Ciudad de México
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Muy buenas tardes a todas y todos ustedes.

Quisiera darles en primer término la más afectuosa bienvenida a la Secretaría de Educación Pública; a este histórico salón Iberoamericano.

Saludar en primer lugar, por supuesto,  a los 76 graduados de esta tarde que nos hacen el favor y acompañarnos.

Agradecer mucho también la presencia a todos los distinguidos miembros del presídium. A mis compañeros y colegas de la propia Secretaría de Educación Pública.

Al director general del Ceneval, Rafael López Castañares. A Tony, a Héctor Orestes, a los graduados también esta mañana. A Luis Prados, por supuesto, que nos ha ilustrado la forma de hacer un periódico,  periodismo en estos tiempos.

Y me valgo precisamente de la cita que hizo al final Luis para recordar que, en efecto, como Jefferson decía: refería periódicos sin gobiernos y gobiernos sin periódicos para simbolizar con esta frase, no sólo la esencia de las libertades de expresión y de prensa en la construcción de una sociedad  auténticamente libre.

Sino también la condición para que una democracia funcione con un sistema eficaz de pesos y contrapesos, entre los cuales destacan ciertamente los medios de comunicación.

Justo por ello, hoy celebramos el esfuerzo de un grupo de 76 personas diversas que tras dedicarse por años y en diversas capacidades a las tareas de la comunicación, han obtenido un título profesional de Periodismo, mediante la certificación de los saberes adquiridos que contempla nuestro sistema educativo nacional. No es un esfuerzo menor, al contrario, de muchas formas reflejan el amor a una profesión, la adicción a un oficio que,  dicen los que saben, jamás se deja en la vida.

No seré yo, desde luego, el que hable desde lo que este paso supone en la vida de cada uno de los que nos acompañan esta mañana. Cada uno tendrá sus razones para haber participado en esta convocatoria. Cada uno sabrá lo que hace con el diploma y el grado que ahora tienen en sus manos, pero los felicito muy sinceramente, son un gran ejemplo.

Me interesa, más bien, hacer algunas reflexiones en voz alta sobre la relación que existe entre el papel de los medios y la consolidación de una democracia de calidad. En una sociedad civil, fuerte, autónoma, participativa y políticamente madura. Parto de tres interrogantes: la primera, hoy los medios mexicanos están contribuyendo de manera importante a la creación de una ciudadanía más activa, más involucrada en los asuntos públicos y de esa forma a actitudes colectivas que apuntalen nuestra democracia.

La segunda, nuestros medios se conducen hoy con tales niveles de profesionalismo, de rigor, de calidad y de exactitud, que están desempeñando eficazmente su papel de límite y contrapeso del poder y sus  abusos.

Y la tercera, los referentes legales, institucionales y éticos en que se desarrolla la actividad periodística, son los apropiados para un régimen democrático o aún subsisten viejas prácticas.

La discusión desde luego es relevante, nos lleva a un nivel en donde una vez bien ganados sus espacios de libertad, de independencia en tanto el país ha ido avanzando hacia un régimen político más sólido y en la medida que hay una clara transición en los modelos de comunicación con la erupción de las redes y las nuevas tecnologías, ahora son entonces los medios mismos objeto de análisis y también de escrutinio.

Dije que tal discusión, pienso yo, es relevante pero en modo alguno nueva. Reconoce sencillamente lo que el columnista mexicano Manuel Buendía propuso hace casi 40 años. Dijo don Manuel y lo cito: “los periodistas somos muy dados a la autocomplacencia y poco a la autocrítica. Y desde luego la sola posibilidad de que otros nos enjuicien nos parece una ofensa intolerable”.

“Ya es tiempo”, decía Buendía, “de que en México madure la posibilidad de un juicio imparcial y abierto para todas y cada una de las profesiones, sobre todo aquellas que tienen las más altas y por lo tanto las  más graves responsabilidades de servicio social”.

La primera de estas responsabilidades, creo, es la credibilidad y en ese sentido la transparencia de los medios es o debiera ser, un fertilizante crucial para su propio fortalecimiento. Transparencia respecto de la manera en que operan, de las modalidades con las que garantizan los derechos de los ciudadanos que consumen la producción mediática, los derechos laborales y profesionales de los periodistas para preservar su independencia y los derechos del público en su relación con los medios.

