Muy respetada Doña Paloma y distinguidos familiares de Don Miguel de la Madrid Hurtado.

Señor Gobernador del Estado de Colima.

Señor ex presidente Betancourt.

Señor Lic. José Carreño Carlón, director del Fondo de Cultura Económica.

Don Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

Lic. Jorge Herrera, gobernador del estado de Durango.

Muy estimados Alejandra, Federico y Enrique.

Amigos y colaboradores de Don Miguel.

Pensadores de todos los signos ideológicos, han tratado de responder a la interrogante: ¿Quién hace la historia?.

Por un lado, están quienes consideran que la aparición de una persona sobresaliente suficiente para detonar los grandes hechos históricos. Es el caso de Carlyle, para quien “la historia del mundo no es más que la biografía de sus grandes hombres”. De la misma manera, Emerson consideró que el héroe actualiza las potencialidades de su tiempo y es la raíz del desarrollo histórico.

En franca oposición, Marx, en los párrafos iniciales de su 18 de brumario de Luis Bonaparte, señala que los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino que la hacen influidos por aquellos hechos y factores con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legados por el pasado.

Don Carlos Pereyra cree que la tesis de Carlyle no considera que los individuos no deciden de manera aislada, ni en un vacío social e histórico, sino que las decisiones tomadas por los líderes son producto de las circunstancias y del tiempo propios de evolución de cualquier sociedad.

Ese fue el caso de Miguel de la Madrid Hurtado, un mexicano firme, sobrio y patriota que en medio de una de las peores circunstancias de adversidad escribió, en su circunstancia, un tramo de nuestra historia moderna.

México vivió de 1982 a 1988, tragedias con una cicatriz en la sociedad, el agotamiento de un modelo económico y una de las peores crisis, no sólo económica, sino social y de confianza en nuestra historia.

Y en medio de esas dificultades, Don Miguel de la Madrid supo tener serenidad, condición clave del estadista. Admonitorio de lo que sería su gobierno, dijo al tomar posesión de la Presidencia de la República: “No es hora de titubeos ni de querellas: es hora de definiciones y de responsabilidades”.

 No proclamaba buenos propósitos, sino acciones. La renovación moral fue su compromiso y su norma permanente de conducta. Su guía, el derecho, síntesis de la moral social y democrática de los mexicanos.

Este espíritu le permitió a Don Miguel emprendiera la “Revolución educativa”. Tenía claro, como el Presidente Peña, que había una vinculación dialéctica entre renovación moral y revolución educativa y que sólo en ambas, pueden los mexicanos recuperar la confianza en ellos mismos y en su país.

Don Miguel entendía la cultura como “El conjunto de valores, expresiones y tradiciones que son el resultado tanto de la inventiva individual como de la experiencia colectiva y no sólo como una posesión de grupos privilegiados”.

Introdujo por primera vez el concepto de calidad como un elemento central para consolidar la política educativa y para alcanzarla propuso partir de un nuevo esquema de formación integral para los docentes.

Inició un proceso de ampliación de cobertura, de combate al analfabetismo y, sobre todo, la descentralización, que implicaba la democratización de la educación. De esta manera, buscando comprender la diversidad del país, fortaleció su unidad.

En el mismo sentido, hoy la Reforma Educativa del Presidente Peña Nieto coloca a la educación en el centro de la agenda nacional. Para abatir vicios y fortalecer virtudes, para hacer frente a nuestra presión demográfica sin el decaimiento de la calidad de la enseñanza, para que la instrucción sea camino cierto de equidad social y para que no vuelva nunca más, nunca más, a ausentarse el estado de su papel rector de la educación pública en México.

En el marco de esta rectoría, el Presidente Miguel de la Madrid siempre fue un aliado del libro. Cumplió con su meta de establecer una red de bibliotecas para todo el país, logrando que todos los ayuntamientos de México, con una población mayor de 30 mil habitantes, contaran al menos con una biblioteca municipal.

Colocó por vez primera el tema de la cultura dentro del Plan Nacional de Desarrollo. Y bajo esa óptica, creó el Programa Cultural de las Fronteras, cuyo objetivo fue impulsar las manifestaciones regionales y nacionales.

Y en reconocimiento a que la investigación científica, tecnológica y humanística es la forma de contribuir y tener acceso al conocimiento universal, creó el Sistema Nacional de Investigadores, vigente hasta nuestros días.

Pasada la Presidencia, Don Miguel de la Madrid, siguió ocupándose de la educación. Al asumir la Dirección del Fondo de Cultura Económica en 1990, se acercó más que nunca al libro y, por ende, a su propia y más íntima vocación. Durante los 10 años que dirigió el Fondo de Cultura Económica se publicaron 2 mil 300 novedades, casi la cuarta parte del catálogo y cerca de 5 mil reimpresiones

Desde aquí, De la Madrid impulsó la presencia internacional de la editorial con la creación de cuatro nuevas filiales: la de Estados Unidos, Brasil, Venezuela y Guatemala y mantuvo siempre la apertura y pluralidad en la política de publicación.

Fue, asimismo, un autor prolífico. Publicó varios libros en el Fondo de Cultura Económica, dos de ellos: “Cambio de rumbo. Testimonios de una Presidencia 1982-1988”, con la colaboración de Alejandra Lajous, y “Una mirada hacia el futuro”. En ambos, nos compartió su visión sobre la importancia del compromiso y, sobre todo, de la honradez.

Con su deceso, México perdió a un estadista, al que podremos seguir estudiando gracias a la página de internet que su familia hoy nos regala y que el Presidente de los mexicanos, Enrique Peña, agradece a nombre de todo el país.

México se privó también de un constitucionalista reformador, de un estratega del consenso, de un impulsor de la convicción republicana, de un hombre comprometido con la cultura, de una persona íntegra dedicada a trabajar para demostrar, desde cualquier trinchera, que nuestro país es ejemplo de lo que puede lograrse con un pueblo unido que trabaja y se sobrepone a sus circunstancias.

Sí, otra vez las circunstancias, porque De la Madrid comprendió que no es un solo hombre quien puede cambiar el rumbo de un país, sino que es una nación la que, unida bajo propósitos fundamentales, se da a sí misma el líder que necesita. Y así lo señaló al rendir el último informe de gobierno como Presidente de la República. Dijo entonces y con ello al evocarlo, le rendimos también profundo homenaje:

“¡México es grande y grande es su destino! Un gran país se construye con esfuerzo tenaz, con la convergencia de voluntades, con empuje, imaginación y talento. Hagamos de la imaginación y de la unidad un presente solidario y un destino común, continuemos fundando nuestro proyecto nacional en el aprecio a lo nuestro, en el orgullo de ser mexicanos, en el amor a la Patria”. Miguel de la Madrid amó a su Patria.

Muchas gracias.