Señora Marie Joe Paz, Presidenta de la Fundación Octavio Paz:

Doctor Héctor Fix Zamudio, Presidente del Colegio Nacional:

Señor Fernando Savater, Premio Internacional de Poesía y Ensayo Octavio Paz 2012:

Doctor Enrique Krauze, Presidente del Jurado:

Licenciado Rafael Tovar y de Teresa, Presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes:

Maestro Juan Villoro:

Señoras y señores:

 Acudo a la sede del Colegio Nacional, creado en 1943 por el presidente Ávila Camacho, como una comunidad de cultura al servicio de la sociedad y sin limitaciones de pensamiento.  Lo hago para testimoniar, en representación del presidente Enrique Peña Nieto, el acto de entrega de la Undécima Edición del Premio Internacional de Poesía y Ensayo Octavio Paz.

Todo y nada que nos sea nuevo, puede decirse de ese gran señor de México que fue Octavio Paz.  En su biografía se enseñorea la libertad, la sabiduría y la ética social.

Hay un hilo conductor, desde que el joven Paz abandonó la Ciudad de México para trasladarse a Mérida, con el fin de ejercer la docencia y trabajar en la enseñanza para obreros y campesinos de aquella región.  Eran los años treinta del siglo pasado. Y a pesar de su edad, ya era un poeta apreciado por lectores y críticos como Luis Cardoza y Aragón y Jorge Cuesta, espíritus visionarios que apuntaban el genio de quien llegaría a recibir el Premio Nobel de Literatura.

Fue corto su magisterio en aquellas aulas. Pero Paz nunca dejó de ser maestro. Desde la soledad reflexiva y fecunda nos enseñó a mirar el arte, la creación literaria, y también el mundo. Pero sobre todo, nos mostró el camino para conocernos y reconocernos como mexicanos.

Octavio entendió, desde temprano, que su tarea en la vida era la de la palabra en libertad.  La poesía necesita la libertad y la libertad necesita la palabra.  El premio que hoy lleva su nombre es un recordatorio constante de este juicio.

Esta ceremonia es testimonio y es celebración.  A  los quince años de su desaparición física siguen siendo sonoras en el silencio de nuestra alma las palabras del poeta, cuando afirmó: “invento al amigo que me inventa, mi semejante”.  Uno de esos amigos, relevante y significado, es Fernando Savater, quien ha hecho de la palabra un faro en la niebla asfixiante del fanatismo y la intolerancia.

A través de la libertad de examen y en el ejercicio del espíritu crítico, las voces de nuestros dos escritores y poetas son los mejores aliados frente a la obscuridad que constantemente se cierne sobre nuestras sociedades democráticas bajo las formas de atavismo y barbarie, de silencio y exclusión.

Sea desde la poesía o desde el ensayo, desde la novela o desde el artículo periodístico, en la responsabilidad del escritor con su propia libertad, está salvaguardada nuestra sociedad, como sociedad libre.

En el oficio de pensar es posible resolver la dialéctica entre identidad y universalidad.  El arte requiere identidad y la crítica precisa universalidad.  Binomio que asume el escritor liberal en el uso de la palabra.  De esta manera, la soledad resuelve en comunión y fertilidad, como quería Paz.

Sin embargo, el oficio del escritor liberal no es tarea fácil.  Nunca lo ha sido la defensa de la libertad.  Se requiere una dosis de heroísmo.  A veces requiere que se escriba más con el escalpelo que con la pluma.  Este premio reconoce esa aspiración por la congruencia dolorosa pero necesaria, de ese “arte de desagradar”.  Semejanza que hermana a Octavio Paz con Fernando Savater.

La obra de Savater es puente y es invitación para cada generación.  Invitación al oficio de pensar y al arte del buen vivir; descubrimiento de filosofía y enamoramiento de la ética.  Es constructor de puentes entre la belleza de la tradición que libera y el presente que compromete.

Es un escritor personal al escribir para Amador, su hijo, pero universal en el sentido de que en Amador, vive el adolescente de cada generación.  Es personal, en cuanto le dedica a su madre las páginas sobre el valor de educar, pero también es universal en el sentido de la fe que implica la docencia para todo aquél que pretende ejercerla.  A la manera de Paz, muchos sujetos y una sola presencia.

Largo se puede hablar del compromiso de Savater con su propio país, con Latinoamérica y con nuestra lengua, o más bien, de sus compromisos.  A mí me gustaría destacar en particular, uno, el de la educación.

Alguna vez,  nuestro laureado escritor afirmó que “quien sienta repugnancia ante el optimismo, debe dejar la enseñanza y no debe pretender más  que educar. Porque educar es creer en la perfectibilidad humana, en la capacidad innata de aprender y en el deseo de saber qué la anima (…) los pesimistas, dice Savater, pueden ser buenos domadores pero no buenos maestros”.

Fernando Savater escribe con coraje porque para educar se necesita coraje.  Un coraje positivo que anima y da esperanza.  Cualquier cobardía es inaceptable cuando se trata de buscar la mejora de nuestros semejantes a través de la enseñanza.

El pensamiento de Savater toma relevancia ante el reto monumental que México tiene en materia educativa. Estamos conscientes, desde el inicio de este nuevo Gobierno, de las dificultades e inercias.  Pero al igual que Savater, no somos amigos de convertir la reflexión en lamento. Si se nos han heredado problemas, tenemos que heredar soluciones. La Reforma Educativa que ha planteado el Presidente Enrique Peña Nieto, tiene esa doble vertiente de coraje y optimismo que todo proyecto educativo necesita.

Señoras y señores:

Celebro este premio de la libertad. Pocas distinciones pueden otorgar un reconocimiento tan asertivo. Libertad bajo palabra, palabra que, como diría Paz, se yergue contra el silencio y el bullicio, “libertad que se inventa y nos inventa cada día”.

Lo celebro también, como hispanoparlante en tierra mexicana. Ya lo decía Octavio en su discurso de aceptación del Nobel, “las lenguas son realidades más vastas que las entidades políticas e históricas que llamamos naciones (…) las lenguas nacen y crecen en un suelo; las alimenta una historia común.  Arrancadas de su suelo natal y de su tradición propia, plantadas en un mundo desconocido y por nombrar, las lenguas europeas arraigaron en las tierras nuevas, crecieron con las sociedades americanas y se transformaron.  Son la misma planta y son una planta distinta (…) nuestro diálogo se realiza en el interior de la misma lengua.  Somos y no somos europeos.  ¿Qué somos entonces?” Terminaba Paz, “Es difícil definir lo que somos pero nuestras obras hablan por nosotros”.

Su obra, Don Fernando ha hablado y sigue hablando.

Enhorabuena por esta merecida distinción que la fundación Octavio Paz ha decidido otorgarle.  .  Hago votos porque su labor siga inspirando generaciones y nos siga comprometiendo a todos sus lectores en hacer de nuestras sociedades, comunidades más justas, solidarias y felices.

Quisiera terminar este doble homenaje recordando recientes palabras pronunciadas por usted: “Siempre es importante que alguien que entra en una Presidencia empiece por hacer reformas a la educación, eso me parece importante porque en cualquier país, la educación requiere de una actualización permanente.  El problema de la educación, es que siempre los maestros corremos detrás de la sociedad, educamos para un mundo que años más tarde será diferente”.

Muchas gracias.