Los medios son, en cuanto a empresa, entidades privadas, pero el rasgo distintivo de forma análoga a otras, como en el campo de la salud o la educación, es que el servicio que prestan es un bien público y su influencia en la sociedad los convierte en entidades  de interés público en las que es necesaria la transparencia no solo con la finalidad de aumentar la respetabilidad e integridad de medios y de periodistas, sino sobre todo para que el público tenga más elementos para fundamentar su confianza en los medios.

Como escribió hace varios años Warren Watson, antiguo profesor de periodismo de la Universidad de Chicago y dijo: “cualquier compañía tiene que vender la credibilidad de su producto, pero una empresa de medios no tiene ninguna otra cosa que vender”.

El segundo aspecto medular, es cómo elevar los niveles de profesionalismo compatibles con la importancia y la delicadeza de la función informativa. En este sentido, debe ser interesante explorar la naturaleza de la relación entre los propietarios de los medios y sus propios periodistas.

Como en ciertas ocasiones, es posible que los primeros orienten la política editorial de los segundos, tal vez se produce una tensión entre la libertad del periodista, la calidad editorial y la información que el público recibe.

En sus memorias, a la ahora muy bien recordada Catherine Graham, que fuera la presidenta del Washington Post, recuerda cómo evitó siempre que su amistad con alguien interfiriera en la calidad o en el rigor de lo que publicaban sus periódicos. “La mayoría de los redactores”, cuenta la señora Graham en sus memorias, “no sabían a quien conocía yo, y si lo sabían no les importaba. Y, sobre todo, yo tenía muy claras mis prioridades. En cualquier conflicto entre los periodistas y funcionarios que eran amigos míos, siempre defendí a los primeros, en ocasiones si pensaba que habíamos sido injustos planteaba mis dudas pero sólo intentar garantizar un tratamiento imparcial”. Fin de la cita


Por lo tanto, cómo hacer frente a esa relación tan peculiar. Eso lo deben decidir los medios, por supuesto, a través quizá de los estatutos o de códigos profesionales o de la redacción por ejemplo que concilien, de manera saludable, la convivencia  entre distintos intereses, el servicio al público, la independencia, la libertad  y los derechos laborales de los periodistas.

Y finalmente, hay un reto que introduce presiones adicionales al trabajo de los periodistas y es que la abundancia, la dispersión y la velocidad con la que suceden las cosas afectan o pueden afectar eventualmente el contenido, la precisión y la calidad de lo que publican.

Es cierto, como decía un viejo periodista mexicano que el periodismo no es ciencia exacta, pero es posible que ayuden otras experiencias.

Muy cerca de cumplir su bicentenario, por ejemplo el Times, el venerable rotativo inglés, publicó un sorprendente anuncio de toda una plana en el que aseguraba que hacer un buen periódico es muy fácil  y decía la receta para ello, según el Times era muy simple:

Sólo hay que: informar, percibir, planear, explorar, descubrir, investigar, buscar, calcular, desenredar, probar, analizar, edificar, comprobar antecedentes, buscar en las fuentes, evaluar, volver a verificar, sopesar, autentificar, sintetizar, ponderar, apreciar, juzgar, autentificar, apreciar, juzgar, reflexionar, predecir, elogiar, aplaudir, deplorar, testificar, avisar, explicar, desmitificar, clarificar, examinar, ilustrar, advertir, aseverar, asombrar, entrevistar, avisar, confirmar, corregir y después de haber hecho todo eso, entonces sí publicar.

Si bien es cierto que la alternancia mexicana fue la consecuencia de un proceso gradual, complejo y variado de dos décadas, también lo es que la construcción de una democracia consolidada y una ciudadanía de alta intensidad apenas han empezado y tomará tiempo.

Se trata de una evolución en la que cuentan numerosos factores, pero los medios son uno de ellos y de la máxima importancia, por tanto tener un sistema de medios que reúna algunas de esas características es una prioridad para el desarrollo sano de la vida pública mexicana.

Cuando las encuestas nos muestran el desinterés de los mexicanos por la política, la insatisfacción con la democracia, como forma de gobierno; el mal humor como fundamento de las decisiones colectivas o la indiferencia por participar en la vida comunitaria cívico-política; entonces se produce un fenómeno corrosivo que mina las posibilidades de construir un elevado capital social y ético.

El desarrollo político mexicano, en un sentido amplio, será moderno, sustentable, homologable internacionalmente, en la medida en que tenga medios y periodistas más profesionales, con sentido del humor,  rigurosos, cultos, creíbles, de más calidad, capaces de rendir cuentas al público y más humildes, como estoy seguro que esta generación es, esta generación que hoy recibe su título. Por ello, los felicito mucho y les deseo lo mejor.

Gracias.