Fuiste a reunirte al grupo de los políticos. Hablaban de temas que te son familiares: guerra, impuestos, crisis de negocios. No decían nada que no hubiese impreso todos los días en los periódicos, y sin embargo, su conversación parecía animada y espiritual. Quisiste mezclarte en ella. Se volvieron ti con extrañeza como una buena orquesta a un nuevo violinista que desafinara. Principiaste un relato. Después de dos frases, el hombre de la voz fuerte te interrumpió y nadie te ha preguntado el fin.

No osaste ser el primero en salir, pero seguiste a la primera salida. Caminabas lentamente, con la cabeza baja. Yo tenía ganas de alcanzarte y decirte: No te aflijas… ¿Tu aventura de esta noche? Fue la nuestra. No creas que se haya advertido tu silencio. Los hombres están demasiado ocupados de sí mismos para pensar en ti durante mucho tiempo.

Envidias la autoridad. La tendrás. La autoridad nace de la función y de la ausencia de espíritu crítico. Los puestos te vendrán con la edad. Aprenderás a afirmar. Tendrás una doctrina, un blindaje sólido. Protegido por ella te volverás intrépido. Entre tanto, observa algunas reglas provisionales de prudencia.