Señor presidente del Consejo Nacional de Cultura y de las Artes; señores legisladores; respetados integrantes de la comunidad cultural y artística que hoy nos hacen el honor de acompañarnos, los saludo cordialmente en la realización de este foro en el que la sociedad es consultada como lo manda la Constitución, ahora sobre la cultura para delinearla como un compromiso dentro del Plan Nacional de Desarrollo.

La cultura como todos sabemos es un conjunto de respuestas colectivas a las necesidades vitales, no es sólo suma de soluciones acumuladas sino fuente de otras innovadoras que se agregan al patrimonio instrumental del espíritu.

Más que el saber enciclopédico, la cultura es disciplina personal, empoderamiento del yo interior y conquista superior de la consciencia por la cual, se llega a comprender el valor histórico que cada uno tiene, su función en la vida, sus derechos y sus deberes.

No sólo debe subrayarse el carácter racional de la cultura entendiéndola tradicionalmente como toda actividad humana opuesta a la naturaleza, sino más aún, hay que darle como así lo dijo el licenciado Tovar y de Teresa un sentido social refiriéndola a la forma de vida de una sociedad en particular.

Por eso, la cultura es siempre original, ajena a las apariencias y próxima al pueblo, la cultura es intelecto, es emoción, son valores y códigos cotidianos de conducta, imaginación y sensibilidad, caben en ella lo mismo el saber culto que el dominio o el de salvación de los que hablaba (Max) Scheler.

No hay, sin embargo, en cada uno de nosotros, una cultura cabalmente integrada, ésta se aprende y se comunica entre coetáneos y se transmite por tradición a las nuevas generaciones, pero en cada uno la experiencia cultural seguirá siendo única, personal e irrepetible.

Por eso afirmamos que el Estado no hace cultura aunque sea una forma acabada de ella. No puede pretender ser una cultura oficial, no la hay, es ficticia y cuando quiere cobrar vida propia o termina plegándose a la cultura popular o concluye siendo una cultura creada e impuesta desde el Poder y por lo tanto difícil de comunicar e inútil de aprender.

Hay si una cultura popular nacional que no es otra cosa que la inteligencia y la práctica diaria y plural del pueblo en permanente definición, el Estado no hace cultura, si, en cambio, es el responsable en buena medida de la política cultural, como tal, asume las responsabilidades de crear las condiciones objetivas necesarias para la libre creación y su cabal expresión.

No se trata sólo de salvaguardar el respeto a las libertades, sino, de proveer los medios para su ejercicio, la política cultural del Estado se ajusta a normas que regulan sus alcances y que parten de las libertades que consagra la Constitución: la de expresión y la de pensamientos; pero, no basta con ellas para desarrollarlas y tampoco son suficientes los programas y las estrategias.

Es necesario que la parte discrecional de esa política no se maneje discriminatoriamente, de suerte que caigamos en la tentación de la cultura del poder, no por subir deja de ser ruinosa para un pueblo la opresión cultural.

Frente al Estado y frente a la sociedad actúa una categoría intermedia: los intelectuales con prioridad en la cultura por su continuidad con la creación y difusión con ésta, sus posibilidades son inmensas, sus responsabilidades también.

Son ellos resortes del destello cultural de un pueblo a condición de que adviertan que su papel no es el de ser una barrera que se interpone entre sí mismos y la sociedad, pues, de otra manera se vuelven meros oficiantes del intelectualismo incoloro que reprobó (Romain) Rolland.

Su privilegio como investigadores y como intelectuales es su gran compromiso con los demás que comience la investigación personal y culmina en la restitución social, han de apartarse en sus tareas del dogmatismo que los hace creer que piensan por los demás y no para los demás. Han de hacer frente a las culturas expansivas que amenazan disolver la nuestra rescatando los valores innegables de los muchos Méxicos que componen al único México; pero, tampoco pueden ser evasivos pretendiéndose aislarse de la sociedad global que nos tocó vivir, y no deben permitir que su intelectualidad pura desprovista del pecado de la realidad los haga cruzar el peligroso lindero de la fantasía estéril.

El Estado y los intelectuales no deben tolerar que se burocraticen los instrumentos de apoyo  a la cultura; no puede ser ésta patrimonio de élites ni monopolio de unos cuantos, si es popular, es para todos.

No aspiramos -como decía don Jesús- a una cultura mandarinesca, por eso, cuando se habla de su democratización, no estamos empleando un cartabón demagógico, sino utilizando un término que refleja la estricta necesidad de multiplicar las oportunidades de acceso por parte de las mayorías a su disfrute, procurando una vida cultural más equilibrada; tenemos que mirar por el apoyo a las culturas de las regiones, queremos una vida local cada vez más fuerte y no porque defendamos el parroquialismo, sino porque creemos que nuestra cultura toma de la aldea y de los pequeños y grandes poblados su particularidad e irradia sobre ellos su universalidad.

Todo esfuerzo de diferenciación cultural, no es más que un esfuerzo de síntesis que desemboca en la mexicanidad que es una, pero, múltiple, rica y variada, la especificidad de las autoctonías es la fuerza real de la Nación.

El presidente Enrique Peña Nieto cree en la enseñanza y en la cultura como fuerzas motrices de la permeabilidad social.

A fin de cuentas nuestra democracia política lo es, siempre y cuando exista democracia educativa y cultural que permita un orden social dinámico no estamental ni aristocrático. El Presidente ha externado desde el primer día de su mandato la determinación de modernizar las políticas educativa y cultural para iniciar una transformación radical que rescate su función formativa e integral, cancele mitos y aproveche sus indiscutibles y potencialidades culturales.

La cultura es emancipación, no aparato de dominación, ni mucho menos instrumento de legitimación de lo injusto, la cultura nace de la libertad y se desarrolla acrecentando la propia libertad. Por eso esperamos, señoras y señores asistentes, mucho de este foro, para que se mantenga la vasta tradición y riqueza de nuestros artistas e intelectuales comprometidos, la de un pueblo que invierte lo mejor de sí mismo en la preparación de sus hijos, y la de una clara interpretación y ejecución de la política educativa y cultural de Enrique Peña Nieto que nos permita aseverar pronto que aquí en México, como lo ideara Platón, se gobierna educando.

Muchas gracias.