Artículo publicado en el periódico El Economista, miércoles 20 de mayo 2015
La productividad como base del crecimiento y el bienestar
Dr. Osvaldo Santín Quiroz, Jefe de la Oficina de Coordinación del C. Secretario. SHCP
A partir de los años noventa México emprendió un profundo proceso de
consolidación macroeconómica mediante un manejo responsable de las finanzas
públicas, una conducción autónoma de la política monetaria y una regulación
prudencial que convirtió al sistema financiero mexicano en uno de los más sólidos
del mundo. Ante tales transformaciones, no sorprende que hoy en día nuestra
economía goce de un alto nivel de confianza en los mercados internacionales.
Sin embargo, y aunque parezca paradójico, no hemos logrado que este entorno de
estabilidad macroeconómica se traduzca en un crecimiento económico dinámico o
incluso cercano al de otras economías comparables con la nuestra. Así, entre
1980 y 2014, nuestro país creció a un ritmo promedio anual de 2.4%, por debajo
de lo observado en Brasil (2.5%), Chile (4.4%), Corea (6.6%) o China (9.8%). Lo
anterior ha limitado las posibilidades de mejorar el bienestar para las familias
mexicanas. De hecho, la brecha de ingreso por habitante de México con respecto
a Estados Unidos se incrementó en cerca de 12 puntos porcentuales durante los
últimos 30 años.
¿Por qué no hemos logrado crecer de manera sostenida? La evidencia apunta a
que el bajo dinamismo económico es resultado de la modesta expansión de la
productividad. De hecho, entre 1990 y 2013, la productividad de nuestra economía
disminuyó a un ritmo anual de 0.35%, contrario a lo observado en otros países,
como Chile y Corea, en donde ésta creció a un ritmo promedio de 1.1% y 2.4%,
respectivamente, para un periodo comparable.
Existen múltiples causas que explican lo anterior. Por una parte, el sector informal
de la economía, significativamente menos productivo que el formal, emplea a un
gran número de trabajadores. En segundo lugar, los recursos que destinamos a la
innovación y al desarrollo tecnológico representan alrededor de medio punto del
PIB, cuando en los países de la OCDE estos equivalen a aproximadamente 2%.
Por otro lado, aunque nuestro país ha mostrado avances importantes en la
materia, las empresas aún enfrentan una carga regulatoria excesiva en los tres
niveles de gobierno y su encadenamiento productivo es muy limitado.
Atendiendo a lo anterior, la administración del Presidente Enrique Peña Nieto
promovió la Ley para Impulsar el Incremento Sostenido de la Productividad y la
Competitividad de la Economía Nacional, que entró en vigor el pasado 7 de mayo.
La nueva Ley ordena la implementación de una Política Nacional de Fomento
Económico de observancia obligatoria para todas las dependencias y entidades
federales que debe incluir componentes transversales, sectoriales y regionales.
Entre los componentes transversales, destaca el impulso a la formalización de la
economía, a la innovación, al emprendimiento, a la capacitación, al financiamiento
y a la infraestructura productiva. En cuanto a las políticas sectoriales, se hace
explícito el objetivo de promover un cambio estructural hacia actividades de alta
productividad y la transformación de los sectores tradicionales de la economía, así
como la mayor integración de las MiPYMES a las cadenas de valor. Finalmente, el
énfasis regional resalta la importancia de diseñar acciones que atiendan las
diferencias en el grado de desarrollo que actualmente persisten en nuestro país.
La Ley de Planeación, por su parte, ahora establece que el Plan Nacional de
Desarrollo considerará una visión de largo plazo de la Política de fomento
económico, con un horizonte de hasta 20 años. Sin duda, éste es un aspecto
importante porque la tarea de elevar la productividad debe ser concebida como un
reto continuo y de largo plazo. Como corolario, resulta indispensable contar con
mecanismos de seguimiento, evaluación y rendición de cuentas que nos permitan
hacer los ajustes necesarios y corregir el rumbo de las políticas de promoción
económica en caso de que éstas no tengan los resultados esperados. La nueva
Ley contempla un monitoreo permanente de los programas y los proyectos que
tengan como objetivo incrementar la productividad y la competitividad del país.
La experiencia internacional muestra que el crecimiento económico sostenido
viene aparejado de mejoras continuas en el bienestar de la población. La agenda
de reformas estructurales, aunada a la estrategia de democratizar la productividad
del Plan Nacional de Desarrollo, representan un paso firme en tal dirección. La
promulgación de la Ley para Impulsar la Productividad y Competitividad garantiza
la continuidad de estos esfuerzos y los fortalece.
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La productividad como base del crecimiento y el bienestar
A partir de los años noventa México emprendió un profundo proceso de consolidación macroeconómica mediante un manejo responsable de las finanzas públicas, una conducción autónoma de la política monetaria y una regulación prudencial que convirtió al sistema financiero mexicano en uno de los más sólidos del mundo.
Secretaría de Hacienda y Crédito Público | 19 de mayo de 2015
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