 70 por ciento de las emisiones globales de dióxido de carbono.

Es un hecho que en las próximas décadas la tasa de urbanización mantendrá su crecimiento y por lo tanto, el abastecimiento de alimentos a las ciudades será una de las principales preocupaciones. Ante este panorama y frente a sistemas de distribución precarios e ineficientes, hoy muchas de las grandes urbes están volteando la mirada a nuevos esquemas de producción y distribución de alimentos, que pueden contribuir a complementar el incremento de la demanda.

Destacan dentro de éstas, la agricultura urbana y periurbana. Se llama así a la práctica de cultivar alimentos y criar ganado en las proximidades de las zonas urbanas o dentro de ellas. Estimaciones recientes indican que este tipo de agricultura representa alrededor de 15 por ciento del total de las tierras agrícolas en todo el mundo.

Las actividades pueden ir desde la producción doméstica en patios, azoteas y parcelas comunitarias, hasta la producción comercial en espacios interiores tan reducidos como contenedores de transporte o tan grandes como almacenes de varias hectáreas de extensión.

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Esta agricultura además de producir alimentos (que consume especialmente la población urbana de menores recursos) también contribuye a mejorar el ambiente urbano, la seguridad alimentaria, ingresos adicionales a los habitantes de los barrios que los producen, a reducir la huella ecológica, contener la expansión urbana, desarrollar la resiliencia al cambio climático e implementar principios de la economía circular a través del reciclaje de los residuos urbanos.

Debemos promover acciones que protegen a los animales y seguir impulsando condiciones dignas en los asentamientos humanos. No olvidemos que el planeta es de todos los seres que lo habitamos.