Teodomiro Pelayo Gómez: pasión por la enseñanza 

La lógica dictaba que él fuera campesino, como su padre. Y tal vez hubiera sido bueno en el campo. Pero su destino era otro.
 
Teodomiro Pelayo Gómez, con carrera docente en Jalisco, rechaza seguir esos pasos y, en cambio, estudia y estudia, incluso en una escuela nocturna, para poder labrarse un mejor destino y, sobre todo, para cumplir con su vocación: enseñar y trascender a través de la docencia.
 
Y esta vocación le viene del ejemplo de su maestro Justo Núñez, quien despertó en él esa llama de la vocación magisterial, a través de su amor por la lectura y por el dar clases.
 
Teodomiro, quien actualmente es supervisor escolar en Guadalajara recuerda que al salir de la escuela se iba un grupo de compañeros a casa del maestro, de pronto, el ruido desaparecía y daba paso a las notas de la música clásica, cada uno de los pequeños estaba leyendo, ya sea un libro, una historieta, una revista. Y había que leerlos bien, porque después venía la retroalimentación entre todos. ¿Qué les había parecido la lectura? ¿Qué sucedía en la historia? ¿Qué le cambiaría? Y nadie quería quedarse callado.
 
Acaba de llegar de una junta a su oficina. Viste en mangas de camisa, rememora, reflexiona, platica sobre sus 40 años como maestro, directivo y funcionario; se emociona, porque la educación es su pasión.
 
Su sencillez es ejemplar. Hoy le toca ver casos muy difíciles de alumnos, maestros y padres de familia. Y como desde siempre, demuestra su amor a la docencia y sus ganas de ayudar a los demás; lo que más le duele, sin duda, es cuando un muchacho es expulsado de una escuela y se pierde un proyecto de vida, así lo cree.
 

Historia de superación

Teo, como le dicen quienes lo conocen bien nació en La Huerta, a 250 kilómetros de Guadalajara, en 1949. Sus padres, Manuel Pelayo López y María Asunción Gómez Villa, procrearon once hijos, con su familia se traslada a Autlán de Navarro, donde cursa la primaria y, pese a las carencias, no se da por vencido y decide continuar su educación en la secundaria nocturna mixta. Durante el día trabaja en la imprenta Soltero, de la misma localidad, para sostener sus estudios.
 
La falta de recursos lo obliga a alejarse unos años de la escuela, pero con el impulso de su vocación y la ayuda de su padre, Teodomiro se traslada a Guadalajara donde ingresa a la hoy Benemérita y Centenaria Escuela Normal de Jalisco para obtener el título de profesor de Educación Primaria.
 
Sus ganas de aprender y de perfeccionarse en la docencia le llevan a un continuo proceso de preparación. Por eso se especializa en Lengua y Literatura Española; estudia la maestría y el doctorado en Educación Media; otra maestría, ésta en Tecnología Educativa, y en la Universidad de Alcalá de Henares, España, el doctorado en Planificación e Innovación Educativa.
 
Asimismo, el curso de Educación para la Ciencia y la Tecnología, en el Centro Internacional de Capacitación A. Ofri, en Israel, y un par de diplomados sobre tendencias educativas y gestión pedagógica, entre otras actividades de actualización.
 
Pero sin duda lo que más le gusta es estar frente a sus niños, con quienes, confiesa, a veces sueña despierto.
 

Docencia, como destino de vida

Para el profesor Teodomiro Pelayo la docencia no debe verse como una chamba. “Para ejercerla a plenitud deben recibir ese llamado, la voz interna que te dice que puedes transformar la vida de otros. El trabajo del maestro va más allá, es un destino de vida”, dice.
 
Y así ha sido para él, a quien le tocó fundar una escuela en la comunidad de Capilla de los Altos, en Tepatitlán de Morales.
 
Desde que daba clases frente a los grupos de sexto de primaria –siempre le tocó ese grado–, ha sentido que su profesión se prolonga en los alumnos, y hoy sus antiguos educandos lo reconocen con gusto en la calle. También ha sido ejemplo para algunos, que decidieron seguir sus pasos en la docencia, ése es uno de sus grandes orgullos.
 

Supervisar y reorientar

Teodomiro tiene su oficina en el piso 9 de la Torre de Educación, en la colonia Miraflores de esta capital, con cristales de piso a techo, es como una torre de control desde donde se puede ver prácticamente toda Guadalajara y sus alrededores: el Palacio de Gobierno, el del Ayuntamiento; las cúpulas y torres de la Catedral; el Expiatorio; la Rectoría de la UdeG; la Plaza Andares; los edificios altos de la zona de Chapultepec; los de la nueva zona habitacional de Zapopan; el estadio Jalisco.
 
Pero la supervisión que él realiza es a ras de suelo. En cada escuela siempre pide reunirse con los muchachos más conflictivos, los que más faltas tienen o con aquellos que menos ganas tienen de estar en ella.
 
Trata de orientarlos, ayudarlos, que tengan un proyecto de vida. Por eso le duele tanto cuando un joven es expulsado de una escuela. Cuando habla de esto, los recuerdos se agolpan en su mente y por un momento se humedecen sus ojos.
 
Pero este trabajo también lo hace con los padres de familia, aunque muchas veces no se acercan a la escuela, y es que muchos de los problemas que tienen los alumnos, vienen de la misma casa.
 
También lo hace con los maestros que más alumnos reprueban, los que tienen más problemas con los alumnos, con los que se han anquilosado.
 
Para el profesor Teodomiro algo está bien claro: hay que entender a las nuevas generaciones y se tiene que adaptar el sistema de enseñanza. Se tiene que convencer al maestro que cambie para que se pueda transformar el sistema educativo.