Maestras en las aulas

Enseñar por amor y perseverancia: Teresita de Jesús

 
Después de 23 años de servicio posiblemente no hay nada  que pueda sorprender a Teresita: lo ha visto todo, de una u otra forma ha influido en la formación de cientos de personas. No recuerda los nombres ni la voz, los rostros no son los mismos y  es natural; Teresita de Jesús Osalde Sánchez es maestra en la escuela primaria Serapio Rendón en Mérida, Yucatán, este año, su matrícula está integrado por más de 350 alumnos, es complicado recordarlos a todos.
Ella ha dedicado su vida a la enseñanza. El gusto por la escuela le nació pronto; cuando cursaba el primer año de primaria ya sabía leer y escribir. Sus maestras, al igual que Zoila, su hermana gemela y compañera de clase, sembraron las bases de una vocación futura.

Teresita de Jesús terminó la escuela secundaria convencida de que el magisterio era el camino a seguir. El proceso no fue fácil, su padre insistía en que una carrera comercial de secretaria bilingüe, era la mejor alternativa para alcanzar el éxito, “el idioma inglés tenía la culpa, estaba muy de moda”. El empeño del padre fue tal que Teresita y su hermana, dividían su tiempo entre la escuela normalEducación y Patria y la Academia San Martín donde estudiaban secretariado, al final prevaleció lo primero, el anhelo de enseñar, el sueño de la infancia, la razón, la vocación.
Para el año de 1975, cuatro años después su ingreso, obtuvo el grado de profesora en educación básica, impartió clases en la escuela de la que egresó, pero el matrimonio y la maternidad llegaron muy pronto, recién incorporada a la profesión de maestro.

En su condición de madre y maestra,  trabajó un año en el hogar y uno en las aulas  durante 10 años. Originaria de Chicxulub en el municipio de Progreso, de sonrisa fácil y trato amable, no puede evitar emocionarse al recordar los buenos tiempos, los días en los que ganaba apenas lo suficiente para apoyar una familia de siete. A la distancia su voz se entrecorta, dice que es una tos que apareció de repente, la verdad es que la profesora del tercer y cuarto año de primaria tiene un corazón gigante, discretamente seca sus ojos y toma un poco de agua. Sacrificó tiempo con su familia, algún viaje y los pequeños problemas de los hijos, la docencia fue la causa, quizás la razón. Dicen que algunos pierden lo más por lo menos; es una máxima de la vida, pero quien ama su trabajo a veces se ausenta, no deja de interesarse, solo es que el tiempo es así, nunca es suficiente.
 

La escuela como primer hogar
 
Sus hijos fueron solos a la escuela, ellos hacían sus trámites, recogían las boletas estaban pendientes de sí mismos y su único trabajo era no dar problemas, todo porque mamá es muy terca, ella así se define, debía perseguir un sueño, emular a las profesoras que desde niña admiró, ser la maestra que por un momento su padre no quiso en casa. Retomó su carrera en el año de 1992 en Chumayel, un poblado del municipio de Mérida, cuatro años después, terminó la licenciatura en Educación Primaria en la Universidad Pedagógica, su intención era, al igual que hoy, mantenerse vigente, seguir preparándose e integrarse a la carrera magisterial, las recompensas serían muchas, primero, crecer en el escalafón de la plantilla docente, y por qué no decirlo, mejorar sus ingresos.

La escuela ha sido su hogar, es suya, recorre los pasillos, mira las aulas y se detiene solo para disfrutar el momento, el canto de la chara es incesante, resuena en todos los rincones y el calor sigue ahí, los más de 30 grados no son obstáculo para Teresita, quien contempla cada detalle, las paredes altas y su color verde, el patio de recreo, la biblioteca que administra y sus estudiantes.
Es una mujer feliz, sus cinco hijos, todos profesionistas han premiado su esfuerzo, la mayoría se identifica con su vocación de servicio, Orlando de Jesús ostenta el grado de mayor en la Secretaría de la Defensa Nacional;  María Teresa y María Eugenia son profesoras de educación básica, posiblemente seguirán sus pasos; José y Mario,  ingeniero agrónomo y licenciado en Administración, respectivamente, son el resultado de una vida de esfuerzo; son todos el orgullo de mamá, de la maestra.

Agradece a Dios por lo que ha conseguido, su carrera en el magisterio destacó por las idas y venidas, fue un reto de paciencia y terquedad. Lo mejor de todo es que  aún tiene metas por cumplir, a sus 58 años de edad, dice que algunas de sus compañeras están próximas a recibir un reconocimiento por sus 30 años de servicio, una medalla, a ella aún le faltan siete años y seguirá trabajando con capacidad, con objetivos claros, hasta que el cuerpo aguante.