Maestros en el aula

La enseñanza, posibilidad real para salir adelante: profesor Eli Jiménez

 
Sentado en el escenario de un pequeño teatro en la Escuela Primaria Rural Emiliano Zapata, la única de tiempo completo en la comunidad de Potrerillos en la zona serrana de Tiripetío en Michoacán el profesor Eli Jiménez Meza recuerda dónde y cuándo comenzó su carrera de profesor hace casi 25 años.
Serio, con los puños apretados, mirada profunda y voz amable, habla sin titubeos. Egresado del Centro Regional de Educación Normal de Iguala, Guerrero, Eli es el noveno de 12 hermanos, la mayoría de ellos dedicados a la docencia.
Reconoce  que  tras incursionar en la carrera de medicina, la influencia familiar y la oportunidad de cubrir un interinato de tres meses en una Telesecundaria, fueron determinantes para considerar la enseñanza como una posibilidad de salir adelante.

Del profesor Eli se escuchan conceptos que demuestran un conocimiento profundo de la pedagogía y de la política: habla de democracia, de activismo, de participación; de métodos innovadores, de educación integral y de corresponsabilidad entre los integrantes del entorno escolar. Su apariencia física es la de un  hombre de 50 años, no tiene una sola cana y con su singular energía, es capaz de convocar a una comunidad en la que la escuela es pilar de todo, epicentro de las posibilidades de los niños y jóvenes de la región. Entrelaza las manos mientras conversa. Sin incurrir en lugares comunes, asegura con vehemencia que la docencia no sólo se limita a la vocación; para ser un buen maestro, dice, se requieren valores y principios, la profesión demanda honestidad y ética; la meta es la formación, sostiene.

El profesor Eli Jiménez Meza y su esposa, la profesora Glafira Ortega Maldonado, reconocen que su escuela, que se encuentra a 36 kilómetros del centro histórico de Morelia, cuenta con lo necesario para que un niño se desarrolle igual que cualquier estudiante de la ciudad.

A 12 años de haberse integrado a la comunidad, y bajo el esquema de escuelas multigrado, en el que simultáneamente se imparten clases a niños de los distintos niveles de educación primaria, Eli, el hijo del profesor Juvenal Jiménez Gatica, se dice satisfecho, pues a pesar de la complejidad y dedicación que requiere este tipo de enseñanza, por tratarse de un entorno rural, se ha encontrado con que los padres de familia tienen más tiempo para dedicarlo a sus hijos, para fomentar su aprendizaje y abatir cualquier posibilidad de rezago. Uno de esos casos excepcionales, de esas historias que irremediablemente provocan alegría y satisfacción, es la de Erika Guadalupe Castrejón García, la joven estudiante que obtuvo, en 2010, el primer lugar en la Olimpiada del Conocimiento. Es producto de un método de enseñanza aplicado en un lugar lejano a la escuela de las grandes ciudades; de un grupo de seis educandos en una comunidad de apenas 400 habitantes, en su mayoría migrantes y trabajadores del campo.

Erika sigue viviendo aquí, en Tiripetío.  El profesor Eli está consciente de que la formación de su ex alumna exitosa  aún no está concluida. Ella piensa en los campos de maíz, en las plantaciones de trigo, en los campos de fresas rojas y en las cosechas de aguacate y limón, algunas de ellas limitadas al autoconsumo. Sin embargo, tiene la seguridad de que los valores y la disciplina con la que se formó en la primaria Emiliano Zapata, le permitirán acceder a una mejor vida; Erika ya estudia el bachillerato, y es un referente, un ejemplo en la comunidad; su hermana ahora es alumna del maestro Eli en el quinto año de primaria.

Los valores del maestro

La actitud del docente es fundamental en la enseñanza, y si los contenidos se trabajan a plenitud, el entorno social pasa a segundo término; los resultados se obtienen, no importa si el niño es hijo de un profesionista o no, pues su desarrollo está en las aulas, comenta. Admirador de Benito Juárez,  Roger Federer y Oscar Chávez, es, además, director y gestor administrativo  de la escuela de Potrerillos; es el responsable de que los recursos lleguen, de que la escuela tenga instalaciones dignas.

Reconoce que tiene detractores, no es el favorito de todos, pero los alumnos lo quieren; lo mismo organiza un día de campo y un partido de futbol, que una obra teatral, un grupo de lectura o una brigada de padres de familia para pintar la escuela.

No busca el protagonismo, y su carácter no le permite romper las reglas; es exigente, le gusta el trabajo y como todos los de su tipo, no cree en los halagos, “Aquí tienen la impresión de que somos trabajadores, eso dicen ellos; yo no puedo hablar de mí. Un maestro no puede tener fama de trabajador si falta, si no cumple, si su conducta no es la de un profesionista”. “Después del cura y a la par del médico, el maestro”, comenta Eli, y recuerda que hace tan solo 20 años, esa frase o simple expresión, reforzaba el prestigio con el que contaba la labor docente, el maestro era ejemplo tenía presencia en las comunidades. La percepción que hoy se tiene, en ocasiones desvirtuada, obedece a diferentes factores; pero es él, el maestro, quien debe establecer una nueva relación con los padres de familia y sus alumnos, es el único responsable de la formación. Si no se trabaja, difícilmente las escuelas van a cumplir sus metas.

En las faldas de la zona serrana de Tiripetío, en una escuela de tiempo completo, de calidad, rodeada de caminos de terracería, con una matrícula de apenas 30 alumnos, una hemeroteca repleta del periódico y un salón de cómputo, con el nombre de Guillermo González Camarena, el profesor, el maestro Eli Jiménez Meza se describe como un tipo gruñón, como alguien que trata de ir más allá de las expectativas, que siempre está preparado para enfrentar cualquier dificultad, que está listo para un nuevo reto.
 
Invierte en su salud porque con eso vivirá más tranquilo y hacer mucho deporte. Su objetivo es seguir enseñando, seguir formando personas  en la comunidad rural, en la Escuela Primaria Emiliano Zapata.