Ciudad de México
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Señor presidente de la República, licenciado Enrique Peña Nieto.

Señor director general del Instituto Politécnico Nacional y, como hemos visto, muy popular, director general del instituto, doctor Mario Rodríguez Casas.

Señor director general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, doctor Enrique Cabrero.

Muy queridas y queridos galardonados de esta mañana.

Muy distinguidos miembros del presídium.

Querida comunidad politécnica.

Señoras y señores.

Hoy celebramos nuevamente la vida y el mérito de una de las instituciones académicas más importantes de México y de América Latina tanto en la actividad docente como en el campo de la investigación, la innovación y el desarrollo, en un momento al mismo tiempo fascinante y complejo, como desafiante e incierto para la educación, la sociedad y el país.

Complejo y fascinante, porque asistimos a la mudanza de diversos paradigmas que hasta hace poco formaban eso que llamábamos el pensamiento convencional en la economía, la educación, el empleo o la movilidad. Incierto y desafiante porque, diría el clásico: “en el siglo presente, que separa el pasado del futuro…uno no sabe, al caminar, si va pisando semillas o cenizas”.

Entre esos pliegues, la historia del Politécnico es, en varios sentidos, una historia de grandeza.  Detrás de numerosas aportaciones científicas nacionales, de grandes obras de la ingeniería, de la formación de talento de gran calado y del desarrollo tecnológico, está la impronta del Politécnico, es decir, de sus alumnos, maestros, investigadores, personal administrativo y egresados, como los que recibirán la presea “Lázaro Cárdenas”, que han puesto en alto el nombre del Politécnico y de México.

Más aún: la del Poli ha sido, al mismo tiempo, una historia de inclusión y de oportunidades porque desde su fundación, en 1936, el Poli ha sido una institución promotora de la equidad, brindando una formación de calidad a muchos jóvenes que, de otra forma, quizá no habrían tenido acceso a la educación superior. Baste mencionar que el 51% de los alumnos del IPN cuenta con una beca en la actualidad.

En ese sentido, los egresados del IPN son ejemplo de los mexicanos que queremos formar. Ejemplos sobran.

Hoy, más de 62 mil de sus alumnos de nivel medio superior estudian en un modelo de educación dual consolidado.  87% en su nivel superior y posgrado cursan programas académicos acreditados. 57% de sus estudiantes egresan ya titulados. 74% de sus profesores de tiempo completo cuentan con estudios de posgrado. Y su implantación nacional es creciente con 100 unidades académicas distribuidas en 22 entidades federativas.

El IPN, además, es la segunda fuerza de investigación en el país y una de las solo seis instituciones nacionales que generan la casi totalidad de solicitudes de patentes de investigadores mexicanos. La tinta indeleble, la televisión a color, la lluvia sólida para el sector agronómico o los purificadores de aire, son algunas aportaciones de las mentes brillantes del Politécnico y del CINVESTAV.

Ahora, con esa energía, corresponde al Poli afrontar con calidad, oportunidad y pertinencia los grandes retos del siglo XXI, en un escenario donde el modelo vigente de la educación superior experimentará una acentuada transición en las próximas décadas tanto por razones demográficas como por los cambios en la composición de la economía mexicana, las nuevas necesidades creadas por las reformas estructurales de la administración del Presidente Peña Nieto y la propia organización de este nivel educativo, entre otras cosas.

La matrícula nacional de educación superior, por ejemplo, ha crecido a una enorme velocidad en las últimas décadas: en 1960 tenía 30 mil estudiantes, en 2017 comprende 4 millones. En 1960 teníamos 157 instituciones de educación superior y en 2017 son ya casi 4 mil. Sin embargo, en paralelo, el porcentaje de personas desocupadas con algún grado de estudios medio superior o superior es inquietante; los retornos entre quienes tienen más años de escolaridad respecto de quienes tienen menos parecen haber disminuido en la última década, y las brechas entre el perfil de los egresados y las necesidades específicas de los empleadores podrían aumentar en al menos 8 de los 16 principales sectores económicos en los siguientes años principalmente por razones de pertinencia formativa, calidad y capacidades base; esto por un lado. Y por otro, las disrupciones en el campo de la innovación, la complejidad productiva, la tecnología, la salud, el medio ambiente o la economía del conocimiento, constituyen enormes desafíos, muchos de ellos inéditos, para todas las instituciones educativas, en un país y un mundo cada vez más competido, abierto y globalizado.

En suma, estos fenómenos introducen en la educación superior exigencias crecientes sobre la oferta y la demanda, la inserción laboral, la satisfacción de las expectativas de los egresados y su contribución al país, y por ello llaman a todas nuestras instituciones de educación superior y centros de investigación a la reinvención pero también al sentido común: ofrecer una educación pertinente y de extraordinaria calidad; enfocar con mucho mayor precisión, productividad y sentido de anticipación la investigación que se realiza; fortalecer de manera más exigente y mejor medida la vinculación con el entorno social y económico nacional e internacional, y, en síntesis, dar a sus estudiantes, a sus padres y al país lo que éstos esperan de sus instituciones académicas.

México confía en que, como lo ha demostrado a lo largo de su historia, el IPN sabrá y podrá moverse con éxito en estos nuevos horizontes.

Un antiguo director del IPN, el eminente científico don Manuel Sandoval Vallarta, dijo hace seis décadas:   “En la medida en que se estrechan los vínculos entre las ciencias, las humanidades y las artes, nuestra existencia será más tranquila, más completa y más feliz; en la medida en que se alcance la apreciación de los conocimientos científicos, de la emoción estética que producen las manifestaciones artísticas, del respeto a la dignidad del hombre, la vasta tarea de la educación tendrá una función social de gran importancia, pues sólo la convivencia armónica entre la ciencia, el arte y las humanidades conseguirá disipar la angustia característica de nuestra era”.

Estamos seguros de que la comunidad politécnica seguirá honrando, con rigor académico y compromiso social, esa filosofía que esencialmente le dio origen.  Enhorabuena.