Señor Gobernador Constitucional del estado de Querétaro, señores Presidentes del Poder Legislativo y del Poder Judicial de la entidad, señor Presidente Municipal de esta ciudad capital, señor Secretario de Educación de este estado, distinguidos ponentes de este Foro, compañeros de la Secretaría de Educación Pública encabezados por el señor Subsecretario Tuirán, señoras y señores:

Decía Reyes Heroles que si alguna ciudad está en la entraña misma de la historia de México, del ser y del modo de ser de nuestra patria, esa es Querétaro.  Sin ella, la iniciación de nuestra lucha por la independencia habría sido, quizás, frustrada.

Y también, cuando el territorio nacional sufrió el menoscabo más grande de su historia, se refugió aquí lo que quedaba de México, los restos de las instituciones nacionales, la esencia en torno a la cual podría subsistir la nacionalidad; no para consolarse ante la derrota, sino más aún, para en condiciones de negociación muy adversas, salvaguardar la dignidad y defender el derecho cardinal de los mexicanos a decidir su vida política.

Y como si la historia se empeñara en confirmar el acierto de escoger siempre a Querétaro para enfrentar al enemigo, esta tierra fue la tumba del último intento imperial apoyado en intervención armada, que negaba, una vez más, el derecho a la autodeterminación.

 Si el Querétaro de 1810 fue la cuna de la Independencia, si el de 1848 fue reducto de la nacionalidad; si el 1867 fue símbolo de autodeterminación, por si fuera poco, el Querétaro de 1917 fue el símbolo de la capacidad del Estado mexicano para sobreponerse en los intereses generales de la nación, a los intereses particulares, por medio del Derecho.

Así lo expresó Luis G. Monzón desde las tribunas, en uno de los debates de los constituyentes, ante la inquietud que él se planteaba de cómo un maestro puede acometer la delicada misión de educar a un pueblo, y contestaba: “¡Con la Ley, Señores Diputados, con la Ley!

Las leyes que deben ser lo suficientemente sabias para que, lejos de ser instrumentos de obstrucción, sean eficaces medios de avance en la realización de la magna obra civilizadora.”

Casi cien años después, es decir, otra vez con los maestros de México, su arma más importante sigue siendo la Ley.

Siguiendo la ruta determinada en el Teatro de la República, y después de importantes avances en materia de alfabetización y descentralización educativa, el Constituyente Permanente ha establecido que la educación que se brinde debe ser de calidad.  Estamos nuevamente ante un momento decisivo. O mejoramos la educación o nos anclamos como país.

No es casualidad: la experiencia internacional nos dice que las naciones que más han avanzado en lo económico, pero sobre todo en lo social, son aquéllas que han cimentado su progreso en el conocimiento.

Para lograr una educación de calidad es necesario que los conocimientos transmitidos en el aula sean relevantes, significativos y pertinentes. Es decir, que sean funcionales para ayudar al educando no a volverse un enciclopedista, sino a resolver, con elementos de libertad, su propia vida; ejercer un pensamiento crítico, como lo señaló John Locke, sólo puede alcanzarse esta meta con la vinculación permanente entre las comunidades educativas de los planteles, con los sectores social y productivo que los rodea.

Una sociedad basada en el conocimiento es más competitiva, es más sólida y es más equitativa. Es más competitiva porque detona mayor innovación y atrae más inversiones privadas que generan empleos y elevan los ingresos de la población. Es más sólida porque cuenta con un paquete enorme de capital humano. Y es menos desigual porque los desarrollos científicos y tecnológicos permiten poner al alcance de amplios sectores de la población los mejores servicios, como los médicos o educativos.

La escasa vinculación entre estos mundos ha provocado diversos desbarajustes entre la oferta educativa y el mercado laboral, como la elevada concentración en unas cuantas materias de la oferta educativa, los altos niveles de desempeño y subempleo de los egresados de las escuelas, y el desempeño de una proporción significativa de técnicos y profesionales en actividades de baja productividad o que, francamente, no guardan relación, ni correspondencia con sus estudios.

Permítanme mencionar tres datos que ilustran este desequilibrio:

En el caso de la educación media superior en México, 7 de cada 10 egresados se ubican en sólo 8 carreras.

Más de la tercera parte de los profesionales en el mercado de trabajo realizan actividades que no guardan correspondencia con su formación.

Y en tercer lugar, más del 40 por ciento de los egresados del nivel medio superior tienen hasta 7 empleos en un lapso de 2 años.

Resulta urgente lograr una vinculación entre educación, empresas y sociedad.  Ésta debe ser entendida como un medio y no como un fin.  Un medio para impulsar, por un lado, la calidad y pertinencia de la educación; y por el otro, para elevar la productividad y competitividad del país.

Los países que han resuelto el equilibrio en su oferta educativa entre educación profesional, formación técnica y capacitación para el trabajo tienen las mayores tasas de conclusión de la educación media superior y las menores de desempleo. Estos sistemas logran desarrollar competencias significativas para los estudiantes que son debidamente valoradas en el mercado laboral.

Por eso, para tratar este importantísimo tema, en el que los mexicanos no hemos dado al clavo todavía, de articular mercado laboral y educación, teníamos que, como dije al principio, venir a Querétaro.

Primero, porque en Querétaro se ha discernido lo que hemos sido y lo que somos. En segundo lugar, porque Querétaro lo ha hecho muy bien en esta materia de la mano de su ejemplar gobernador, José Calzada Rovirosa. Ha logrado mezclar la innovación con sus vocaciones regionales; ha amalgamado un buen gobierno con el detonante educativo; y gracias a ello, es hoy ejemplo no sólo nacional, sino mundial de competitividad.

Las reflexiones que en este Foro sean hechas son fundamentales, pero lo son aún más los compromisos. Los invito pues, a que el día de hoy avancemos en la construcción de acuerdos, no sólo para dar cumplimiento a un mandato constitucional, de consultar al pueblo para hacer el Plan Nacional de Desarrollo, sino para honrar en los hechos el genuino interés de la República.

Enfrentamos muchos retos en materia educativa, pero el Presidente Enrique Peña se ha puesto a la cabeza de ellos y vincular la empresa con la educación es siempre un reto y siempre una oportunidad.

El Gobierno del Presidente de la República ha dado muestras contundentes, en apenas cuatro meses, de que moveremos a México hacia el gran futuro que le espera.

Muchas gracias.