Ciudad de México, a 6 de febrero de 2015.


Palabras del Licenciado Emilio Chuayffet Chemor, secretario de educación pública, durante la cumbre de Laureate: juventud y productividad en México.

Saludo al presidente del banco interamericano de desarrollo, y a los señores dirigentes del Laureate Education en México.

Señoras y señores:

Hace unos minutos, viniendo para acá y estudiando las intervenciones de quienes han participado el día de hoy me venía a la cabeza que la participación de quienes han sido funcionarios públicos y empresarios interesados en la educación son claves para entender y aprovechar los vínculos entre juventud, educación y productividad.

Recuerdo, al inicio de mi participación, que un alumno destacado de Marshall Mcluhan, escribió un provocador libro llamado El fin de la educación, Neil Postman, que en materia educativa la palabra fin juega un doble papel, señalando que muchos errores se cometen en la enseñanza cuando sólo se la concibe como herramienta para conseguir empleo.

Dice Postman que la educación vale y sólo vale cuando se educa para alcanzar una vida plena, y no nada más un trabajo bien remunerado, pues éste es únicamente uno de los efectos o consecuencias del desarrollo personal.

 

No podemos ser ajenos a la evidencia de que para alcanzar una prosperidad duradera, así como para cerrar brechas, es imperativo lograr que se eleve la productividad de la economía mexicana, lo que sólo podrá concretarse al contar, entre otras cosas, con personas cada vez más calificadas.

Los países que han invertido en educación, poseen niveles crecientes de competitividad. En el nuestro, la productividad se ha estancado, en contraste con la de otras naciones. Por ejemplo, Noruega tiene seis veces más que México; mientras que la diferencia entre nosotros y Corea del Sur es casi del doble.

Para hacer frente a esta situación, tenemos que fomentar el círculo virtuoso de la competitividad que comprende tres componentes esenciales: que las personas tengan capacidad de hacer bien su trabajo, que cumplan con procesos y estándares nacionales e internacionales, y que sean capaces de mejorar su desempeño en el tiempo.

Una educación de calidad debe otorgar a los jóvenes los conocimientos, las habilidades y las competencias imprescindibles para funcionar adecuadamente en la vida y en el ámbito laboral.

Ya los griegos apuntaban que la excelencia educativa se lograba cuando se tenía laareté y la techné; entre otras palabras, el saber ser, el saber hacer.

Esta misma noción se define como la búsqueda para garantizar el desarrollo cognitivo, el creativo y el afectivo de los educandos, para que se vuelvan ciudadanos plenos.

Por desgracia, en México la juventud no cuenta con la oportunidad y los recursos suficientes para impulsar las transformaciones que necesita el país.

Dicha circunstancia se refleja en los altos niveles de desempleo y subempleo; la existencia de una elevada proporción de egresados en empleos de baja productividad e ingresos; y la frecuente desvinculación entre actividad laboral y los estudios realizados.

Actualmente, el desempleo en la población de 22 años o menos con bachillerato es el doble (9.53 por ciento) que el desempleo total del país.

En la educación media superior, 2 de cada 10 egresados no reciben pago, y casi 6 de cada 10 se insertan en empleos que no ofrecen prestaciones.

El 63 por ciento de los ocupados con bachillerato completo se agrupa en sectores con baja productividad laboral, como el comercio al por menor, servicios de alojamiento temporal, servicios de apoyo a los negocios y manejo de desechos, servicios de asistencia social, entre otros.

Los jóvenes recién egresados de la educación superior, más de la mitad recibe ingresos muy precarios (equivalentes a 3 salarios mínimos y aún menos) y alrededor de una cuarta parte carece de prestaciones sociales o trabaja sin contrato.

Al menos la tercera parte de los profesionales desempeñan actividades que no guardan correspondencia con su formación.

Paradójicamente, de acuerdo con un estudio realizado por Manpower en 2012, 43 por ciento de los empleadores en nuestro país tenía dificultades para encontrar el personal calificado para sus organizaciones.

Entre las principales razones de este fenómeno, destacan la falta de competencias técnicas, 34 por ciento; la falta de experiencia, 27 por ciento; la falta de postulantes, 22 por ciento; certificaciones profesionales ausentes, 15 por ciento; falta de habilidades de "empleabilidad", 14 por ciento; falta de entusiasmo y motivación, 12 por ciento, y certificaciones de esa industria, 11 por ciento.

La estructura de la oferta educativa, la débil orientación vocacional y la escasa información con la que cuentan los jóvenes para elegir carrera son algunos de los factores que contribuyen a explicar dichos desajustes.

Por ejemplo, en el área de educación media superior tecnológica, las carreras más socorridas son ciencias de la computación, la administración y gestión de empresas que concentran el 35.7 por ciento de la matrícula,  mientras que la biología y la bioquímica reflejan solamente el 2.9 por ciento.

En la educación superior, la licenciatura en derecho es la que tiene mayor demanda y mayor cantidad de estudiantes. En México sus egresados comprende el 10 por ciento del total de alumnos que hoy cursan educación superior.

Le siguen en número la licenciatura en psicología, en administración, la ingeniería industrial y la licenciatura en enfermería. Esta distribución revela una insuficiente orientación vocacional y la preferencia por campos saturados.

Los desajustes enunciados también guardan relación con la calidad de la oferta educativa. La desactualización de planes y suelen provocar una enorme brecha entre las competencias que demandan las empresas y las que desarrollan los egresados de la educación superior y media superior en las aulas.

