En México, las mujeres destinan cerca de 18 horas más a la semana que los hombres a las labores domésticas y de cuidado, generando una doble jornada de trabajo para ellas.
Esta situación crea la expectativa de que los hombres –al ser proveedores–, pueden destinar más tiempo al trabajo remunerado, propiciando su desvinculación emocional con la familia, estrés y afectaciones a la salud.