Para encarar estas deficiencias en la educación media superior resulta fundamental desarrollar esquemas más flexibles de formación.

El reto está en formar y capacitar al mismo tiempo, para lo cual es preciso establecer en los programas de estudio un equilibrio armónico entre formación teórica y formación técnica.

En este nivel también se contempla un marco curricular común como vía para garantizar una educación de calidad.

Existe una amplia diversidad de instituciones, de regiones y particularidades locales, que obliga a ofrecer distintos planes y programas. Sin embargo, debemos garantizar que todos ellos tengan y compartan un mismo núcleo de desarrollo de competencias.

Al mismo tiempo se impulsan las prácticas profesionales como mecanismo para aplicar los conocimientos adquiridos en el aula, desarrollar competencias y canalizar las potenciales contribuciones de los jóvenes en las empresas.

Otra importante estrategia que se ha fortalecido es el modelo mexicano de formación dual. Consiste en desarrollar competencias profesionales a partir de un plan de rotación de puestos, el cual se lleva a cabo en el espacio laboral y se vincula con el plan curricular.

Se impulsa la formación de futuros emprendedores mediante el desarrollo de sus capacidades de liderazgo, empatía, comunicación, innovación y cooperación.

En este rubro, la cifra alcanzada en diciembre pasado fue de 850 mil estudiantes y 2 mil 200 profesores. Para 2018, la meta es llegar a, al menos, 2 millones de estudiantes y 15 mil maestros.

Se ha dado mayor atención a que nuestros jóvenes fortalezcan habilidades socioemocionales, como la disciplina, la perseverancia, el trabajo en equipo, el control y la asertividad.

Su adquisición es importante porque empoderan a las personas para que tomen decisiones acertadas.

En este aspecto, se ha han capacitado a más de 2 millones de jóvenes, a 2 mil 500 directores y 11 mil docentes.

Por su parte, la educación superior, al ser el punto más afinado y especializado del trayecto económico, es donde más sinergias se necesitan.

El Presidente se ha comprometido a que 8 de cada 10 jóvenes que tengan acceso al Bachillerato, lo concluyan y generaren una mayor demanda en las instituciones de educación superior.

Y en educación superior, donde actualmente sólo el 34 por ciento de nuestros jóvenes en la edad para estudiarla tienen acceso a ella, nuestra meta es del 40 por ciento.

Una de las acciones para lograr este objetivo es el apoyo económico a los estudiantes. Tan sólo el año anterior, entregamos más de medio millón de becas, lo que representa que uno de cada cuatro alumnos contó con este respaldo.

En este sentido, quiero destacar las acciones que se han llevado a cabo en favor de las universidades técnicas y politécnicas, el Tecnológico Nacional de México y la Universidad Abierta y a Distancia.

El subsistema de Universidades Tecnológicas y Politécnicas mantiene una estrecha y constante vinculación con los sectores empleadores, que forman parte de su comunidad universitaria. Al respecto, se han logrado importantes avances:

En la operación, por ejemplo, del centro de formación franco-mexicano en Querétaro. Tan sólo en 2014, hubo un total de 345 egresados de las Universidades Tecnológicas; es decir, mil 288 horas de formación en 66 diferentes cursos especializados.

Implementación de la carrera de mantenimiento industrial área petróleo, que, a la fecha, ha colocado a más de 750 estudiantes.

Consolidación de la carrera de técnico superior universitario en mantenimiento industrial.

Las oportunidades laborales de este subsistema ofrecen el siguiente panorama:

  • El 50 por ciento de quienes se forman como técnico superior universitario consiguen empleo en 6 meses y 40 por ciento continúa la carrera de ingeniería.
  • El 80 por ciento de los graduados en ingeniería encuentra empleo en 6 meses.
  • 73 por ciento de los egresados de las Universidades Politécnicas en 6 meses.

Por otro lado, el Tecnológico Nacional de México, creado por el Presidente Peña, es un referente en la educación superior, que permite el desarrollo de competencias profesionales al incluir un modelo dual, residencias profesionales y un esquema de talento emprendedor, mediante el cual los estudiantes pueden crear su propia empresa y, por lo tanto, ser fuentes de nuevos empleos.

Conscientes de que el siglo XXI exige la introducción de herramientas no convencionales al aula y al proceso educativo, se puso en marcha la Universidad Abierta y a Distancia de México.

A la fecha cuenta con seis Licenciaturas, seis Ingenierías y 13 programas de técnico superior universitario. En 2014, su matrícula alcanzó los 89 mil 127 alumnos, lo que supone un incremento del 21 por ciento respecto a 2013.

El éxito cabal de todos los sectores del país depende de la formación, de ahí que la reforma educativa fue la primera de las grandes  transformaciones que emprendió el Presidente Peña Nieto.

El conocimiento es la inversión más redituable para un país. Producirlo y capacitarlo es la mejor vía para que el país crezca. En el gobierno trabajamos para que no haya un solo mexicano sin acceder a la educación.


Nuestros esfuerzos encuentran su razón de ser en las aspiraciones, necesidades y objetivos de los alumnos.

Yo invito a los jóvenes a que, sin importar el rumbo que elijan para su vida, tengan presente que cada herramienta y cada saber contribuirá a su crecimiento personal y al desarrollo de nuestro país.

Son ustedes, los jóvenes, la raíz de nuevas y poderosas ideas, de formas distintas de ver y comprender el mundo. Son el mejor presente y el mejor futuro. En sus mentes y en su voluntad radica la fuerza para mover a México.

Muchas gracias